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Era lunes por la mañana y Sean había dado su primera clase, para beneficio de él, no había visto a su James aún y no tenía que continuar con aquella conversación que se había quedado a medias y con muchas cosas por decir.

Dejaría atrás su pasado y se dedicaría únicamente a los planes de boda con su prometida, nada ni nadie podía cambiar su estabilidad que tanto había luchado por conseguir.

¡Él jamás le sería infiel a su novia! Menos aún con el pensamiento, porque, James no era sólo su estudiante y que se preocupara por su bienestar no era excusa para cometer un acto tan sucio.

Entrando en el baño de profesores, miró su reflejo en el espejo, tenía unas ojeras terribles bajo sus ojos, y es que en todos aquellos años jamás se vio tan estresado como lo estuvo el fin de semana y excusándose que podrían ser producto a la boda, abrió el grifo, echándose agua en el rostro, intentando refrescarse

El rebote de unos nudillos en la puerta, lo hicieron mirar sobre su hombro. Cogió unas cuantas toallas de papel y secó su rostro, para pronto murmurar un callado—. Está ocupado.

Creyó que aquello sería suficiente, pero se vio sulfurado cuando el toque se volvió a repetir; frunciendo el ceño, irguió la espalda, y sin apartar sus manos de la cerámica que sostenía el lavamanos, suspiró.

— Está ocupado — dijo, esta vez más fuerte, escuchando el pronto silencio del lado contario.

Cuando pensó que habían entendido, él mordió el interior de su mejilla y peinó los mechones de cabello por detrás de su oreja.

Un nuevo jadeo escapó de su garganta cuando la puerta fue tocada una vez más, y frunciendo el ceño, dispuesto a ser grosero y gritarle mil cosas a la persona irritante que esperaba fuera, él abrió la puerta; pero no pudo hacer mucho antes de mirar aquel gesto jocoso. Enseguida fue empujado hacia el interior del emplazamiento, admirando como James cerraba la puerta tras de sí, abrió la boca para decir algo, pero nada salió.

Las manos del chico pronto se aproximaron a su camisa, haciéndolas puño sobre la tela y jalándolo hacia al frente, sus pechos juntos cuando Sean parpadeando, sintiendo su corazón por completo acelerado.

— ¿Por qué no te he visto hoy? — cuestionó James, su mirada brillante ante la pronta cercanía; aunque su tono escuchándose fuerte y demandante. —¿Me estás evitando? No quieres confesarme tu sucio pasado.

En aquel preciso instante, el hombre reaccionó e intentando liberarse del agarre, soltó un gruñido.

— ¿Qué haces aquí? ¡Es un baño exclusivo para profesores! — Intentó, pero tan sólo consiguió una sonrisa por parte del menor—. Señor Martín, por favor.

— Te gusto — volvió a comentar, su voz burlona esta vez—. ¿Te gusto?

— Sal de aquí — ordenó, logrando zafarse y retrocediendo con pasos torpes. Su trasero chocando contra el lavamanos y su gesto pintando entre el horror y el enojo. James entrecerró los ojos, relamiendo sus labios, y tras una sonrisa; se cruzó de brazos—. ¡Salga de aquí ahora mismo, James!

— Vamos, no seas tan cruel — bromeó, mordiendo su labio —. Estabas muy interesado en ayudarme, me dejaré ayudar si te reconoces que te encantan las pollas.

— ¡Basta! — Gruñó, empujando el cuerpo del estudiante y abriendo la puerta—. ¡Estoy cansado!

James mordió el interior de su mejilla. Quizás había sido una idea demasiado arriesgada y tan sólo consiguió que su profesor lo detestara, pero quería acercarse a él de alguna manera estaba desesperado.

— Bien, me iré — declaró, una última mirada—. Pero tan sólo porque tengo clases y no deseo llegar tarde, el Profesor Dante a veces suele ser muy amargado, sin embargo el camarero Sean. — con aquella última broma, él abandonó el pequeño baño, no sin antes guiñarle un ojo al hombre, quien, con el corazón palpitando con fuerza en sus oídos, salió y cerró la puerta detrás de sí.

Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora