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James se despertó a la mañana siguiente con una sensación de serenidad y satisfacción que no había experimentado en mucho tiempo. A su lado, Sean dormía profundamente, desnudo y con una expresión de paz que hacía que James se sintiera increíblemente afortunado. Se apoyó en un brazo para observar mejor la perfecta imagen que tenía ante sí, deleitándose en cada detalle del rostro y cuerpo de Sean. No pudo resistir la tentación de acariciar suavemente su espalda, disfrutando de la suavidad de su piel.

Sean se removió levemente, sintiendo el roce de las caricias, y aunque seguía sumido en el sueño, su rostro mostró una ligera sonrisa.

James se acercó más, inclinándose sobre él para susurrarle cerca del oído: —Buenos días, precioso —dijo, depositando un suave beso en sus labios.

Sean abrió los ojos lentamente, aún un poco soñoliento, pero su expresión se iluminó al ver a James tan cerca. —Buenos días, mi amor. ¿Cómo dormiste? —preguntó, su voz aún teñida de la suavidad del sueño.

James sonrió ampliamente. —¿Me puedes repetir eso que acabas de decir?

Sean sonrió a su vez y se acercó más a él, rozando sus labios con los suyos. —Mi amor —repitió, besándolo nuevamente.

James suspiró, deleitándose en la dulzura de esas palabras. —Oh, por Dios, eso se escucha tan bien. Me parece mentira tenerte aquí en mi cama —dijo, acariciando los labios de Sean con sus dedos.

—Si quieres, puedes tenerme todos los días, o tú en la mía. No me importa dónde sea, mientras estemos juntos —respondió Sean, sus ojos brillando con cariño.

James lo miró fijamente, tratando de captar la seriedad de sus palabras. —¿Me estás proponiendo vivir contigo? —preguntó, aún sorprendido por la audacia de la idea.

—Sí, te lo estoy proponiendo —confirmó Sean, sin dudar.

James sintió un torrente de emociones recorriendo su cuerpo. No pudo evitar besar a Sean con todo el amor que sentía en ese momento. —Te amo —dijo, su voz quebrada por la intensidad del sentimiento.

—También te amo —respondió Sean, sonriendo.

—¿Qué te parece si tenemos una cita hoy? No sé, algún lugar tranquilo y privado, en donde podamos pasar un lindo día —propuso Sean.

—Me parece genial y tengo un lugar especial en mente —dijo James, besando a Sean otra vez, prolongando el momento.

De repente, la puerta de la habitación se abrió, mostrando el rostro confundido de Sofía, la madre de James. —¡Mamá! Cierra la puerta —exclamó James entre risas.

—Lo siento, no sabía que estabas acompañado. Qué vergüenza, ya, ya me voy —dijo ella, claramente nerviosa, cerrando la puerta de golpe.

Sean rió, ligeramente sonrojado. —Acaba de vernos —dijo.

James se encogió de hombros, sonriendo. —Solo nos estábamos besando. Vamos a salir a desayunar, pero primero, vamos a darnos nuestra primera ducha juntos —dijo, saliendo de la cama y estirando una mano hacia Sean.

Sean tomó su mano, dejando que James lo guiara hacia el baño. Se miraron a los ojos, compartiendo un momento de complicidad y amor que llenaba el aire de una dulzura incomparable. El baño estaba bañado por la luz matutina que entraba por la ventana, creando un ambiente cálido y acogedor. James abrió la ducha, dejando que el agua tibia comenzara a correr.

—Esto es perfecto —murmuró Sean, dejándose envolver por el calor del agua y la cercanía de James.

James sonrió, sintiendo que, por primera vez, tenía todo lo que había deseado. —Sí, lo es —respondió, abrazándolo bajo la ducha, dejando que el agua los cubriera mientras se entregaban a un momento de pura intimidad y felicidad.

Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora