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Sean pensaba que tenía suficiente con el mal día que había comenzado y sobre todo, él encuentro inesperado con Adam en el centro comercial y verse envuelto en tantas manipulaciones lo estaba sacando de quicio, nunca antes había tenido tanta paciencia y temple con gente de esa índole, porque él, en su tiempo fue alguien de cuidado, muchos le temían y reportaba, ahora simplemente era un hombre adulto, que se dejaba dominar  por mentes más débiles.

Y con débiles también se refería a Zoe, ella había sido su mejor amiga en la universidad y conocía su vida de sobra, estaba al tanto de lo que este hacía con los chicos que tenían interés en él, porque una cosa era cierto, a Sean Dante de veinte años, le encantaban los hombres, y al de treinta y nueve, también.

Mientras caminaban hacia la salida, se vio atraído por la magnífica visión que atrapó sus orbes. Aquella magnífica visión, dejando de ser tan maravillosa cuando su mirada distinguió por completo a nada más y nada menos que a James, el destino se había puesto de acuerdo, precisamente hoy para joderle el día.

James también se fijó en él, y su rostro lo decía todo, los celos actuaron casi de inmediato, logrando que las manos del castaño se volvieran puños, y un gruñido casi gracioso abandonase su garganta; de una manera felina. Sabía que el ver al hombre de sus sueños ser feliz junto a la persona que, "amaba", era una enorme patada en el corazón, pero tampoco podía evitar la ansiedad que recorría por su cuerpo, pidiéndole ser un poco juguetón. Activándose una vez más.
 
Evitando ser visto, y esperando a un lado de la entrada principal, James guardó las manos en los bolsillos de su pantalón, una pose altanera por la cual estuvo recibiendo unas cuantas miradas desprevenidas, siendo correspondidas por un guiño o una simple sonrisa. James no era un promiscuo, tampoco solía enamorarse de muchas personas, pero una miradita nunca estaba de más. De todos modos, él sabía que su estúpido corazón tan sólo estaba arraigado a una sola persona.
 
Una persona que, por supuesto, no lo quería de la misma manera.

Una vez más, y cansándose de la rutina, James comenzó a comerse la cabeza. ¿Aquello que significaba? Sabía que no era algo demasiado malo, pero también temía aquel repentino y para nada atractivo distanciamiento.
 
Se suponía que después de follar, ellos estarían más unidos que nunca; o al menos eso James esperaba, y sin lugar a dudas, al castaño le gustaban los retos difíciles, y la fiel prueba de ello era el amargo carácter con el que había sido bendecido el precioso pelinegro.
 
Sintiéndose furioso ante la presencia de la nerd en sus pensamientos, no se dio cuenta del momento en que Sean y compañía salieron de la tienda. Los ojos del castaño posándose enseguida en los de color miel, y el poseedor de éstos sonrojándose ante la inesperada sorpresa.

El incómodo sentimiento que trepó por la garganta del pelinegro lo hizo carraspear, y evitando hacer contacto visual con él y admirar aquella ridícula sonrisa que su alumno poseía, dio un paso atrás.
 
— Vaya, que sorpresa — silbó el ojimarrón, mordiendo el interior de su labio cuando la mujer de baja estatura lo observó con recelo, recordándolo casi de inmediato—. Profesor Dante, nunca esperé encontrarlo en este lugar.
 
— Señor Martín — se obligó a pronunciar, mordiéndose la lengua y sintiendo como un sudor frío resbalaba por su espalda. Sabía que estaba en problemas, demasiados, y tan sólo esperaba que James fuese consciente y no propiciase un indeseado escándalo—. También me sorprende verlo por acá.
 
— Es que, si me permite decirle, casi no lo reconocí sin sus tatuajes al aire y el cuerpo transpirado — murmuró, un gesto atrevido que fue respondido con los ojos abiertos de Sean. El ceño de Zoe frunciéndose, y una pequeña risa abandonando la garganta deliberada del menor.
 
— ¿Qué quiere decir con eso? — Cuestionó la pelimarrón, una mirada amenazante hacia su novio, y éste tragando saliva ante la pronta presión que sentía. Había estado percibiendo las emociones engorrosas durante toda la semana, y jamás pensó que volverían tan pronto luego de haberlas superado, aunque sea un poco, James quería verlo muerto.
 
— Es un chiste interno, cielo. Jamás lo entenderías — respondió el castaño por él, apresurándose. Los ojos mieles posados en la sonrisa falsa que James le dirigía a Zoe, y el cuerpo de la mujer templándose ante el desagrado—. Por cierto, mi nombre es James Martín. Tú debes ser la prometida de mi profesor, digo, disculpa mi atrevimiento, pero ¿acaso el novio puede ver la vestimenta de la novia antes de la boda?
 
Ignorando por completo la pregunta, Zoe echó un rápido vistazo a Sean, y volviendo la sonrisa imitada hacia James, estiró su mano—. Zoe Parker, pero puedes decirme Zoe.
 
»— Y sé quién eres, Sean me ha hablado de ti, James.
 
Ante aquella comprometedora confesión, James sintió sus ojos brillar. Su mirada viajando hacia el rostro de su profesor, y la tonalidad de éste comenzando su metamorfosis hacia un tono escarlata. La sonrisa en los labios rosados del menor extendiéndose, y los ridículos latidos de su corazón latiendo con una fuerza inhumana. Desde luego, su expresión física no demostrando la explosión que sufría su interior, y la sonrisa no dejando su natural coquetería, aquella había sido una muy buena ilusión, y tan sólo esperaba que no cayera como muchas otras.
 
— ¿Le habló sobre mí, profe? — Cuestionó, jocoso. Cuando el pelinegro desvió su mirada nerviosa y suspiró con fuerza, se prometió a sí mismo el no dejar que James lo avergonzase una vez más, aunque le pareciera bueno. Intentando ser cortante, y apretando su mandíbula de forma teatral, evitando un tonto problema con Zoe luego, él irguió la espalda.
 
— Sí, lo hice — respondió, pareciendo calmado. Las cejas del castaño moviéndose, y la mujer cogiendo el brazo del pelinegro y envolviéndolo con el suyo, gesto que enloqueció los celos de James —. Le dije que eres el peor alumno que he tenido, el más necio e insoportable, de hecho.
 
De inmediato, y tras soltar aquel palabrerío, Zoe sonrió con ganas, y acariciando su mejilla contra el hombro de Sean, ella miró con egocentrismo a James, quien sin demostrar sus emociones (como siempre estaba acostumbrado) sonrió de manera divertida, evitando denotar lo muy mal que le había caído aquel comentario.
 
Sean estaba siendo malo, y, James se las cobraría todas. Una a una.

— En fin, que bueno haberlo encontrado por acá, Profesor Dante — comenzó el castaño, ideando un nuevo plan. El pelinegro de inmediato lo intuyó pues, sus orbes suplicantes mirando con sagacidad la sonrisa irónica que adornaba el precioso rostro de James, y a su vez, sintió la presión que hacía Zoe sobre su brazo, pidiéndose retirarse. Pero él no podía hacerlo—. Me estaba preguntando si podría obtener su número telefónico. El parcial que tendremos con usted en unos días me será muy difícil estudiar sobre el tema solo, me preguntaba si podría recibir clases particulares, yo le pagaré con lo que usted quiera. No importa el precio, podría ser una mamada, de dinero — y soltando una desprevenida risa, notó el cuerpo frente a él tensarse. Los ojos de la nerd viajando fugaces y su ceño frunciéndose ante la descabellada frase que el joven chico había soltado—. Entonces, ¿me dará su número?
 
— No tengo tiempo para dar clases particulares, señor Martín — respondió casi de inmediato, su voz temblando y sus entrañas retorciéndose ante las sucias ideas que surcaron por sus pensamientos. Desde luego, él sabía hasta donde su alumno deseaba llegar, y sin poderlo negar, él también lo anhelaba—. Y esto no estaría ocurriendo si dejara de joder en mis clases y comenzar a prestar un poco de atención.
 
— Oh, vamos — murmuró, un puchero actuado en sus labios, provocando las ganas del profesor, quien escuchando el resoplido furioso que dejó salir Zoe, recordó que no podría enloquecer y lanzarse a por James en aquel justo momento—. Prometo no quitarle mucho tiempo, soy rápido cuando me lo propongo, creí que eso ya usted lo sabía. Muy rápido, sí.
 
Notando las extrañas mejillas sonrojadas de su prometido, Zoe se separó de él, sus brazos cruzándose al sentirse excluida de la conversación, y su irritación aumentando cada segundo más. Desde luego, a ella no le caía bien James, y todo esto por el resentimiento que sentía hacia él desde el día de la cafetería.
 
— Vamos, dale el número si es que así se va, tenemos cosas que hacer — gruñó, llamando la atención de ambos hombres. El pelinegro mirándola con una tilde de sorpresa, y los dientes de James apretándose con suprema rabia, sin embargo, una nueva sonrisa se postró en su rostro.
 
— Deberías escuchar al ratón, la comunicación es un factor importante en las relaciones — dijo James, una mueca burlona cuando los ojos mieles se entrecerraron, a la vez que suspiraba. Riendo, James decidió que la hora de jugar aún no había acabado—. Aunque no tanto como lo es el buen sexo, ¿cierto, Profesor Dante?
 
— Basta, debemos irnos — soltó de improvisto el pelinegro, sintiendo como las gotas de sudor bajaban por sus sienes. Cogió el teléfono que James habría sacado del bolsillo y anotó su contacto, siendo vigilado por ambas miradas que lo hacían carcomerse en su propia infidelidad—. Ha sido un gusto encontrarlo por acá, señor Martín, nos veremos en clase.
 
— Como sea, — dando un paso despreocupado al frente, echó un rápido vistazo hacia la mujer que lo observaba con desprecio, y riendo ante la imagen, se acercó al oído del pelinegro— Espero que aceptes darme clases particulares, muero por estar a solas contigo, de nuevo.
 
Y sin siquiera percatarse del furioso sonrojo que se apoderó del rostro del pelinegro, él siguió su camino, dando pasos largos para dirigirse a los baños, no sin antes echar un último vistazo a la pareja de pie en el mismo lugar, no complementándose en ningún aspecto.
 
— Me ofendió y no le dijiste nada— Cuestionó la mujer, sus grandes anteojos siendo acomodados en el puente de su nariz, y la voz autoritaria entrando en las venas del joven profesor. Sin siquiera poder explicárselo a sí mismo, Sean encogió sus hombros, intentando no parecer demasiado sospechoso en cuanto a lo que James causaba en él. — ¿Qué rayos fue todo eso?
 
— No fue nada — respondió, aclarándose la garganta y sintiendo la pronta vibración que propició su móvil en el bolsillo de su pantalón. Sacándolo, por supuesto, bajo la atenta mirada de Zoe.
 
"Número desconocido te ha enviado una imagen.
Imagen no apta para menores de 18 años.
 
Piénsalo.
 James xxx."
 
Desde luego, contra la polla de James, nadie podría competir.
 

Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora