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ROCHEL

Aquella primera noche de febrero me quedé a dormir en casa de los padres de Dagna. A pesar de lo incómodo que fue usar mi elegante atuendo, me divertí; bailé con Thomas, bebí con mi mejor amiga y me tomé fotos con compañeros a los que pocas veces había dirigido la palabra. Algunos hablaban de lo bien que me había enfrentado a las cámaras y lo orgullosa que debía sentirme de ser la primera estudiante de la escuela que salía en televisión. Me sentí tan segura y refugiada entre ellos, que las miradas de Juliette no tuvieron efecto alguno en mí. Ella se pasó la noche sentada en un rincón, pensativa. Incluso me apenó verla tan ajena a los demás. Ni siquiera se había esforzado en divertirse o molestarme la noche. Me preocupaba más de lo que debía, pero no estaba en mis facultades para ayudarle después de todo lo que me había hecho, y no solo por lo ocurrido en la cafetería. Lo hubiese soportado fácilmente sin un largo historial de maltrato no estuviera de por medio.

Las siguientes semanas del mes pasaron entre copos de nieve cayendo del cielo y las preparaciones del carnaval. El jueves lardero o Weiberfastnacht se aproximaba, el día que comenzaba el carnaval en varias ciudades del país. Era una celebración que me entusiasmaba mucho y cuya estética me había inspirado para varios dibujos a lo largo de los años. Algunos estudiantes solían organizar salidas durante aquella época. Mi curso no fue la excepción. Era nuestro último año y todos se veían apresurados en crear memorias.

-Berit, tenemos que salir ese día. Emma invitará a los de nuestra clase al parque de patinaje -dijo Dagna mientras pintaba sus uñas de color azul a escondidas en plena clase de historia.

La idea no sonaba mal, aunque yo hubiese preferido ver con mi amiga los desfiles y luego pasar la noche en los juegos mecánicos de la ciudad. Eran épocas buenas del año. Se sentía presente el alma de la ciudad en cada rincón.

-Cuenta conmigo.

Luego de mi charla con Dagna me tocó clase de física a las dos de la tarde. Dennis y Emma estaban sentados juntos en un pupitre al fondo del salón, pero no se hablaban. Era algo de lo que me había percatado. Pocas veces tenían algo que decirse. Solían repeler el contacto y Emma era la única que lo miraba por el rabillo del ojo.

Al terminar la clase, la vi sacar unas magdalenas de chocolate de su mochila, las cuales estaban dentro de una pequeña caja decorada con cintas. Ella estuvo muy entusiasmada por darle aquel regalo a Dennis, pero él las rechazó. Estoy lleno, le había respondido. Sentí una gran opresión en el pecho. No soportaba ver aquella actitud suya, tan miserable, pues ese no era el Dennis que conocí hace años, el amable y carismático chico que siempre te sacaba una sonrisa. ¿Cuándo habíamos cambiado?

Al salir de clase me despedí de Dagna y lo seguí a él por los pasadizos. Caminaba con el ceño fruncido y sus Airpods en ambos oídos, ignorando a todo el mundo. Lo encaré cuando lo vi detenerse frente a su casillero. Él no se inmutó al verme.

-¿Qué quieres, Berit? -preguntó con desgano.

-Estoy bien, gracias.

Me dolió tanto su indiferencia. Hace unos meses él había escrito una carta para mí, pero ese chico ya no parecía habitar aquel cuerpo.

-No tengo tiempo.

-¿Qué sucede contigo? Primero rechazas el regalo de tu novia y ahora me hablas como si fuera tu enemiga... ¿Por qué eres tan cruel? ¿Qué te he hecho?

Estaba a punto de llorar por la ira. Nunca había experimentado tal emoción y no quería volver a sentirla.

-Novia... ¿Todos piensan eso?

-¿Eso es lo único que te importa?

Cerró su casillero de un golpetazo que me hizo sentir temor. No me gustaba verlo enojado. Era mi amigo, pero me estaba asustando.

El día que el amor se marchite Pt. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora