adaptación- cenizas - JenLisa

LXIII

Tres días habían pasado desde entonces. Mismos tres en los que Jennie no había conseguido pegar ojo cada noche, y en los que Lisa seguía ilusionada por escuchar aquel 'no hay boda' que no llegaba. Se estaba impacientando y en el fondo sabía que eso solo era lo peor que podía hacer.

Cansada, se levantó la mañana del domingo con su larga y oscura melena alborotada, notando el frio suelo de madera bajo sus pies descalzos y se dirigió a la cocina donde el pequeño Luca comía de su comedero. Después de encender la cafetera, se acercó a éste y lo acarició desde su grisácea cabeza hasta la cola inmóvil.

Recordando aquella noche en el veterinario, Lisa se sintió una estúpida por haberle ofrecido pasar a su casa y que Jennie le hubiera respondido con un simple 'buenas noches' antes de irse. Habían cambiado muchas cosas durante los últimos meses, sobre todo su relación con la artista, pero volvería a repetirlo todo una y otra vez por mucho que le rompiese el corazón.

Con el vapor dándole de lleno en su rostro después de servirse el café en una de sus tazas, se sentó en el sofá encendiendo la tele para poner aquel canal de cocina que no se cansaba de ver. Pero sus ojos no se mantuvieron fijos sobre la pantalla de plasma, puesto que éstos se desviaron hasta el mueble donde su antigua cámara residía.

No había vuelto a tocarla desde que volvieron de viaje y la sacó de la maleta. Sabía lo que había dentro del carrete y en el fondo le daba miedo volver a sentirse tan vulnerable, pero aun así, le dio un último gran buche a su taza y se levantó del sofá tomando la cámara entre sus manos antes de dirigirse al cuarto oscuro.

Lo sabía. Sabía que iba acabar llorando y así se encontraba en aquel instante. Había muchas fotos de atardeceres, de siluetas bien captadas y paisajes, pero sobre todo de Jennie y ella compartiendo aquel viaje, en concreto, dicho día.

Eran ellas, la pareja adecuada en el momento equivocado. Eran ellas, disfrutando de las ventajas de aquel pueblo. Eran ellas, sintiendo cómo estar cerca la una de la otra, era lo único que querían en ese instante. Sí, eran ellas, y siempre lo serían.

Si cerraba los ojos aun podía notar el tacto de su exnovia contra su piel, volviéndola erizada. El calor que su cuerpo desprendía. Las ganas de permanecer siempre entre sus brazos. Los besos sobre su espalda provocándole un escalofrío. La sensación de enamorarse por primera vez.

Pero todo aquello se desvaneció al abrirlos y encontrar solo aquellas fotos frente a sus ojos, en la que la última que se hicieron en el faro, con el atardecer de fondo, encabezaba el montón.

-"¿Por qué no puedo odiarte, Kim?" preguntó soltando un suspiro. "¿Por qué siento que cada día te amo más, a pesar de todo?"

Dejando las respuestas en el aire, apagó la luz roja y salió del cuarto oscuro para dirigirse hacia su habitación. Una vez allí, abrió uno de los cajones de su escritorio en el cual guardaba el resto de fotos que había tomado junto a la artista. Tal vez, todas juntas, serían un bonito regalo algún día.

A pesar de seguir siendo verano, había llovido el día anterior. Pero aquel domingo había despertado con un sol resplandeciente y ninguna nube en aquel cielo azul. Era el día idóneo para salir a la calle y respirar el aroma.

En cambio, Jennie llevaba todo el fin de semana metida en su casa con la excusa de que estaba mala. Nayeon se había asegurado de que a su futura mujer no le faltase de nada, e incluso le había regalado un nuevo teléfono con otro número distinto. Pero estaba cansada de permanecer allí tan solo saliendo al exterior para fumar de vez en cuando.

Por eso mismo, con un fuerte dolor en su pecho, se lavó la cara y se vistió de forma deportiva tras haber quedado en salir a correr con la compañía de la castaña. Si la veían con ella, se aseguraría de que las personas que estaban detrás de esas fotos, supieran que les está haciendo caso y así Lisa no saldría perjudicada.