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ROCHEL

El viernes llegué a casa de Patrik después de mi última clase de la tarde. Era mi única oportunidad para corregir el daño que Juliette había ocasionado. Hice sonar las rejas y esperé a que alguien me abriese. Sabía que Patrik saldría pronto, ya que podía verlo en la cocina a través de una de las ventanas. No llevaba lentes y tenía puesta la misma ropa que de seguro usó en la preparatoria.

Cuando abrió la reja para dejarme pasar, aún no había pensado en la excusa que le daría.

-Rochel, ¿qué haces aquí? -Posó una mano sobre mi hombro, mostrando evidente preocupación-. ¿Ocurrió algo malo?

-No. Solo vine para... retocar mi dibujo. Espero no molestar.

Él se llevó una mano a la nuca, aliviado.

-Está bien. Te acompaño.

Para mi suerte, no hizo más preguntas, lo cual me sorprendió porque él solía ser muy curioso. Cuando llevábamos las clases en mi habitación, no dejaba de preguntar por cada detalle: los bocetos nuevos en mi mural o las manchas de pintura en las paredes. Y para mí era acogedor responder sus dudas.

Tras entrar al garaje en su compañía, dejé mi mochila en el suelo y me acerqué al cuadro, dubitativa, porque Patrik seguía ahí y no quería que viera mi desastre. Más bien, el desastre de Juliette.

-¿Sucede algo? -preguntó al notar que no me movía.

-Es solo que... -Las palabras se atascaron en mi garganta. Detestaba cuando alguien miraba el proceso de mi dibujo. La maestra obviamente era una excepción, pero no podía arriesgarme con Patrik. Quitar la tela del lienzo sería revelarle mis fallos y desaciertos. Además, me preguntaría qué le había ocurrido a la pintura y yo no sabría qué responderle-. No está muy presentable.

-¿Y se supone que el dibujo tiene que ser perfecto de inicio a fin?

-No, pero me refiero a que...

-No debes avergonzarte, Rochel. No frente de mí. -Dio unos largos pasos hacia mí para revolotear mi cabello y sacarme de mi trance-. No tienes que mostrármelo, pero ten en cuenta que nunca me burlaría de ti, a menos que te rieras conmigo.

No dudé de su respuesta. Recordé cada detalle de mi vida que le había contado y sus respectivas reacciones. No sería una sorpresa para él ver aquella catástrofe, solo sería como deslumbrar otra mancha de pintura en un cuadro.

Con mis dedos temblorosos, liberé la manta que cubría el lienzo. Ahogué un grito al verlo, porque no recordaba que hubiese quedado tan mal. La tela cayó de mis manos y retuve una lágrima que amenazaba con salir. No quería derrumbarme por una tontería.

-Se ve terrible -susurré.

-Se ve increíble. -Dio un paso al frente y tocó la pintura seca.

-Claro que no.

-Tu dibujo sigue estando ahí, así que se ve increíble. Solo tienes que modificar los daños. Por cierto. -Se giró para mirarme-. ¿Cómo sucedió?

Me mordí los labios mientras pensaba en una respuesta convincente. Al final escogí la más creíble.

-Se me cayó del caballete mientras arreglaba mis materiales.

Me miró por unos eternos segundos con el ceño fruncido. Me asusté al pensar que Patrik podría creer que estaba mintiéndole, pero él no podía saber lo que realmente sucedió, y no tenía algún argumento para refutarme, así que me aferré a mi mentira.

-Entiendo.

-Soy algo torpe por naturaleza.

-Veo que eres buena mintiendo, Rochel. Tú eres hábil y perspicaz, no te minimices.

Para evitar una pelea sin sentido bajé el lienzo y lo dejé en el suelo para poder trabajar cómodamente. Acerqué mi mochila, saqué los acrílicos, los pinceles, y comencé a arreglar mi dibujo. Para mi sorpresa, Patrik se sentó a mi lado sobre el suelo para observarme, a pesar de que pudiera ensuciar su elegante pantalón.

-Ten cuidado. Podría ensuciar tu ropa con pintura.

-Es solo tela. Verte dibujar vale la pena.

Iba a dar la primera pincelada, pero dejé mi brazo extendido frente al cuadro y miré a Patrik, conmovida.

-Tú puedes, empieza. Pondré música si deseas. ¿Quieres una en francés para reforzar tu escucha o tienes un cantante o banda favorita? Ya debo tenerte harta con las clases. -Sacó su teléfono del bolsillo de su pantalón, pero su sonrisa se torció al instante-. Qué distraído soy, me quedé sin batería.

-Yo traje mi mp3. Podríamos usarlo.

Le permití rebuscar en mi mochila y en menos de cinco minutos ya estábamos escuchando You and Me de Lifehouse, una de las canciones favoritas de Dagna, la cual se volvió mi obsesión desde la primera vez que la escuchamos a escondidas en una aburrida clase de Física.

Mientras la melodía nos invadía, yo trataba de tapar con capas de pintura las manchas imperfectas. Volví a pintar el mar con un tono más oscuro, agregué más pétalos de rosas sobre el salón de baile donde las parejas danzaban y unas enredaderas con espinas que trataban de hundir el barco. No era mi mejor trabajo, pero era la primera vez que transformaba una pintura y la convertía en una versión mía.

You Are The Reason de Calum Scott ahora resonaba en el garaje y Patrik no dejaba de tararear la melodía con su voz ronca.

-Veo que te gustan mucho las canciones románticas.

-Tienen algo de nostalgia que me hacen sentir enamorado aún sin estarlo.

-Yo prefiero el rock. Guardo las baladas románticas para cuando estoy triste.

Cuando el resultado me convenció me dispuse a levantarme y arreglar todo el desastre a mi alrededor. Tenía los dedos repletos de colores, como era usual, pero no esperé que Patrik cogiera un trapo de los cajones y comenzará a limpiar mis manos con delicadeza.

-¿Siempre terminas así después de clase?

-Sí. Significa que me he divertido.

Él me sonrió, pero yo no pude devolverle la sonrisa porque al instante me percaté que había dejado manchas de tempera esparcidas por el suelo. Me alarmé al instante, pero él parecía no comprender la situación.

-De verdad lo siento. Limpiaré tu piso antes de irme. -Le señalé mi desastre: pinceladas azules sobre el parquet-. ¿Me permites ir por un trapo y escoba? O quizás...

-Déjalo así -respondió seriamente, sin dejar de mirar el suelo.

-Pero yo podría...

-Está bien, Berit. Enserio.

Berit.

Berit.

¿Berit?

No dijo Rochel.

No podía descifrar lo que simbolizaba la expresión de su rostro: ¿Enojo? ¿Indiferencia? ¿Decepción? Pero no me permitió limpiar, ni quedarme por más tiempo. Y me llamó Berit. Probablemente estaba enfadado conmigo.

Cuando terminé de acomodar mis cosas, me dijo que esperase junto a su bicicleta para luego ir a mi casa, pues faltaba poco para que nuestra clase comenzara.

Patrik salió por la puerta con un atuendo nuevo y me alivió ver que sonreía otra vez, como si nada hubiese ocurrido.

-Hora de partir.

No estuve tranquila durante todo el recorrido. Necesitaba saber lo que Patrik pensaba, si realmente le había molestado mi desorden, o lo que sea, pero con aquella sonrisa en su rostro ahora era imposible descifrarlo. Si bien él solía ser transparente, también había muchos rincones ocultos que me interesaban explorar, pues él no era como usualmente se mostraba con los demás. Tenía pensamientos e ideas interesantes que lograban fascinarme. No era el físico lo único atractivo de él, sino su mente desordenada y optimista. Y por todas esas virtudes que él poseía, me aterraba llegar a ser una espina en su vida, una molesta que no dejaba de hincar.

Al llegar al bosque, bajé primero para ir abriendo la puerta mientras Patrik estacionaba su bicicleta, pero me quedé inmóvil con la llave en el cerrojo. Me volteé a verlo con los ojos culpables.

-Realmente lo siento, Patrik.

El día que el amor se marchite Pt. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora