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Por una parte, su lado desquiciado restó importancia al hecho, afirmándose que, si Zoe jamás se enteraba de lo que ocurría con James, evitaría por completo el sentirse dolida y humillada; pero sin duda alguna, su lado moral y recuperado se negaba a desechar seis largos y cautivantes años de maravillosa relación, por una simple e idiota etapa de calentura insaciable.
 
Ahora, el pelinegro se encontraba entre la espada y la pared, encerrado en un torbellino de ideas que, una vez más, le causaban una terrible migraña. Recordando a carne viva lo que hacía unas horas ocurrió en el salón de clases y, por supuesto, sintiéndose idiota ante aquella terrible y degradadora obra. James era el sujeto más sexy que habrían visto sus ojos en mucho tiempo, pero ese hecho no quitaba el que era su alumno, y también, el que había tirado su profesionalismo como docente por el inodoro.
 
Siéndose más confundido y angustiado que mucho antes, Sean suspiró, masajeando sus sienes y dignándose a posar su mirada en la contraria, la cual a cada segundo se volvía más y más furiosa. Él tenía en cuenta que aquellos problemas no se solucionarían con una simple sonrisa y un beso de recibimiento, y tan sólo porque conocía demasiado bien a su prometida, sabía que estaba en grandes problemas. Por supuesto, debería mantener la guardia baja, y no ser demasiado demostrativo a la hora de expresar sus gestos.
 
— Llegaste — murmuró la mujer, una ceja alzada y los brazos sobre su pecho.

Aquella estatura baja no era para nada ingenua, pues aquella chica podría tener el carácter de los mil demonios escondido en algún recóndito lugar de su menudo cuerpo. Y más que nadie, Sean lo sabía.
 
Tragando saliva una vez más, y entrelazando sus propias manos entre sí, el pelinegro estiró una sonrisa demasiado dolorosa en sus labios; costándole el actuarla. Encogió sus hombros de manera despreocupada, tratando de lucir relajado, pero sabía que la tensión que recaía sobre su cuerpo estaba matándolo segundo a segundo. De todos modos, ella no tenía por qué saberlo, y si era posible, lograría mentirle de una manera sencilla.
 
—Lo siento mucho, amor — dejó salir, mordiéndose la lengua ante la muestra de cariño expresiva. Exhaló y luego adoptó una postura firme—. Me hubiera encantado llevarte a almorzar, cielo, pienso que tenemos que pasar la mayor parte del tiempo juntos en este momento, pero tuve que permanecer tiempo extra en un concejo de profesores. Están evaluando nuestro desempeño y después de eso, tuve que cubrir un turno en la galería.
 
—Uhm — murmuró, entrecerrando los ojos. Zoe estaba demasiado resentida como para escuchar siquiera las palabras que soltaba su prometido, y el pelinegro sintiendo las gotas de sudor resbalar a lo largo de su espalda. Esperaba que aquella piadosa mentira estuviera por completo al alcance de distraer el inteligente cerebro de su novia, porque si no, estaría perdido—. Supongo que tu desempeño está por encima de los demás profesores. Claro, sueles darles tratos especiales a tus alumnos.

—¿Eh? — Abriendo sus ojos como platos, el pelinegro sintió un escalofrío recorrer su completa columna, y percibiendo como se sofocaba, observó la sonrisa que se ladeó en los rosados labios de Zoe. ¿Acaso ella sabía lo que había ocurrido aquel día con James? —. ¿A qué te refieres? ¿Tú?
 
—Cielo, eres un magnífico profesor — y tras soltar aquel deliberado comentario, Sean sintió una tremenda e injusta carga salirse de sus hombros. Soltando el aire detenido, él se permitió sonreír, por supuesto, recuperando el color que habría desaparecido de su completa anatomía los segundos anteriores—. De igual manera, deseaba salir en la tarde contigo, pero claro, también tu segundo trabajo te consume tiempo, es importante para tener una boda perfecta, pero me debes.
 
—Prometo compensártelo — dijo sin pensarlo demasiado, parpadeando aliviado ante el tremendo cambio de la situación—. Mañana, podemos ir de compras.

A la mañana siguiente, Zoe se despertó con una sonrisa en el rostro. Sean le había prometido llevarla de compras y estaba emocionada por pasar un día especial juntos. La luz del sol se filtraba por las cortinas, llenando la habitación con una calidez que la hacía sentir optimista. Decidió que sería un buen gesto preparar un desayuno especial para los dos. Se levantó con cuidado para no despertar a Sean y se dirigió a la cocina.

Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora