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I

El día había llegado finalmente. Ara y Luca estaban listos para comenzar sus tan esperadas mini vacaciones. Victtoria ya se había marchado a Milán hacía dos días, ocupada con asuntos que debía resolver. En el hangar privado de Luca, el ambiente era una mezcla de emoción y despedidas. Bella se aferraba a su hermana como si no quisiera dejarla ir.

—Te voy a extrañar mucho —dijo Bella con un puchero, sus ojos brillando con emoción y un toque de tristeza.

—Yo también, Bells —respondió Ara con una sonrisa cálida—, pero no te preocupes, volveré dentro de un mes para ayudarte a organizar tu boda.

Bella sonrió ampliamente, sacudiendo la cabeza.

—¡Sii! Pero hasta entonces, disfruta de tus vacaciones. Te amo 3 millones, porque no hay Bella sin Ara.

Ara soltó una suave risa y la abrazó con fuerza.

—Y no hay Ara sin Bella —repitió, completando su frase de siempre.

El abrazo duró unos momentos más, hasta que ambas se separaron, sabiendo que se verían pronto. Mientras tanto, Charlie y Luca conversaban a unos pasos de distancia. Luca sostenía a Sirius, el cachorro de Ara, quien parecía ajeno a las despedidas humanas, moviendo la cola emocionado por la aventura que se avecinaba.

—Cuida bien de mi hija, Luca —dijo Charlie, con el tono firme pero cargado de cariño que siempre usaba cuando se trataba de Ara—. Confío en ti, Luca, y te estoy confiando uno de mis tesoros más sagrados.

Luca asintió, mirando a Charlie con seriedad.

—No te preocupes, Charlie. La cuidaré con mi vida si es necesario.

Ara se acercó en ese momento, sonriendo al ver la seriedad en el rostro de ambos hombres.

—No me extrañes mucho, papi —dijo en tono juguetón.

Charlie la miró con una sonrisa tierna, acariciando su mejilla.

—Eso es imposible, mi niña. No te has ido y ya te estoy extrañando. Cuídate y cuídense. Te amo.

—Yo más —respondió Ara, abrazándolo por última vez.

Tras muchas despedidas y un último vistazo al grupo que los veía partir, Ara y Luca subieron al avión privado de este último. Sirius, ya en brazos de Ara, soltó un pequeño ladrido de emoción cuando el avión comenzó a moverse.

—Estoy emocionada por este viaje —confesó Ara, acariciando a Sirius, quien movía la cola como si también compartiera la emoción.

—A mí me encanta hacer este viaje contigo y con Sirius —dijo Luca con una sonrisa—. Les va a encantar Grecia, te lo aseguro.

Al llegar a Atenas la capital de Grecia, el avión aterrizó suavemente en la pista privada. Ara miró por la ventanilla, emocionada por lo que le esperaba. Apenas bajaron, un chófer ya los esperaba con un auto elegante, listo para llevarlos a su destino.