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El ascensor descendía lentamente, cada piso parecía una eternidad para Sean y James. La tensión de la reciente confrontación con los padres de Sean aún flotaba en el aire, palpable y densa. Las paredes del ascensor, de un metal frío y brillante, reflejaban sus rostros pensativos y serios. El zumbido monótono del ascensor les daba un respiro momentáneo de la turbulencia emocional.

Llegaron al vestíbulo del condominio, un espacio amplio y elegante, con suelos de mármol y plantas ornamentales estratégicamente colocadas. El portero, un hombre mayor con semblante amable.

James se dirigió hacia su moto, estacionada cerca de la entrada. Era una máquina imponente, negra y reluciente, que parecía fusionarse con la oscuridad. Se subió con destreza, acomodándose con familiaridad en el asiento. Sean, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo, apoyó sus manos en los hombros de James antes de sentarse suavemente en el asiento trasero. James tomó sus manos con firmeza, colocándolas alrededor de su cintura, y Sean no pudo evitar sonreír y besar el cuello de James, sintiendo el latido acelerado de su novio bajo sus labios.

—Toma, amor —dijo James, entregándole su casco.

—Gracias, bebé —susurró Sean, colocando el casco con cuidado.

James puso la moto en marcha, el motor rugiendo como una bestia enjaulada, ansiosa por correr libre. Avanzaron por la autopista, que se extendía ante ellos como una serpiente de asfalto iluminada por las luces de los coches. A pesar de la velocidad, todo parecía moverse en cámara lenta. Los coches avanzaban con parsimonia, y el viento frío de la noche les azotaba el rostro, mezclándose con el sonido del motor.

James, siempre atento, lanzaba comentarios para aliviar la tensión, logrando arrancar carcajadas de Sean, quien se sentía cada vez más relajado. En un momento de risa incontrolada, Sean miró hacia un lado y se percató de que dos hombres en un coche negro los observaban fijamente. La mirada era penetrante y algo en ella le hizo sentir un escalofrío, pero decidió no decir nada, optando por disfrutar del momento. Cuando la moto se desvió, notó con alivio que el coche negro había tomado otro rumbo.

Finalmente, llegaron a la mansión Carbone, una estructura imponente y majestuosa que se alzaba como un testimonio del poder y la riqueza de su dueño. La fachada iluminada revelaba detalles arquitectónicos exquisitos, y los jardines bien cuidados parecían sacados de un cuento de hadas. 

Sean no pudo evitar deslumbrarse.

—Es realmente enorme —exclamó Sean, maravillado.

—Sí, Vittorio Carbone es así de exagerado —respondió James, tomando la mano de Sean con firmeza mientras se acercaban a la entrada principal.

La puerta estaba abierta, como si estuvieran esperando su llegada. Entraron, y el recibidor los envolvió con su grandiosidad. Los techos altos, los candelabros de cristal y el mobiliario de lujo hablaban de un estilo de vida opulento. Desde el despacho cercano se escuchaban voces, una mezcla de ira y autoridad que hacía eco en el silencio de la mansión.

James decidió encarar el origen de las voces, caminando hacia el despacho con Sean a su lado. Al entrar, la figura imponente de Vittorio dominaba la sala. Su mirada se clavó en ellos con una mezcla de furia y desdén.

—¿Se puede saber para qué me necesitas? —dijo James, firme.

Vittorio desvió la vista hacia Sean, y la ira en sus ojos se intensificó. Sin previo aviso, avanzó hacia James, agarrándolo por el cuello de su chaqueta de cuero y propinándole un cabezazo que lo hizo caer de rodillas. Sean, al ver eso, sacó un valor y una fuerza que no sabía que tenía y se lanzó sobre Vittorio y le dio un golpe en la cara, su puño impactando con una fuerza descomunal.

Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora