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Sean llegó al apartamento que compartía con su novia Zoe, sus manos temblorosas delataban el nerviosismo que sentía mientras introducía la llave en la cerradura. Cuando la puerta se abrió, el murmullo de una conversación se apoderó de él, señalando que había visitas inesperadas. Lo que menos necesitaba después de un día agotador era enfrentarse a una reunión familiar.

Al entrar, se encontró en la sala con sus padres y los de Zoe, compartiendo anécdotas y risas. El contraste entre su agotamiento y la vivacidad de la escena le hizo sentir una punzada de incomodidad. Su madre fue la primera en notar su presencia y, con una sonrisa cálida, comenzó a levantar las manos y agitarlas.

—Hijo, te estábamos esperando.

Sean caminó hacia ellos, esforzándose por sonreír.

—Hola mamá, papá, no sabía que vendrían hoy. Si lo hubiera sabido, habría llegado más temprano.

Su padre sonrió, levantando su copa para darle un sorbo antes de responder:—Ya sabes lo impaciente que es tu madre. Decidimos sorprenderte.

Sean asintió, ocupando el único sofá disponible, mientras su suegro, con un tono jovial, tomó la palabra: —Estábamos hablando sobre la boda. Margaret ha encontrado una planificadora de eventos espectacular.

La mujer mencionada, sentada a su lado, sonrió con satisfacción.

—Es un poco costosa, pero es la mejor de Italia —dijo, con una sonrisa que irradiaba orgullo y confianza.

Sean sintió una presión creciente en su pecho.

—No tenemos dinero para pagarle a una mujer por hacer algo que podríamos inventar nosotros mismos, si fuera algo más íntimo.

Zoe, notando la tensión en su voz, se acercó y le preguntó suavemente:—¿Amor, te pasa algo? Hace unos días estabas muy entusiasmado.

Sean suspiró, tratando de mantener la calma: —Estoy cansado, Zoe. Las cuentas no dan. ¿De dónde vamos a sacar tanto dinero? ¿Una boda tan grande para qué?

Su madre intervino, con un tono maternal que intentaba calmarlo:

— Mi vida, uno se casa una sola vez con la persona que ama. ¿Por qué no tener lindos recuerdos?

Su padre asintió, añadiendo:

—Es cierto, Sean. Además, tenemos muchos amigos que no podemos dejar fuera en las invitaciones.

Zoe, con una mezcla de ternura y firmeza, se acercó más a él.

—Siempre soñé con una boda de ensueño y eso es lo que quiero.

Sean sintió un nudo formarse en su garganta. Tratando de ocultar su frustración, anunció:

—He encontrado un segundo trabajo para reunir algo de dinero.

—¿De qué se trata? —preguntó su suegro, con interés.

—En una galería de arte en las afueras de Italia —mintió sin titubear—. Trabajo tres veces a la semana y me pagan bien. Pero aún así, no será suficiente en dos meses.

Zoe, siempre optimista, se sentó en el brazo del sofá cerca de él y dijo alegremente:

—Bueno, como no tenemos nada preparado aún y ni siquiera lo hemos hecho público, podemos alargarla un poco más. He esperado seis años, puedo esperar seis meses.

La sala se llenó de un silencio incómodo. Sean sabía que su mentira era una solución temporal, pero no podía evitar sentir una profunda desazón. Mientras miraba a su alrededor, sus padres y los de Zoe continuaban discutiendo los detalles de la boda, ajenos a la tormenta interna que lo consumía. Sabía que había tomado una decisión desesperada, una decisión que podría cambiarlo todo.

Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora