Sean llevaba exactamente una semana sin saber noticias de James, desde aquella fatal discusión en la que se vieron envueltos, el chico había roto cualquier contacto con él, ya no le enviaba mensajes provocativos, ni iba al bar de Arón, era como si se hubiese esfumado o tragado la tierra.
La mañana en la que Sean debía impartir clases y entregar las notas del examen, iba con las esperanzas nulas de poder verle, tal vez él había decidido dejar la universidad, aunque aquello sería una estupidez. En cuanto entró al salón y buscó con la mirada entre los estudiantes a la persona que realmente le interesaba, su corazón dio un vuelco, cuando sus ojos chocaron con de James, él lo miraba serio y frío, y aquello realmente le dolió.
Sean deseaba tanto pedirle perdón, hacerle entender que todo fue causado por las circunstancias en la que se encontraban, que su cuerpo había reaccionado de una manera inexplicable. Quizá, él tan sólo estaba protegiéndose del dolor.
Sin embargo, y teniendo en cuenta la debilidad que atiborraba el sistema de James, estaba seguro de ceder una vez más al tan sólo escuchar la melodiosa voz de Sean, dirigirse a él.
— Buenos días, chicos — murmuró Sean, mordiendo su labio con vergüenza cuando admiró la presencia de James. Mark y Alex queriendo hablar con él, y él evitando centrarse demasiado en la charla que ellos mantenían. Su cabeza perdida, y sus ojos marrones posándose sobre el pelinegro—. Hoy no podré darles clase. Tengo un asunto importante que atender.
De inmediato, y tras sentir las atenciones puestas en él, Sean admiró el pequeño murmullo celebrativo que expresaron sus alumnos, y sonriendo de lado, aclaró su garganta. Podía sentir una punzada terrible en su cabeza, y el tan sólo pensar que tendría que reunirse con su familia en media hora, le hacía querer cavar una tumba y enterrarse. De igual manera, su cuerpo se sentía inmune a malos sentimientos; sentimientos que no tuvieran nada que ver, claro está, con James Martín. Porque con él, estaba todo mal.
De alguna manera, deseaba lanzarse a los brazos del menor, rogando un poco de la atención que había menguado los últimos días. Quería acercarse a él y demostrarle la felicidad que sintió al momento de corregir su prueba, y también, la excitación que causaba en su cuerpo con tan sólo un absurdo pensamiento a su nombre. Cuando Dante se dio cuenta de sus reales pensamientos, perdido, él sacudió la cabeza, y sonriendo ante la extraña pregunta que rondaba en su cabeza, supo que debía darse prisa o llegaría tarde a la junta.
¿Qué estaba haciendo James Martín con él?
»— Les entregaré los exámenes y podrán retirarse — dijo, cogiendo la pila de hojas en sus cuidadas manos y recostándose del escritorio, para pronto posar su mirada en el papel blanco—. Hubo notas terribles. Confío en que pueden esforzarse un poco más.
Tras aquellas palabras, los orbes mieles viajaron hacia su desastroso alumno. James bajó la mirada, sus manos juntas y un gesto preocupado en sus labios. Ante aquello, el pelinegro sonrió. Y es que tendría que darle unas clases de auto— confianza al chico.
Mediante las personas cogían su prueba, el salón comenzaba a quedarse vacío, y cuando los labios del pelinegro pronunciaron el nombre de James, la sangre corrió por sus venas y su corazón rebotó dentro de su pecho. Sean pensó que quizá, aquella sería su oportunidad, pero no lo fue. Las cejas del castaño elevándose al ver el diez plasmado en la hoja, y sus ojos ignorando en todo momento a los contrarios, deseosos de echarle una mirada y, por consiguiente, hacerle saber lo contento que estaba, por él.
James salió del salón, sin siquiera decir nada más. Y Sean se apreció frustrado.
¿Así era como se sentía James antes? Pues, era desagradable.
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Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BL
RandomHistoria I. Sean Dante es un respetado profesor de literatura, comprometido con su novia y a punto de casarse. Sin embargo, bajo su apariencia de cordura y lealtad, se esconde un oscuro deseo que solo James Martín, su estudiante más odiado, logra d...