VII

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Charlie llegó a casa después de un largo día de trabajo, exhausto pero aliviado de estar finalmente en casa

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Charlie llegó a casa después de un largo día de trabajo, exhausto pero aliviado de estar finalmente en casa. Apenas cruzó la puerta, se encontró con Ara, visiblemente alterada. La preocupación se apoderó de su rostro de inmediato.

—Mi niña, ¿qué pasa? —preguntó con tono suave, tratando de calmarla.

Ara se acercó, respirando profundamente para poder hablar.

—Papá… Bella y Edward ya vienen —dijo con voz temblorosa.

Charlie frunció el ceño, recordando que aún faltaba una semana para su regreso.

—¿No faltaba una semana para su regreso? —preguntó confundido.

Ara bajó la mirada, las palabras le costaban salir. Finalmente lo soltó todo de golpe.

—Papá… Bella está embarazada.

Charlie cerró los ojos de golpe, su mente procesando la noticia con un mal presentimiento.

—Oh no… Esto es peligroso —murmuró mientras se pasaba una mano por el rostro—. No hay mucha información sobre embarazos como este. Los únicos que tenían datos privilegiados eran Massimo, y ahora Luca… y justamente él no está.

Charlie respiró hondo, sabiendo que el conocimiento sobre embarazos híbridos era limitado. Se giró hacia Ara, su preocupación creciendo.

—Tenemos que ver si podemos encontrar algo que nos ayude. Y contactar a Victtoria —dijo, ya planificando los próximos pasos.

—Eso ya lo hice —respondió Ara, tomando asiento junto a la mesa, rodeada de viejos libros polvorientos que no había tocado en años.

Padre e hija comenzaron una intensa búsqueda de información, hojeando libros y apuntes, pasaban las horas y la frustración crecía con cada página que no les ofrecía respuestas.

—Nada… en este libro no hay nada —dijo Ara, cerrando otro tomo y dejándolo a un lado.

—En este tampoco —respondió Charlie con un suspiro cansado.

De repente, Ara miró su teléfono y se dio cuenta de la hora.

—Papá, tenemos que prepararnos para ir a la casa de los Cullen. Bella y Edward están cerca —dijo poniéndose de pie rápidamente.

Charlie asintió. Ara subió para darse una ducha y prepararse. Mientras el agua corría sobre su piel, trató de calmar su mente, pero la preocupación seguía latente. Se vistió rápidamente y bajó, encontrando a su padre ya listo.

Salieron de la casa y se dirigieron hacia la mansión de los Cullen. Llegaron justo al mismo tiempo que el coche de Edward, estacionándose al costado de la gran casa. Ara bajó apresurada y corrió hacia Bella, abrazándola con fuerza.

—No te preocupes, Bells. Vas a estar bien —le susurró al oído.

Bella asintió, aunque su rostro reflejaba el temor que sentía. Charlie se acercó a su hija mayor, acariciándole la mejilla con ternura.

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