Acostado en la comodidad de su cama, y admirando a James, Sean notó el morral que éste llevaba en su espalda; entrecerrando los ojos de manera sospechosa, él apenas señaló, no sin antes mirar el espacio vacío a su lado donde, por supuesto, solía dormir Zoe.
James se acercó a su costado, sentándose y sonriendo ante la mueca interrogativa que poseía el precioso hombre, la cual pronto se vio interrumpida por la pregunta de éste mismo.
-¿Qué traes en ese bolso? -Susurró, su voz forzada y baja, aunque no demasiado para que Martín hiciese oídos sordos. Elevó sus cejas-. Digo, espero no te ofendas, pero jamás te vi llevar uno en todo el tiempo que llevo siendo tu profesor.
Soltando una risotada, James puso los ojos en blanco, y acercando su mano hasta las mejillas cubiertas de barba del mayor, sonrió con ternura-. ¿Recuerdas lo que te dije cuando pedí tu número?
-Sí -afirmó, entrecerrando un ojo ante el recuerdo, sonrió-. Me lo estuviste diciendo mucho después. También yo te lo dije cuando fuimos a tu casa, ¿de verdad quieres clases particulares?
James de inmediato encogió sus hombros, abriendo el morral y sacando un lápiz y un cuaderno. Los ojos amielados lo observaron con completa curiosidad, y tras unos segundos en pleno silencio, Sean se dio cuenta de que cada día lograba sorprenderse un poco más.
-La verdad es que necesito aprobar Lengua -murmuró, mordiendo su labio de manera provocativa. Las cejas del pelinegro se ampliaron de manera extraordinaria y Martín soltó una risilla divertida-. Lengua y muchas otras, creo que el rector de la universidad no me tiene mucho aprecio y quiere sacarme.
-Oh -De inmediato, la boca del mayor formó una mueca graciosa, la cual se vio interrumpida por la pronta tos que lo atacó. James suspiró, acomodándose mejor en su puesto y recostando la espalda de la cabecera-. ¿Por qué no lo mencionaste antes? hubiéramos podido estudiar en serio.
-Uhm, no -negó, una risa estrepitosa contagiando al pelinegro-. Hoy en lo que menos pensaba era en estudiar, debes creerme.
-¿Y ahora? -Desviando su mirada hacia algún lugar indescifrable, Sean sintió el sonrojo comenzar a hacerse dueño de él, y aclarándose la garganta de manera dolorosa, negó mientras mordía el interior de su mejilla-¿Piensas en estudiar?
El castaño vaciló por un momento, impactado por el cambio tan drástico que había dado aquella conversación. ¿Ahora Sean era el atrevido? Desde luego, eso a él le encantaba de sobremanera, pero tampoco estaba dispuesto a que su precioso profesor le desplazase el puesto. Las cosas tenían que seguir como marchaban, de otro modo, sabía que no sería igual de divertido. Irguiendo sus hombros de manera orgullosa, James abrió el cuaderno, expresando de forma muda su respuesta a la interrogante dada, aunque por supuesto, él estuviera quemándose por dentro. Las terribles ganas de follarlo, haciendo mella en él.
- No, no lo hago -respondió, minutos después. Cuando posó su mirada en la contraria, el pelinegro estaba mordiendo su labio aún. Sus piernas entumeciéndose ante la vista y sus deseos desbordándose poco a poco. Él debía controlarse-. Pero no te follaré este día, Sean.
-¿Por qué? -Se atrevió a preguntar, la pronta decepción absorbiendo su cuerpo, y es que, aunque él se sintiese mal, deseaba sentirse abordado por Martín-. Creí que eso era lo que querías, que por eso habías venido. Es como que te lo prometí.
-Y lo quiero, bebé -animó James, admirando el gesto doloroso que se posó en el rostro del mayor cuando se movió en la cama-. Pero mírate, estás hecho polvo y no quiero seguirte arruinando. Así que hoy estudiaremos, no besos y no follada para usted, profesor Dante, no deseo enfermarme de nuevo, aunque yo haya sido el causante de su tortura, en gran parte es su culpa por haberme provocado a mitad de mi gripe.
James admiró de inmediato el ligero puchero que se formó en los labios del mayor, y sonrió de lado cuando se mordió las ganas de mandar al carajo su parlamento anterior. Los ojos color miel viéndose apagados, una extraña combinación que logró atraer más al castaño. Y antes de poder cometer una completa locura, James decidió dejar el tema de lado; sintiéndose estúpido de pronto. Había estado pensando en llegar y acoger el cuerpo delgado del profesor entre sus brazos, para hacerlo suyo incontables veces como el día se lo permitiese, pero al momento en que observó la condición en la que el pelinegro se encontraba, supo que aquél no era un buen momento para ejecutar sus deseos.
»- A dónde habrá ido la ratoncita, ¿eh? -Cuestionó, un tono divertido que se ganó una mirada entrecerrada por parte del pelinegro, quien pronto se vio soltando un suspiro exasperado mientras dirigía su mirada al techo.
-Luego de que la enfrenté, viste lo enojada que salió de aquí.
-Tienes que decidirte Sean, ella no te gusta.
-No quiero hablar de eso -murmuró, negando con la cabeza. Una mueca desagradable en su rostro; y es que el estar hablando de su prometida junto con la persona que participaba en la infidelidad contra ella, lo ponía enfermo. Aún más de lo que ya se encontraba-. Ella es demasiado complicada, pero no es mala persona, es una buena amiga y me ha brindado ayuda.
-No te castigues a ti mismo, está claro de que no la vas a dejar y ese arrebato que te dio hace unos minutos es algo fugaz, porque vas a volver a lo mismo - dijo furioso.- ¿Empezamos a estudiar? Tu examen es mañana y necesito sacarme un diez.
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Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BL
RandomHistoria I. Sean Dante es un respetado profesor de literatura, comprometido con su novia y a punto de casarse. Sin embargo, bajo su apariencia de cordura y lealtad, se esconde un oscuro deseo que solo James Martín, su estudiante más odiado, logra d...