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ROCHEL

Tenía que terminar un informe para mi clase de historia, pero no dejaba de observar las rosas de Patrik, esas que recogí de la basura hace varios meses y que aún no se marchitaban. Ni siquiera me había esmerado tanto en cuidarlas, pero ahí seguían: impecables, con los pétalos tan brillantes que parecían renacer cada día. Jenell diría que es magia, pero yo me inclinaba a que era simple suerte. Debieron de ser plantadas con mucho amor. Además, el clima había sido favorable en las últimas semanas.

Me acerqué para coger el jarrón y cambiar el agua. Tendría que ponerles más atención cuando llegara el temible invierno.

Alguien tocó mi puerta mientras acariciaba los pétalos de las rosas. Mi abuela entró con un plato de sopa en manos, pero eso fue lo que menos me interesó, ya que ella no entraba a mi habitación repentinamente y sin aviso.

Entre sus dedos sujetaba un papel doblado.

-Quise traerte la cena, Berit. -Avanzó hacia mi escritorio y dejó el plato encima-. Ten cuidado porque está muy caliente.

-Te lo agradezco.

Mi mirada seguía fija en sus manos y ella pareció notarlo.

-Esto es para ti. -Me acercó la hoja con una sonrisa cómplice-. Un compañero tuyo fue a la floristería y me dijo que te lo diera.

Solo se me vino a la mente una persona.

Una vez Jenell me dejó sola, desdoblé el papel impaciente y lo leí en susurros.

No sé cómo empezar esto, así que escribiré lo primero que se me viene a la cabeza:

Soy un cobarde.

Soy un estúpido.

Y también soy un cobarde.

Me ha sido difícil acercarme a ti, Berit. En las clases que llevamos juntos ni siquiera me miras. Tampoco tuvimos la suerte de inscribirnos en algún taller juntos y esa distancia me afecta más de lo que piensas. Es nuestro último año juntos. No quiero parpadear y que todo se haya esfumado sin haber pasado tiempo contigo.

Sé que todo esto es mi culpa y por eso quiero hacer las paces. Hablé con Dagna hace unos días durante la clase de ciencia. Se veía tan molesta cuando me vio, pero logré mantener una conversación sin que me gritara o me jalara de las orejas. ¿Te parece si salimos en navidad? Sería agradable pasar ese día juntos como lo hacíamos en la secundaria.

Si quieres ir, coméntaselo a Dagna. No te enojes con ella. Yo le dije que no te revelara nada. Podría haberle dicho que te invitara de mi parte, pero quería escribir esta carta para... no sé, ¿desahogarme?

17 de diciembre. No lo olvides.

Te extraño, Berit.

Acepta, por favor.

Atte. Dennis.



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Me crucé con Dennis en la preparatoria.

Quizá no fue un accidente y de alguna manera me encaminé por la cancha de deporte en la que jugaba todos los lunes para que él me viera y no tuviese opción de acercarse a mí. Al notar que no dejaba de mirarme decidí actuar y acercarme a la banca en la que el reposaba. Había tenido clase de fútbol y el sudor le empapaba el cuerpo entero. Siempre quiso llevar aquel deporte y finalmente se animó en su último año.

El día que el amor se marchite Pt. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora