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Aquella mañana había resultado ser por completo exasperante para James. Sus ánimos no estaban para nada dispuestos y un agotamiento emocional dominaba por completo su cuerpo; haciéndolo quedarse bajo las mantas, imposibilitado siquiera, a poner un pie afuera e ir a la universidad. Minutos antes, él había decidido que aquél no sería un buen día para asistir a clase o quizá, para encontrarse al profesor Dante por los pasillos.

Después de haber arribado a su casa, él habría estado pensando en el rechazo de Sean y en el problema que casi provoca en el bar, lo que menos deseaba era ponerlo en peligro, debía alejarlo de sus peleas callejeras.

De igual manera, James no pudo esconderse en su cueva por mucho tiempo, porque cuando fueron las once de la mañana, tuvo a sus dos mejores amigos irrumpiendo en su habitación sin permiso alguno. Él los habría estado evitando durante todas aquellas horas transcurridas; ignorando sus mensajes.

— ¡Hey! ¿Qué te pasa? — Cuestionó un malhumorado Mark cuando se dejó caer a un lado de la cama del castaño, siendo secundado por Alex.
 
— No es divertido cuando nos ignoras — prosiguió Alex, echando su cabello hacia atrás—. Se supone que somos compañeros de crímenes, en nuestro reglamento está establecido el no ignorar a nuestros hermanos. Si no puedes con ello, te vas.
 
—  ¿Qué? — Mark observó a Alex, haciendo una mueca por completo confundida—. ¿Podrías dejar de decir estupideces por una vez en tu vida?
 
Y tras aquella pregunta rebosada en orden, Alex se sonrió, pero por supuesto, quedándose en silencio casi de inmediato. James obviaba la presencia de sus dos amigos, aunque desde luego, su pensamiento había sido interrumpido hacía minutos, cuando ellos decidieron entrar a su santuario.
 
— ¿Soy tan malo? — Cuestionó de pronto, tomando por sorpresa a los dos chicos que lo observaban con extrañeza. James mantenía su mirada perdida, no por completo interesado en admirar los gestos que poseían los rostros de sus amigos. Todo permaneció en silencio y James en su misma posición, pero cuando un bufido llenó el emplazamiento, él se miró observando a su obstinado mejor amigo
 
— ¿Eres tonto?
 
— Lo es — respondió Alex, soltando una pequeña y traviesa risa. James rodó los ojos, levantándose de su cómodo puesto y tomando asiento, sintiéndose así menos intimidado.
 
— ¿Por qué preguntas eso? — Volvió a preguntar Mark, mirándolo con un gesto ridículo o al menos James pensaba aquello—. Digo, según lo que nos has dicho, lo tienes a tus pies. ¿Por qué no estarías llamando su atención?
 
— Porque, intenté llegar a otro nivel y él me dijo que no estaba listo. Es decir, había tomado una decisión; la decisión de dejarse follar. ¿Por qué se siente inseguro? ¿Estará pensando en arrepentirse?
 
Aquellas preguntas que abordaban desde la madrugada la cabeza del castaño, explotaron en el momento justo. Dos pares de ojos azulados observándolo con fijeza y su pecho oprimiéndose ante la idea que comenzaba a formularse en su cabeza. Y es que no evitaba sentirse como un completo fracasado porque, después de todo, él no había avanzado nada.
 
O no mucho.
 
— Supongo que tiene mucho en qué pensar — murmuró Alex, mordiendo el interior de su mejilla. Cuando las dos miradas de sus compañeros se posaron sobre él, encogió sus hombros. Y es que Alex, a lo largo de toda aquella extendida e infinita amistad, no hubiere dicho nada inteligente. Aquél parecía ser el argumento que marcaría la diferencia—. Está por casarse y sí, aceptó tu propuesta o al menos eso dio a entender, pero eso no significaba que estaría por completo preparado para la primera arremetida. Quizá él también quería hacerlo, pero por cuestiones personales no pudo llegar hasta el final.
 
»— Dudo que sea porque no le gustas o algo por el estilo. Desde luego que lo vuelves loco, pero, él podría necesitar tiempo o quizá, tan solo ver que te alejas de todas malas compañías, sabemos que casi te vas a los golpes con Adam y hombre, ese tipo es alguien que no quieres pegado a ti.

Ambos pares de ojos aún fijados en sí y la pronta sonrisa de Mark extendiéndose deliberada por sus labios, para pronto dar una palmada al hombro de Alex y asentir en dirección a James, quien parecía por completo incrédulo ante las sabias palabras de su terrible mejor amigo.

— ¿Te tragaste a un consejero? — James preguntó con diversión, desapareciendo el gesto compungido que no habría podido dejar de lado desde la mañana.

—Alex tiene razón, James —Intervino Mark. — Sean te gusta mucho y no quieres buscarle ningún tipo de problemas, pues debes comenzar a hacer las cosas bien, deja atrás esos malos pasos, yo también me lo estoy planteando.

—¿Y a ti que te pasa? —quiso saber un confundido James. —Hasta hace unas semanas te gustaba ir al bar y apostar. —¿A dónde se ha ido el apostador?

— Sólo hablé hoy con el profesor Diego — soltó, moviendo su mano de manera despreocupada—. Puedes tener buen léxico y aprender a ser maduro con tan sólo intercambiar unas cuantas palabras con ese hombre.
 
— Dudo que podamos llegar a ser maduros algún día, pero, tienes razón — aceptó Alex, volviendo a mover su cabeza de arriba hacia abajo. Una risa jocosa escapando de la garganta de James y un pronto brillo alumbrando su mirada antes opaca. — Me refiero también a que Diego es sexy y sabio.

El ceño de Mark se vio fruncido y poniendo los ojos en blanco, escuchó la enardecida carcajada que soltó James. Al menos, agradeció que la estupidez de Alex lo hiciera reír.

— Ahora lo confirmo, jamás podrías haber dicho tales cosas como aquellas por ti mismo, amigo — James se calmó, limpiando una lágrima teatrera cuando Mark admiró sus uñas en una actuación presumida y desinteresada.

— Bueno, ahora que te encuentras feliz y que has escuchado el momento poco malhumorado que tuvo el cerebro de Mark, creo que debes dejar de pensar cosas idiotas. Sí, puede que Sean esté confundido y no por completo seguro de hacer esto que quieran hacer o puede que sienta un poco de temor, pero sin duda alguna, tú llamas su atención. Así que propongo que te levantes, te arregles y vayas a la universidad a buscarlo. Como dice Mark, él sólo necesita que tú no estés rodeado de problemas y tú eres la persona perfecta para acabar eso.

El castaño de inmediato pensó, ¿debería hacerles caso a sus amigos? Él sabía lo tontos que llegaban a ser, pero sin duda alguna, solían tener razón en la mayoría de sus argumentos. O al menos Alex.

Cuando su cabeza comenzó a procesarlo todo, sonrió. ¿Cómo había podido llegar a sentirse de aquella manera tan patética? Había pasado muchos años luchando por conseguir a Sean y ahora que lo tenía, ¿pensaba de más? Por supuesto que no y prometía no volver a dejarse llevar por sus tontas emociones.
 
— Iré — cedió el castaño, sus cejas disparándose hacia arriba cuando sus dos mejores amigos chocaron las manos en una celebración aniñada—. Y prometo no volver sin haberlo hecho mío.
 
— Eso, sabemos que lo lograrás — animó Alex, desparramándose en la cama del más alto cuando éste se puso de pie y caminó hacia el baño—. Ahora apresúrate. No todos los días tienes la oportunidad de follarte a Sean en un salón de clases.
 
— Alex, por favor — se sonrió Mark, rodando los ojos y cogiendo el mando a distancia para encender la televisión. James parecía no prestar atención a ellos, pero estaba escuchándolos. Deshaciéndose de su ropa e introduciéndose en la ducha, sintió la emoción recorrer su cuerpo entero. Y es que, aunque sonase patético, Alex tenía razón.
 
— Y ¡oh, James! — Llamó Mark, gritando más alto de lo necesario—. Será mejor que te des prisa. Escuchamos a Sean hablando por teléfono, suponemos que con su fea prometida. Él le decía que la llevaría a almorzar. Debes llegar con él antes de que sea demasiado tarde.

Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora