A la mañana siguiente, James se despertó con el leve tintineo de su celular, que vibraba sobre la mesilla de noche. Abrió los ojos lentamente, parpadeando contra la luz del sol que se filtraba por las cortinas. Tomó el aparato en sus manos y vio que tenía un mensaje de su profesor:
"Estoy enfermo por tu culpa, puedes venir a mi casa para las clases particulares, piso 7, apartamento 306, ya te sabes lo demás"
Una sonrisa traviesa se dibujó en los labios de James al leer el mensaje. Recordó el día anterior, cuando su cercanía con Sean, a pesar de estar con gripe, había llevado a un intercambio apasionado de besos. Estaba claro que había transmitido algo más que su deseo; Sean había caído enfermo.
James salió de la cama de un salto, su cuerpo vibrando con una energía renovada. Se dirigió al baño y giró el grifo de la ducha, dejando que el agua tibia comenzara a caer. Cerró los ojos y dejó que el líquido reconfortante lavara el sueño de su piel, relajando sus músculos y despejando su mente.
Mientras el vapor llenaba el baño, James pensó en la inusual relación que tenía con Sean. Era un juego peligroso, lleno de provocaciones y deseos ocultos, pero también era emocionante. Terminado su ritual matutino, se secó rápidamente y se vistió con ropa cómoda pero presentable, sabiendo que debía mantener cierta apariencia para la visita a casa de su profesor.
Se dirigió a la cocina, esperando encontrar a su madre, pero la casa estaba en silencio. Al parecer, aún seguía dormida. Aprovechó para tomar una manzana del frutero y morderla mientras agarraba sus llaves y el casco de su motocicleta.
Salió de la casa, el aire fresco de la mañana lo recibió con una ráfaga vigorizante. Montó en su moto y arrancó el motor, disfrutando del rugido bajo y constante que prometía un viaje rápido y emocionante. Mientras avanzaba por las calles, su mente no podía evitar volver a la imagen de Sean, enfermo en su casa, esperándolo. Había una mezcla de preocupación y anticipación que lo mantenía alerta.
El edificio residencial era bastante atractivo. James estacionó fuera de éste y bajó con el casco en manos, para echar un vistazo hacia arriba, entrecerrando los ojos debido a la luminiscencia que lo cegaba.
La emoción convulsa recorría su cuerpo de pies a cabeza, y sus entrañas se retorcían gracias a la inquietud que había comenzado a adueñarse de él. Cuando estuvo en la recepción y el guardia lo dejó entrar luego de pedirle sus datos, James se encaminó hacia el ascensor. Piso 7, departamento 306. Las palabras del pelinegro habían estado deambulando por su cabeza durante todo el camino, y aquel dato fue casi imposible de olvidar una vez lo tuvo a su disposición.
Frente a la puerta blanca, James tomó una fuerte respiración. Podía sentir sus manos húmedas una vez más, y se sintió un fracasado ante aquel hecho. Cuando tocó el timbre, un escalofrío interminable recorrió por completo su columna, y al momento en que la puerta fue abierta, la sonrisa que segundos antes había aparecido en su rostro, por completo se esfumó.
La mujer de cabello marrón admirándolo con una ceja alzada, y los ojos cafés diagnosticándolo a través de sus grandes anteojos. Martín sonrió, y adoptando una posición erguida, él señaló hacia adentro.
- ¿Se encuentra Sean? -Preguntó, una voz gruesa y actuada. Zoe entrecerró los ojos, colocando una mano en su cadera y haciendo una mueca llena de desprecio.
-Sí, pero él no está disponible en este momento -dejó saber, cien por ciento dispuesta a correr al chico de allí-. Mucho menos para ti.
-¿Disculpa? -James de inmediato soltó una risilla carente de diversión, y mordiendo su labio lleno de furia, evitó gritarle mil cosas de las que, jamás se arrepentiría-. Tenemos clases particulares.
-Lamento decirte que no se podrá, pero gracias por venir -dijo, prensando sus labios y percibiendo como su interior comenzaba a flamear. Ella no quería discutir con aquel niño, pero su instinto le decía que aquello era lo que justo debía hacer.
-No entiendes -exasperado, Martín puso los ojos en blanco. Por supuesto, aquella ratoncita de laboratorio no le diría lo que debía hacer. Y el tan sólo recuerdo de que era la prometida de Sean, le hizo arder. Gruñó por lo bajo, sus celos desprendidos, al igual que el pronto nudo que amarró su corazón.
Zoe soltó una risa petulante, y entrecerrando los ojos, peinó su cabello suelto hacia atrás-. No, James, el que no entiende eres tú. Por favor, retírate antes de causarle más malestares a Sean; él no se sentiría feliz de verte. ¿Crees que no sé quién eres? ¡Por supuesto que lo sé! Eres insoportable, y si fuera por mi prometido, él jamás te volvería a ver en su vida. Ahorrémonos dolores de cabeza, ¿de acuerdo?
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Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BL
SonstigesHistoria I. Sean Dante es un respetado profesor de literatura, comprometido con su novia y a punto de casarse. Sin embargo, bajo su apariencia de cordura y lealtad, se esconde un oscuro deseo que solo James Martín, su estudiante más odiado, logra d...