76.

18 3 7
                                    

PATRIK


-Selina, ¿Cómo está la abuela de Rochel?

Se detuvo a unos pasos de la puerta de su casa y volteó para verme.

-No muy bien, Patrik. En realidad, necesito que se haga una serie de exámenes médicos. -Se llevó una mano a la cabeza, lo que hacía cada vez que se estresaba-. Pero tengo que volver a Ámsterdam mañana en la noche. Deberían internarla o buscar otro neumólogo.

-Pero...

-Y no sé si resista mucho. Sus pulmones no parecen estar bien y me contó que tiene antecedentes de asma. En cualquier momento...

-Dime la verdad.

-Es difícil deliberarlo con solo una consulta, Patrik, en especial desde que aún no soy una especialista del todo, pero el pronóstico no es bueno.

Me despedí de ella para evitar escuchar cosas que no deseaba. Pedaleé rápido en la bicicleta hacia el bosque y abrí la puerta que Rochel había dejado abierta sin darse cuenta. La vi recostada contra la pared del baño mientras jugueteaba con su cabello, pero se relajó cuando se percató de mi presencia.

No perdimos el tiempo y le dimos las pastillas a Jenell que le calmarían el dolor. A penas podía hablar, pero asentía con la cabeza y daba apretones de mano.

-Vas a estar bien, abuela. Te vas a recuperar.

Miré a cualquier lado que no fuera a Rochel y Jenell. La receta y las cajas de los medicamentos parecían ocupar mucho espacio en la habitación. Solo quería borrar las palabras de Selina de mi memoria.

Luego de asegurarnos que Jenell estuviera dormida, nos fuimos a la sala. No quise forzarla a hablar. Solo la abracé.

-Muchas gracias, Patrik. no sé qué hubiese hecho si...

-No tienes que agradecerme, Rochel. Haría cualquier cosa por ti y tu familia.

No hizo falta decir que no pensaba irme aquella noche. Ambos nos arropamos en la comodidad del sofá, con una manta tejida a mano que nos brindaba calor. Su espalda quedó pegada contra mi pecho y mi brazo rodeando su cintura. Estuvimos una hora tratando de conciliar el sueño, pero ella se volteó y comenzó a acariciar mi mejilla. Le encantaba hacer eso.

-¿Aún no tienes sueño? -pregunté con la voz ronca.

-No puedo dormir.

Llevé mi mano a su hombro para masajearla. Debía de estar muy tensa.

-Te llevaré a la preparatoria en unas horas. No puedes faltar en las últimas semanas.

-Lo sé.

Conversamos por una hora más entre susurros, como si la noche fuera infinita. Ninguno quería detenerse, pero luego de varios intentos el cansancio nos venció y nuestros cuerpos descansaron como uno solo aquella noche.



.

Todo había ido bien durante el inicio de semana hasta que me enteré de que Rochel había faltado el miércoles a la escuela. Lo supe luego de ver a los estudiantes salir del examen de ciencias y no verla entre la multitud. Luego de terminar mi clase del medio día, llamé al número fijo de su hogar, pero nadie respondía. Iba a volver a casa hasta que me encontré con Dagna en la cafetería. Era amiga de Rochel, así que debía de saber algo. La saludé cordialmente y fui al grano, porque estaba desesperado.

-Buenas tardes. Sé que eres compañera de Rochel y me preguntaba si sabías algo sobre ella. No se presentó a clases hoy.

-Oh... No tiene de qué preocuparse. Ayer me dijo que tendría que trabajar por la mañana y que por eso faltaría, pero ya justificó su tardanza y dará el examen sustitutorio el sábado. También la estoy ayudando con los apuntes.

-¿Te comentó algo sobre su abuela?

-No recuerdo que lo haya mencionado...

-Entiendo. Muchas gracias, Dagna. Necesitaba saberlo.

No tenía idea si aquella alumna sabía de mi relación con Rochel. No pareció tan sorprendida cuando se lo comenté, así que pude relajar mis hombros y manejar a casa.

Pronto tendría que visitar a Rochel.

El día que el amor se marchite Pt. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora