20🏎️

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Capítulo 20.

Alessandro.


—Estuve presente en la última carrera y hay que destacar el empeño de los pilotos de Ferrari. Tú y Prescott son magnífico en pista.

Me forzó a mostrarles una sonrisa de agrado a los hombres frente a mí, tres en total. Dos de ellos se encargan de patrocinar a la escudería con sus empresas y marcas. No tengo claro como funcione esa parte de la escudería, pero es claro que la Fía nos exige a cada escudería tener varios patrocinios.

Como esta cena, en la cual mi compañero de debería de estar aquí, pero al parecer le pareció mas entretenido el quedarse en Italia detrás de las faldas de Riley. Así es su lealtad conmigo y la escudería. Tendré que soportar todo esto yo solo.

Al menos tengo a Olivia que puede a mi lado y la noche con ella no será tan larga como está destinada a ser.

De todos modos hago mi mayor esfuerzo en seguir esta conversación con ellos, he remedo el placer y la mala suerte de compartir antes con ellos y puedo asegurar que tenemos ideales muy diferentes en cómo ser un caballero de verdad.

—Tuvimos muchas fallas, pero logramos salir adelante y tener esa victoria como las demás— alegó removiéndome en mi asiento, Olivia esta a mi lado manteniéndose en silencio de todo esto.

Se que esta intimidada por la presencias de estos hombre, pero se la arregla para mantenerse con un porte fuerte frente a ello. Valor.

—Así si me da gusto seguir participando a la escudería, ustedes son pilotos magníficos.

Poso mi mirada en el por el comentario que suelta uno de ellos sobre la escudería Italiana.

—Nos dolería perder nuestros dinero en algo que sabemos no valdrá la pena. Es bueno saber que siempre ganan y nos hacen más rico de lo que somos— toma su copa de vino dando un corto sorbo.

—Sería una lástima tener que perder demasiado dinero...

—La escudería Ferrari no necesitaría de su dinero o patrocinio para sacar a sus pilotos adelantes— interrumpe Olivia llamando más su atención de lo que ya ellos la tienen.

El señor de algunos setentas años de edad posa sus ojo en ella y a diferencia de otras veces ahora lo hace con pura curiosidad.

—¿Disculpa?— reprocha ofendido. —. Somos sus patrocinadores...

Lo interrumpe por segunda vez sin temor.

—Si, pero eso no quiere decir que ustedes sostienen a la escudería completa— contesta. —. Alessandro y Prescott reciben un enorme sueldo por su desempeño y le puedo asegurar señor que sus empresas no contarían con el patrimonio suficiente para paga un año de ese sueldo.

—No les pagaría a ellos, pero si otras cosas— se defiende seguro.

Olivia entrecierra sus ojos hacia él.

—¿Como a quien?

El señor me mira a mí y no le muestro nada. No voy a reprimir a Olivia por más que ellos quieras y si intenta siquiera llegar a insultarla me vería intervenido ello sin importarme las consecuencias, porque lo que ella dice es una realidad. La escudería no necesita de ellos más que por obligación.

—¿Trabajas para nosotros en Ferrari?— indaga escudriñándola de arriba abajo.

Olivia suelta una suave risa sin responder aún.

—Gracias a Dios no.

—¿Y por qué te interesa estos temas sino trabajas para nosotros?

—Sigo el deporte de cerca y...

—¿Una mujer siguiendo el mundo del motor?— suelta en burla el primer señor.

Ahora soy yo el que lo aniquila con la mirada. Era obvio que no duraría mucho en insultarla por qué ella hable de la fórmula 1.

—¿Tiene eso algo de malo?— preguntó con voz ronca.

—¿Quien es tu acompañante de esta noche Lombardi?— pregunta el anterior y a nadie le pasa desapercibido en esta mesa el tono seductor y lujurioso que usa acompañando su pregunta.

—¿Trabajas para la escudería?

La abordan con las preguntas.

Niega con una delicada sonrisa, he notado que esa sonrisa es muy común en ella y por un momento me siento celoso de que ella se las regale a alguien más que no sea a mi cuando la llevo al límite.

—Me llamo Olivia Rossi, soy bailarina y no trabajo para la escudería— aclara con calma.

—Entonces no deberías esta me teniendo esta conversación. Esto no es de bailarina sino de hombres...

Y por esa razón es que siempre diré que son unos verdaderos estúpidos machistas.

—Olivia puede ser parte de lo que quiera y más de estos temas que ella conoce a la perfección— acortó cualquier otra idiotez que estén por decir.

—Una mujer que está interesada en estos temas es raro de ver— musitas con burla uno de ellos.

—Puedo alardear con orgullo que la mujer a mi lado conoce bastante bien el tema, más que los hombre.

Olivia baja si rostro ocultando la sonrisa que avecina con salir de sus labios. Llevo mi mano a su pierna dando un leve apretón en esa zona, si mano si posa sobre la mía con leves caricias sobre la mía.

—Es interesante tu compañera— apunta. —. Nunca antes la había visto.

—Me gusta ser reservado. La fórmula 1 es una cosa y mi vida privada es otra.

—Somos muy consciente de ello Alessandro Lombardi, pero mantener a una mujer tan hermosa encerrada no es típico de ningún hombre y mucho menos de uno como tú— le echa una mirada a Olivia a mi lado y luchó con el instinto de acercarla más a mí y que les quede claro a quien tiene a su lado.

—El orgullo de cualquier hombre se vería elevado con una mujer de su calibre a su lado. Bella e inteligente.

—¿Y quién le dice que mi orgullo no está igual?— arremeto con una sonrisa. Miro fugazmente a la mujer a mi lado encontrándome con sus esferas azules observándome. —. Mi único problema es que me considero muy egoísta y solo quiero ser yo el que la admire de todas las maneras posibles.

La mano de Olivia se entrelaza con la mía al momento de soltar esas palabras.

—Una mujer no es solo un trofeo, es más.

Los tres hombres frente a nosotros se miran entre ellos debatiéndose con la mirada quien debería de discutir eso que ella acaba de soltar.

—Pero lástima que vivamos en una sociedad tan estúpida para no ver eso— finaliza Olivia.

—La mujeres solo fueron creadas para un propósito— parienta su mandíbula con molestia. —complacernos en todo.

—¿Y nosotros?— preguntó ya sabiendo la respuesta.

No es la primera vez que participo de una conversación así.

—Para dominar.

—Lastima por su esposa señor— Olivia le sonríe falsamente.

...

Tomó su cintura guiándola por la entrada del lugar. Los jardines de la princesa Antonieta. Es uno de los tanto jardines que Mónaco tiene como zona turística en su poder. Me tome el atrevimiento de reservarlo para nosotros dos esta noche y poder estar solos.

No le fue difícil conseguir que el lugar no contara con nadie luego de 10:00 de la noches, solo nosotros.

—¿No llegamos a un?— pregunta. Ya perdí la cuarenta de las veces que lo ha hecho.

—No, falta poco bella.

Resopla y continúa caminando a mi lado. Estamos cerca de llegar a la fuente en medio del jardín que es donde nos dirigimos. Es el lugar a donde la quiero llevar si o si, fue el primero en que pesen cuando el lugar le vino a la mente y sé que ella lo amara como cualquier otra mujer.

El lugar es digno de haber dicho que fue sacado de alguna película de fantasía de princesas. No por nada lleva ese nombre.

Los pasos de Olivia se detienen y lo hago igual mirándola confundido.

—Son mis zapatos Ales— menciona mostrándomelos ocultos en la tela del vestido. —. Que el suelo sea completamente grava no ayuda con esta elección.

Los miro una vez más comprendiendo lo que dice, odiaría ser yo el que tuviera que tener ese tipo de zapatos y tener que caminar sobre este suelo. No pensé eso ante y poder advertirle es por eso que doblo mis rodillas quedando sobre ellas delante de Olivia. Sin ningún problema desató el broche del primero y continuó con el segundo no tomándome mucho tiempo. Me enderezó volviendo a mi altura ayudándola a salir y quedar descalza sobre la grava.

No sabía describiré su cara ahora, si está alegre por qué quite sus zapatos o está incómoda y adolorida por lo rustico del piso.

No tengo una respuesta clara para ello, pero si se lo que haré. Tomo lo zapatos en mi manos y sin avísale ni nada por el estilo la tomo en brazos sin dificultad.

—¡Ales!— suelta asustado por el inesperado movimiento. —. ¿Que haces? Bájame...

—No vas a caminar sobre piedras Olivia— digo comenzando a caminar con ella en brazos. —. No dejaría que lastimaras tus pies de esa manera bella, voy a llevarte en brazos hasta que lleguemos.

—Tendré cuidado...

—No voy a bajarte— sentencio mirándola a los ojos.

—¿No podré discutirlo cierto?

—Para nada.

—De acuerdo— termina rendida.

Avanzó sin apuros por el camino alargando más el tiempo en llegar y seguir llevándola en mis brazos.

—¿Que es este lugar Ales y porque no hay nadie aquí?— suelta la pregunta con interés.

—Los jardines de la princesa Antonieta— respondo.

Plasma sus ojos en mi rostro y le dedico a mirarla por largos segundos. Me gusta perderme en ese azul que ella posee.

—Es legal estar aquí.

Rio con libertad cuando pregunta eso.

—¿Porque crees que no es legal?

—No creo que a la Princesa Antonieta le agrade mucho saber que estamos invadiendo sus jardines.

—Quizás no, pero ella nos no dirá nada bella, no puede.

Expande sus ojos por la información.

—Claro que sí puede son sus jardines Alessandro y estamos invadiendo su propiedad.

Me detengo si bajarla de mis brazos aun.

—Sigo pensando que no estamos invadiendo nada— aclaró. —. Estos jardines están abierto todo el tiempo y cientos de personas vienen aquí, solo una cosa cambia ahora.

—¿Qué?— la bajo con suavidad dejando que sus pies toquen el pavimento liso en el que estamos ahora.

Mis manos van a su cintura reteniéndola delante de mí. Acerco mi rostro al de ella centrándome en rozar sus labios con suavidad. El sentimiento se siente bien. Nuestros labios comienzan una pequeña guerra en la que ninguno quiere ceder, pero que mueren por tocarse.

Todo mi cuerpo me grita que me rinda y la bese y esto por hacerle caso cuando ella lo vuelve a preguntar:

—¿Va a decirme porque estamos aquí?— su aliento roza el mío levantando cada vello de mi piel.

Tomó la parte de atrás de su cabeza terminando de unir nuestros labios en un beso directo tirando con suavidad de su labio inferior al separarnos.

—Lo reservé para nosotros dos. Es nuestra cita.

La giró en mis brazos para que quede frente a la fuente en medio del jardín, esta se enciende mostrando luces de varios colores y el abundante chorro de agua que sale desde el medio dando una vista increíble del lugar. La expresión de Olivia no la podría describir ahora mismo, pero confieso con demasiada seguridad que debe de haber quedado sorprendida, no ha movido ni una parte de su cuerpo.

—Es hermoso— pronuncia en un hilo de voz.

Suelto su cintura cuando dirige sus pasos a la fuente en medio del jardín. Este lado del jardín es una zona un poco más exclusiva por lo que tuve investigando y no es abierta a todo el público en general. Era uno de los rincones favorito de la princesa Antonieta y con gusta razón. Es un lugar maravilloso a cualquier vista y es increíble lo bien que lo han conservado a través del tiempo.

—La flores ales, son maravillosas— chilla y se dirige hasta ella tocándolas con bastantes delicadeza y cuidado de no ir a dañar ni un pétalo de ellas.

Me acerco hasta ella quedando a su lado.

—¿Te gustan?— le pregunto arrancando una y colocándola detrás de su oreja, queda hermosa en ella. Olivia sonríe moviendo su cabeza. —. ¿Puedo regalarte este tipo de rosa entonces?

Me mira confundida, pero termina asistiendo.

Mañana mismo haré que Mónica consiga estas misma rosas para ella.

—Pero no vayas a arrancarlas de esta manera— bromea sacándome un sonrisa discreta.

—las sacaría de donde fuera para dártelas a ti, ten eso en claro— dejó un beso en sus labios. —. Desde el día que te mando flores a la academia he querido volver hacerlo Olivia.

—¿Y porque no lo haces?

—dejaste en claro que no necesitabas rosas de mi parte— le recuerdo sus palabras.

Baja el rostro avergonzada y hago que me mire encontrando una mirada muy diferente a la que me observaba hace unos segundos. Es triste.

—Mi madre se molestó conmigo por eso Ales y yo me moleste contigo, lo siento.

—Te mande flores a ti bella, no a tu madre— la corrigió.

—Pero la enviaste a su academia Alessandro y ella estaba en su derecho...

El callo besándola, no quiero hacer otra cosa más que no sea besarla. Hablar de su madre no me interesa ahora y se lo hago saber, luego que la conozca quizá, tal vez hable de su madre pero ahora no.

—Descartaré la academia de tu madre entonces— digo.

—Por favor— le sale como una súplica. —. No quiero volver a lidiar con eso.

Nos quedamos unos minutos en silencio mirándonos el uno al otro, juego con la punta de su cabello sin apartar la mirada de ella.

—Este es un lugar maravilloso ales, Gracias por traerme aquí— se acerca más a mi cuerpo dejando caer su cabeza en mi pecho. La recibo sin quejas continuando con mi toque en las sedantes mechas doradas que posee. La siento suspirar con calma. —. No pensaría que en Mónaco se encontraba un lugar tan bello como este.

—Tú eres más bella que el lugar bella. De eso no me cabe duda.

La escucho reír suavemente. Cierro mis brazos al rededor su cuerpo pegándola más a mí si eso es posible, Olivia no se inmuta acompañándose más a mi calor corporal recibiéndolo.

—Estás muy poético hoy Alessandro— ahora soy yo el que sonríe como tonto. Yo tampoco pensaba que podía ser tan poético y doblegarme de esta manera. No le respondí a un y en su lugar nuestro cuerpos comienzan a moverse muy despacio comenzado un baile entre ambos. —. ¿Tienes alguna motivación lombardo para ello?

—Tú.

No dice nada y seguimos moviéndonos. No suelo bailar y muchos menos algo clásico, pero ella parece conocerlo bien porque empieza hacer los pasos correctos y la sigo. No soy consciente del tiempo y tampoco me interesa mucho serlo, pero sé que son más de la media noche y que estoy con ella aquí, en medio de un enorme jardín y bailando sin música, pero disfrutándolo.

Hace tiempo que no me sentía así, vivo. Creo que nunca en mi vida le he sentido de esta manera con una mujer, solo mi familia y las carreras me hacen sentirlo cada vez que puedo hacer una de las dos cosas, pero con una persona en específico y más mujer nunca. Olivia es la primera.

No lo menciono reservándomelo para mí. Gira en mis brazos dando una vuelta alejándose un poco de mí sin dotar mis manos y volviendo de la misma manera solo que ahora es su espalda la que choca con mi pecho. Continuamos moviéndonos al ritmo de ella. Ríe al sentir mi aliento rozando la piel de su cuello expuesto, dejo un beso en él siguiendo acariciando con la punta de mi nariz.

Inhalo profundamente el suave aroma que desprende su piel, embragándome al segundo de él. Mis manos no pierden tiempo subiendo la tela del vestido por toda su piernas, hasta tenerla sujeta en puños a cada lado de su cintura.

—Ales...

—Mmm...— me falta poca tela por tomar cuando sus manos se ponen sobre las mías deteniéndome.

—Quiero seguir mirando el lugar— confiesa girando su cara plantándola frente a mí.

Mis manos liberan la tela tomada dejándola caer como antes, dejo un beso en su hombro desnudo y uno en sus labios tomando su mano para mostrarle el lugar.

Olivia.

Tracto por todo lo posible de no reír de lo que acaba de contar. No pensaba que él podía ser tan chistoso si se lo proponía.

Todo el camino de regreso a su departamento fue el contándome chiste y anécdotas que han pasado en carreras.

Su teléfono suena con una llamada que no duda en contestar, pidiéndome un segundo para alejarse y hablar sin que yo pueda escuchar mucho de esa conversación. Mientras el va hablando yo aprovecho y voy quitando los zapatos de tacón que llevo dejando mis pies libres de esa opresión y al fin sentir el frío del piso bajo mío.

Esa es la sensación más deliciosa que he sentido en mi vida. No la cambiaría por nada.

Estiro un poco mi cuerpo con algunos ejercicios básico que mi madre nos enseña en la academia y que nos ayudan al calmar los tejido musculares para una mejor elasticidad a la hora de realizar un número, veo a alessandro entrar y sonreírme con calidez sin intervenir en mis estiramiento.

Lo más probable es que esté cansado de vérselo a Camil.

—Bien— pronuncia cerrando la llamada se acerca a mí extendiéndome su mano que no dudo en aceptar.

La tomo y sin decir nada más se dirige por las escaleras, no digo nada siguiéndolo en silencio hasta llegar a la puesta de su habitación. La abre despacio indicadme que entre primero, lo hago sintiendo su imponente altura detrás de mí. Toma mi cintura moviéndome unos pasos más adelante y sonrío cuando rozo con la dureza en medio de sus piernas. Está muy duro y activo. Esta semana con él, he descubierto lo intenso y exigente que es alessandro lombardo a la hora de tener a una mujer.

Me gusta, lo admito. Cada vez que tenemos un encuentro sexual el mismo se encarga que sea mejor que el anterior. No importa se pasan cinco o diez minuto y vuelve a tómame procurando de que alcance el mismo nivel de éxtasis como él.

Todo un caballero.

Sin soltar mi cintura guía mis pasos a la cama. Mientras me voy acercando voy impresionando la enorme caja de terciopelo negra encima de esta. No sé qué pueda ser aún porque no veo ninguna marca o logo que me dé indicio de eso. Mis pasos se detienen al igual que los de él y sigue sin decir nada.

Su única atención está en retratar mi cabello colocándolo todo a un lado de mi hombro para tener todo el acceso a la parte trasera de mi cuello atacándola con besos.

—¿Ales?— digo su nombre tratando de tener una respuesta de su parte y es en vano. —. ¿Qué es esa caja'

—Ábrela, es tuya.

Muevo mi cabeza aún lado conectando mis ojos con los de él.

—¿Es mía?

—sí.

—¿Que es?— preguntó mirando la caja una vez más.

—Ábrela y averígualo por ti misma— susurra en mi oído. —. Va a gustarte todo lo que encuentres.

Me quedo congelada cuando él confiesa que la caja sobre su cama me pertenece a mí y me veo motivada a mover mis pies cuando él susurra un suave ve en mi oído motivándome abrirla. Lo hago, me acerco despacio viendo la parte superior de la caja y ver un nombre muy reconocido para cualquier persona.



Me motivo más para abrirla y ver su contenido al ver las letras plasmadas con delicadeza sobre ella. No podría ser lo que estoy pensando por qué me volvería loca de la emoción.

Pongo mi manos a cada lado de la caja atrayéndola más a mí y le solté de de lo posado que me imaginaba. Respiro contando para calma mi corazón que brinca con el de una niña. Despejo la parte superior, abriéndola muy despacio.

Esto no puede ser posible. No puede ser cierto.

Cada color sale a relucir frente a mis ojos dejando sorprendida. ¿Como Alessandro lo pudo conseguir? Nuevo algunos lápices más descubriendo la parte de abajo que contiene más colores. La muevo separando la primera planta en dos a cada lado y descubriendo lo que hay abajo.

No son solo colores, también marcadores y hojas especiales para crear bocetos. Esto es hermoso. Sería el sueño para cualquier amante del dibujo o la creación.

—¿Logre mi cometido con tu regalo?— su pregunta hace eco en el silencio de la habitación.

Muevo mi cabeza asistiendo.

—¿Es para mí?

—Si— me hace hogar entre sus brazos. —. Quería obsequiarte algo antes de volver a Italia y las rosas hace poco no eran una muy buena opción, así que te observé estos días y solo te vi dibujar vestidos y prendas en tu libreta Olivia y por alguna extraña razón nunca te vi platicar ballet aquí así que darte algo eso tampoco era una opción.

Sonrió complacida de que el allá notado eso.


—¿Que detallista?— lo alago. —. Gracias, me gustó.

—Que alivio escucharlo— me besa comenzando a quitar mi vestido. —. Ya quiero verte usándolo para hacer tus bocetos.

Aquí no se aceptan lectores fantasmas.

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PD: Los quiere su escritora.

Correr hacia ti ( Run 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora