Sean se levantó de la cama sintiendo la debilidad provocada por la fiebre que lo había mantenido en un estado de agotamiento constante. La habitación, bañada en la luz tenue de la tarde, parecía un reflejo de su propia mente: confusa y sombría. Zoe, de pie junto a la puerta, lo observaba con una expresión que mezclaba desprecio.
—Fíjate bien, Zoe —dijo Sean con voz temblorosa, pero cargada de ira contenida—, no te creas que te estoy permitiendo hacer lo que te dé la gana porque tenga miedo de tu maldita lengua.
Se acercó a ella con pasos vacilantes y la agarró con fuerza del brazo, sus ojos clavándose en los de Zoe con una intensidad que la hizo retroceder un paso.
—Es cierto que tú conoces mi pasado, lo mucho que disfrutaba follar con hombres —gruñó entre dientes, el dolor y la furia mezclándose en su mirada.
Dentro del closet, James escuchaba todo sin poder salir, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Estaba atrapado en un dilema que no sabía cómo resolver.
Zoe se rió amargamente, una risa que resonó en la habitación como un eco de desprecio.
—Es cierto, Sean, pero pensaba que te iba a poder ayudar a curarte. Eso que te pesa no es normal.
Sean apretó la mandíbula, su rostro contrayéndose en una mueca de dolor y frustración.
—Ya basta, Zoe.
—Escúchame, Sean. Para los dos es mejor la boda. Cuando nos casemos, todo va a cambiar. Nadie sabrá tu pasado, ni siquiera tus padres, y yo seré feliz porque estaré casada contigo.
Sean la miró duramente, pero su debilidad se había apoderado de sus piernas, haciéndolo caer de nuevo en la cama. Zoe se inclinó sobre él, su voz suave pero cargada de veneno.
— Estás enfermo, Sean. Es mejor que no discutas más conmigo y solo hagas lo que es bueno para ti, que por supuesto es lo que yo te digo.
La furia de James había alcanzado su límite. Con un grito de rabia, le pegó una patada a la puerta del closet, rompiéndola en el proceso. Zoe pegó un grito de terror al verlo salir de su escondite, sin tener idea de que él estaba ahí.
—¡Maldita rata! —gruñó James, cogiendo a Zoe por el cuello y pegándola contra la pared.
—¡Déjame ir! ¿Te has vuelto loco?
—James, déjala —dijo Sean, su voz débil pero firme.
James, fuera de sí, miró a Sean con incredulidad.
—¡Que la sueltes, James, maldita sea!
James la soltó y la escuchó toser, su rabia aún palpitando en sus venas.
—¿Es por eso que te vas a casar con esta bruja? Por el amor de Dios, Sean, no eres un niño. No puedes permitir que te siga amenazando de esa manera.
Sean lo enfrentó con la poca energía que le quedaba.
—Vete de mi casa, James, lárgate, tú sólo estás para joderme la vida y mi tranquilidad, te lo dije, esto no puede ser.
James alzó la cabeza con firmeza, su rostro una máscara de dolor y furia.
—Jódete la puta de vida, pero no te atrevas a buscarme, porque te juro que te voy a moler a golpes —le gritó, empujando a Zoe al suelo antes de salir de la habitación.
Zoe, aún en el suelo, miró a Sean con una mezcla de confusión.
—¿Qué hacía ese chico aquí? ¿Estaban acostándose cuando llegué? —preguntó con voz temblorosa—. Eres un asco.
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Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BL
RandomHistoria I. Sean Dante es un respetado profesor de literatura, comprometido con su novia y a punto de casarse. Sin embargo, bajo su apariencia de cordura y lealtad, se esconde un oscuro deseo que solo James Martín, su estudiante más odiado, logra d...