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Las palabras de James habían sido por completo estimulantes para él y no lograba comprender cómo después de todo, había caído en su trampa. Estuvo previniendo que algo de aquella magnitud ocurriese, durante mucho tiempo; y ahora no evitaba pensar que lo había mandado todo por la cañería del inodoro. James había conseguido lo que siempre había deseado y Sean no había objetado ante ello. Quizás lo hizo en un principio, pero una vez que su pene traspasó aquella barrera cubierta por un par de carnosos y provocativos labios rosados, no supo qué demonios hacer, más que disfrutar como su alumno le había pedido.
 
Ahora se sentía más avergonzado, quizás tanto como cuando observó a James tragar su semen, gota a gota. Y es que no podía ver la cara de su prometida después de aquel fatal y prohibido encuentro. ¿Qué podría decirle? "Cariño, ¿recuerdas al chico malo de mi salón? Bueno, dejé que me hiciera una fabulosa mamada ayer, espero no te importe" ¡Por supuesto que no!
 
Sean estaba por volverse loco y si pensó que su cabeza estaba dispersa los días anteriores, juró haberse equivocado por completo. Nunca había sido infiel a Zoe, en todo el tiempo que llevaban juntos; ni siquiera tuvo deseos de poder acostarse con otra persona (salvo, claro, James) y que ahora resultase estar metido en una situación similar, le hacía querer que la tierra lo tragase.
 
Sean ya no era el mismo, por supuesto que no. Aquel chico promiscuo había quedado enterrado en el pasado, y ahora era un hombre comprometido con una fabulosa mujer a su lado, esperando ansiosa el día de su boda para decir el "sí, acepto" que tanto habían deseado los dos.

Pero ahora él ya no se sentía tan seguro, no porque hubiera dejado de amarla, ni tampoco porque había descubierto que James le gustaba o alguna tontería de aquella índole. Él creía que Zoe era demasiado buena como para merecerlo y ahora recién se daba cuenta de ello, cuando permitió que la boca del insoportable y abusivo de James se estrellase contra su polla.

En su completa agonía, él había intentado llegar a millones de conclusiones, creando hipótesis ridículas que no venían al caso y buscando soluciones malas. No tenía una respuesta clara para sí mismo, pero había decidido que tendría una para James.

Para su mayor suerte aquella primera hora en el bar, no se lo había encontrado, todo estaba tranquilo porque el endemoniado James Martín no se encontraba en el local, su jornada laboral resultó ser bastante corta ya que dentro de unas horas tendría clases en la universidad, por lo tanto Arón había sido bastante flexible con él y lo dejaba marcharse a mitad de turno, sus horarios casi nunca coincidían con sus clases, pero se trataba de un día entre semana a media mañana, aun no era mediodía y algunos hombres casados frecuentaban el establecimiento acompañados de chicos mucho más jóvenes que ellos, aquellas imágenes le hacia recordar a él con James, se vio reflejado en esos hombres en unos cuantos años más.

Cuando llegó a la universidad luego de haber terminado su medio turno, tomó el merecido aire que sus pulmones necesitaron, para adentrarse a la facultad con la espalda erguida y pareciendo relajado, podía sentir los músculos de su cuerpo tensos con cada paso que daba y la saliva abandonar su boca en los momentos menos ideales. Él no quería hablar con James, por supuesto que no, pero era inevitable hacerlo.

Además, él era un hombre adulto, debía enfrentar sus problemas como tal. No huir de ellos como un estúpido niño asustado, esperaba que James no fuera aquel estúpido niño, porque juraba poder quebrar todos sus escrúpulos y golpearlo fuerte en el rostro. Aunque quizá aquello no resultase ser nada más que una inmensa frustración, ya que el chico no dejaría tan siquiera que le levantara la mano.
 
Cuando Sean se encontró irrumpiendo la animada conversación que compartían sus tres alumnos, sintió como el color desaparecía de su piel, al igual que su corazón comenzaba una veloz carrera.

Los ojos de James punzantes, mirándolo sin tapujos y una lasciva sonrisa surcando sus labios. Cuando escuchó las prontas risas que abandonaron las demás bocas, él supo que, lo que había ocurrido el día anterior, James no podría haberlo mantenido secreto.
 
— Necesito hablar con usted, señor Martín — murmuró, intentando que su voz sonase estable y no nerviosa. Sintió las diabólicas miradas de Mark y Alex sobre su cuerpo, pero intentó evitar encontrarse con ellas.
 
— ¿Qué podría ser tan importante, profesor? — Cuestionó el chico, con un tono por completo lleno de burla. El pelinegro enseguida infló sus fosas nasales, y tras exhalar el aire retenido, cerró los ojos por cinco segundos. — ¿No me diga que me extrañó en el bar?
 
— Me gustaría hablar a solas — comentó, frunciendo un poco los labios y dándose la vuelta, poco dispuesto a proseguir conversando con los otros dos chicos presentes—. Si gusta, sígame, por favor.
 
Desde luego, James no podía resistirse a una orden como aquella y todo porque era propiciada por los labios de Sean. Él sabía que, estuva metido en problemas, pero su pequeño halo de esperanza aún le decía que no todo estaba perdido. Sean podría haber resultado afectado el día anterior y si tenía suerte, sería a su favor.
 
Cuando ambos estuvieron a lo lejos del otro par, Sean soltó el aire que habían comenzado a retener sus pulmones. Tener a James allí, frente a él, era peor de lo que había imaginado.

Bilogía Sangre Y Poder: Perversos Deseos I || BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora