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PRIMAVERA


PATRIK

El invierno sucumbió, dejé de usar aquellos pesados abrigos grandes para ir al trabajo y los cambié por simples cazadoras. La nieve era menos frecuente y los árboles recobraban su color. Fue progresivo. Aquel cambio solo me recordaba lo rápido que pasaba el tiempo. En menos de un año terminé con Selina, me mudé de mi departamento, cambié mi rutina, conocí a Rochel, patiné sobre el hielo y conseguí un nuevo postre favorito. Los dos últimos fueron culpa suya.

Antes vivía encerrado en la monotonía. Llevaba el estereotipo de vida que toda persona anhelaba. Comenzaba un trabajo, ganaba un buen sueldo, tenía una pareja con la que visualizaba un futuro y una vivienda estable. Era feliz, no lo dudaba; sin embargo, hacía falta que alguien tocara a mi puerta y me dijera que podía salir por la ciudad y perderme sin miedo, cumplir todos esos sueños frustrados de joven y divertirme como lo hacía de pequeño (antes de que papá nos abandonara).

Me di cuenta de que seguía siendo un niño con ganas de descubrir el mundo, y esos ojos castaños que me miraban podían verlo. A mi verdadero yo.

-¿Esto es todo? -preguntó Rochel. Traté de recordar qué trabajo le había dejado-. ¿Patrik?

-Sí, eso es todo por hoy.

Sonrió y comenzó a guardar las hojas en su mochila.

Toda la clase estuve distraído observando su cabello. Llevaba una pequeña trenza a cada lado de la cabeza, y ambas se unían por detrás para formar una larga coleta. Fue un gran cambio después de haberla visto casi siempre con el cabello recogido en una cola alta, como era su costumbre.

Dejé de contemplarla tras escuchar un grito desde afuera. Era esa voz que solía regañarme por cualquier cosa y me recordaba lo torpe que era. Mierda. No era el momento adecuado.

Me acerqué a la ventana para verla. Ella estaba con una sonrisa impecable y una caja negra entre manos.

-Espérame. Vuelvo en unos minutos.

Rochel también había echado un vistazo hacia la ventana y su expresión cambió, pero no le tomé mucha importancia. Salí apresurado y me acerqué a Selina. No tenía idea de que había vuelto a la ciudad, de nuevo.

-¡Patrik! Hola. Perdón por venir de improviso.

Mis ojos no se apartaban de aquella caja. Tenía una cinta roja que la rodeaba, formando un lazo.

Conversamos por un rato mientras me enteraba de las últimas novedades de la vida de mi exnovia. Su padre ha estado llevando un tratamiento médico y parecía estar mejorando. Aquella fue la razón de su visita. Ella no dejaba de hablar en ningún instante, tanto que tuve que reprimir mis ganas de contarle sobre mi vida. Fui al grano cuando por fin se detuvo.

-¿Y eso es...?

-Tu favorito.

Alzó la botella de vino entre manos y me la tendió emocionada. Era el vino que solíamos beber ambos en mi departamento algunos fines de semana. Blue Non Delicate Rosé. Realmente estaba muy agradecido con el detalle, pero Selina nunca sabría que tomaba aquella bebida solo porque a ella le encantaba. Yo prefería otros tragos, pero ya era muy tarde como para decirle la verdad.

-No sé qué decir. Muchas gracias, enserio.

-No es nada. Sabía que te encantaría.

Por alguna razón, Selina no dejaba de hablar. Recitó más palabras de las que había dicho durante nuestra relación. Era como si finalmente yo le importase.

El día que el amor se marchite Pt. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora