III

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El sol aún no había salido del todo cuando Ara se levantó de la cama, sintiendo una mezcla de nervios y determinación

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El sol aún no había salido del todo cuando Ara se levantó de la cama, sintiendo una mezcla de nervios y determinación. Sabía que el día sería complicado, pero estaba lista para enfrentarlo. Después de vestirse con cuidado, bajó las escaleras, con Sirius, su pequeño perrito, siguiéndola de cerca. Le dejó agua y comida en su tazón antes de dirigirse a la cocina, donde encontró a Bella.

—Buenos días, Bells —saludó Ara, con una sonrisa tenue.

—Buenos días, Ara —respondió Bella, mientras preparaba su desayuno. La preocupación era evidente en su voz cuando preguntó—: ¿Estás preparada para hoy?

—Mejor dicho, Bells, ¿tú lo estás? Al menos Emmett ya salio y no lo veré en la escuela, pero Edward estará allí —respondió Ara con sinceridad, dejando ver el peso que todavía cargaba en su corazón.

Bella asintió, entendiendo perfectamente el sentimiento de su hermana. —Lo sé, Ara, pero vamos, solo lo voy a ignorar —dijo, tratando de mantenerse firme.

—Estaremos en la boca de todos una vez más —suspiró Ara, sabiendo que la atención no deseada sería inevitable.

—Es que si no hablan de nosotras, no tienen algo más interesante que hacer —respondió Bella con una sonrisa amarga.

Las hermanas terminaron de prepararse y se dirigieron a la camioneta de Bella. El trayecto a la escuela estuvo cargado de un silencio reflexivo, cada una sumida en sus pensamientos, preparándose mentalmente para lo que les esperaba.

Al llegar al estacionamiento de la escuela, notaron de inmediato las miradas que se dirigían hacia ellas y hacia los Cullen, quienes también habían llegado. Ara miró a su alrededor, sintiendo cómo los ojos de todos se clavaban en ellas.

—Vaya, hermana, esto me trae un deja vu —murmuró Ara, ya harta de la atención constante.

—Me lo imaginaba —respondió Bella, mientras ambas se despedían antes de dirigirse a sus respectivas clases.

Ara entró a su aula y se sentó en su lugar habitual, sacando su cuaderno y bolígrafo para intentar concentrarse. Sin embargo, su tranquilidad se vio interrumpida cuando alguien se sentó a su lado. Al voltear, se dio cuenta de que era Jasper.

—Ara... —comenzó Jasper con voz baja—. Les pido una disculpa por todo lo que pasó en su cumpleaños.

Ara lo miró un momento antes de volver la vista a su cuaderno. —No es tu culpa, Jasper, tranquilo —respondió sin más.

Jasper asintió, pero no parecía satisfecho. —Aun así, quisiera pedir una disculpa en nombre de las acciones de mis hermanos...

Ara lo interrumpió antes de que pudiera continuar. —Jasper, tú no tienes que pedir disculpas a nombre de tus hermanos, y preferiría que no habláramos de ese tema.

Jasper asintió de nuevo, respetando su petición, y ambos se quedaron en silencio cuando la profesora entró al salón y comenzó la clase. Aunque intentaba concentrarse, Ara sentía que el aire en la sala era cada vez más pesado, casi asfixiante. Apenas terminó la clase, recogió sus cosas y salió al pasillo, buscando un respiro.

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