60.

17 5 3
                                    

ROCHEL

Me había dolido ver aquella botella de vino en las manos de Patrik, esa que Selina le regaló. Ella debió de darle muchos regalos mientras mantenían una relación; sin embargo. hasta ahora yo no había podido darle nada a Patrik. Nunca podría darle ni la mitad de lo que él merecía. Sus hoyuelos, el brillo de sus ojos y su sonrisa valían galaxias enteras y yo apenas guardaba conmigo un pedazo de piedra colgado en el cuello, y eso era de mis objetos más preciados.

Aquella noche Patrik tuvo que irse antes de que mi abuela llegara y no pudimos abrirnos del todo. Esa grieta entre nosotros nos alejó. Nuestras clases eran solo eso, clases. Me explicaba el nuevo temario y me dejaba prácticas por resolver, pero era difícil tratar de mantener una conversación sin revelarnos. Ambos teníamos algo retenido en el pecho, palabras atrapadas en la garganta que no podían salir. Eso nos hacía daño.

-Tengo que irme -dije una vez finalizada nuestra clase.

-Déjame llevarte a casa. -Se ofreció de nuevo.

-No. -respondí inmediatamente-. Iré a casa de Dagna y tengo prisa.

-Entiendo. Nos vemos la próxima semana.

Me dejó ir y no dijimos nada más.

En realidad, no tenía razón para ir a casa de Dagna. Había sido una excusa para evitar a Patrik, pero terminé desviándome en el camino hacia tal lugar. Había muchas cosas que tenía que contarle, y así quizá podría descifrarme a mí misma.

Lo de Patrik ya no era un secreto para mí. Sentía cosas por él que no podía explicar, y que no sabía si eran correctas, pero quería la opinión de alguien.

Cuando llegué, Dagna estaba saliendo de casa. Pegó un susto al verme parada frente a su puerta.

-¡Berit! ¿Qué haces aquí? No me digas que teníamos tarea que hacer.

-Por suerte no. Solo quería visitarte.

Dagna estaba a punto de ir a comprar al mercado, así que decidí acompañarla.

Pasamos por demasiadas tiendas. Dagna no solo se detuvo a comprar las cosas que su madre le había pedido, sino que terminó adquiriendo un par de zapatos nuevos y cuatro pintauñas con brillantina. Traté de estar igual de alegre que ella, pero no lo logré.

Nos detuvimos en una de las bancas de la calle para descansar luego de media hora de caminata. Ella me contaba sobre el nuevo sencillo que lanzaría Taylor Swift, la cantante que la había ayudado a superar su última ruptura amorosa el año pasado, pero se detuvo abruptamente.

-Te noto ausente, Berit.

-¿Qué? Por supuesto que no.

Adoptó una postura más cómoda y recostó su cabeza contra mi hombro, dejando a la vista nuestra diferencia de altura.

-No fuiste a verme por casualidad. Dime la verdad.

Recosté mi cabeza contra la suya, pensando en cómo le revelaría todo lo que he estado sintiendo últimamente.

-Acababa de salir de la casa de Patrik.

-Del maestro Patrik.

-Sí.

-¿Y cuál es el problema? ¿Ocurrió algo malo? Para ser honesta, los pantalones que usa ya pasaron de moda. Comprendería si eso te abrumase durante sus clases, para mí lo haría.

-No... Sus pantalones están bien.

Muchas cosas malas habían ocurrido, pero eso no era el asunto en cuestión.

-Quiero que seas honesta conmigo sobre lo que te voy a decir -continué.

-Siempre soy honesta contigo.

-Bien.

Me quedé callada. Las palabras se quedaron atascadas en mi gaganta, como cada vez que se trataba de él.

-¿Berit?

-Me gusta, Dagna... -susurré-. Creo que de verdad me enamoré de Patrik. -Decirlo en voz alta se sentía extraño-. He pasado mi vida viendo y escuchando el amor en todas partes. Quizá no tenga la experiencia suficiente, pero sé que no es una simple ilusión. Lo siento de verdad.

Dagna comenzó a jugar con mi cabello mientras asimilaba mis palabras. No pareció tan asombrada, o quizá había quedado demasiado atónita.

-Lo sé.

Me aparté bruscamente de ella. Estaba esperando cualquier respuesta menos esa. Me sentí aliviada y traicionada al mismo tiempo, porque nunca se me hubiese ocurrido que ella sospechara algo. ¿Fui demasiado evidente? A penas conversaba con ella sobre mis intereses amorosos. ¿Cómo podría saberlo?

Al ver que yo no decía nada, continuó.

-Los vi abrazarse ese día que fue a visitarte a la floristería.

De repente comencé a llorar, porque ahora yo me sentí la traidora. No le había contado nada, a pesar de que era mi mejor amiga. Nunca había tenido la confianza de abrirme con absolutamente nadie. Me había escondido en mi propia sombra y tenía miedo de que ahora Dagna no me quisiera por todos los secretos que estaban sepultados dentro de mí.

-Lo lamento. Te lo quería contar, pero...

-Berit, no estoy molesta.

-Te lo oculté, Dagna...

-Creo que ni siquiera tú sabías lo que sentías en ese entonces.

Que Dagna lo supiera fue quitarme un gran peso de encima. Estaba segura de que su reacción hubiese sido distinta si nunca nos hubiese visto abrazarnos fuera de la floristería. Ahora ella estaba tranquila, como si estar enamorada de él fuese lo más natural del mundo y no existiesen muchos inconvenientes.

-Y, ¿qué opinas?

-¿Qué opino yo?

Asentí desesperada.

Aparentemente, necesitaba la aprobación de otras personas sobre mis sentimientos. Qué novedad.

-Cuando te vi con él, solo pude pensar en que nunca te había visto tan cómoda y abierta a alguien.

-Dagna...

-Pero... En mi opinión, deberías esperar un tiempo. Pronto entraremos a la universidad, o lo que sea que decidas hacer luego. Deberías comenzar ese capítulo de tu vida, estabilizarte, y luego pensar en las posibilidades. -Se levantó de la banca y se paró frente a mí para arreglar mi cabello, el cual se había revoloteado con el viento-. ¿Y qué tal? ¿Crees que él sienta lo mismo? -preguntó.

-No tengo idea...

Esas incógnitas me aterraban. Se sentía agradable y prohibido. No podía saber si Patrik me quería de la misma manera en que yo lo hacía, pero se comportaba tan bien conmigo que no podía evitar pensar en aquella posibilidad, pero Dagna tenía razón. Debería tomarme más tiempo para poder mantener una relación equilibrada.

-Ese collar que llevas te lo regaló él, ¿verdad? -Acarició el dije de las rosas con su dedo.

-Sí.

-Es precioso, y te representa bien.

Le detallé a Dagna cada uno de nuestros encuentros y conversaciones. Se quedó boquiabierta cuando le comenté que pasé la noche de navidad con su familia. Ahora ella parecía muy emocionada por saber todo sobre nosotros, una palabra que se veía tan imposible ahora que estábamos un poco distanciados.

Probablemente eso no mejoraría.

El día que el amor se marchite Pt. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora