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ROCHEL


Aquella noche pude haber muerto tan solo de miedo. Jenell se levantó a las cuatro de la madrugada tosiendo y pidiendo auxilio con suspiros. Había ido al baño para buscar sus pastillas para la tos, pero cuando volví, había gotas de sangre sobre el piso. Jenell me miró y supe que Elina no podría ayudarnos en aquel momento. Corrí hacia el teléfono y marqué al número de la casa de Patrik. Marqué tres veces. El timbre del teléfono opacaba los sollozos de mi abuela.

Cada segundo era una pérdida de tiempo.

Apenas escuché una voz al otro lado de la línea, comenté todo lo que había escondido durante las últimas semanas.

-Patrik, soy Rochel. Mi abuela... -Ahogué un grito cuando la vi dar otra arcada-. Está muy mal. No sé qué hacer, Patrik. No sé qué hacer...

Apoyé mi mano en la mesa, pero eso no evitó que cayera al suelo.

-Rochel... Cariño, tranquila. -Ni siquiera sus ánimos podían ayudarme-. Me encargaré de esto. Recuéstala en su cama. Iré en camino pronto.

La llamada se cortó y Jenell seguía tratando de coger un poco de aire. Solo me quedaba confiar en Patrik.



.

-De seguro es él. Resiste un poco más, abuela.

A la media noche alguien tocó la puerta de casa. Al instante fui para abrir con la esperanza de ver a Patrik y desahogarme, pero vino acompañado. La misma chica de cabello castaño que vi por última vez hacía unos meses estaba a su lado con una maleta de cuero en mano.

-Rochel, vine con Selina. Es la única neumóloga que pude contactar a esta hora, pero podrá ser de gran ayuda.

Invité a Selina a pasar a la habitación de Jenell. No me importo que la casa estuviera hecha un desastre.

Ella nos pidió que le diéramos unos minutos para examinarla. Cerré la puerta luego de que ingresara y pude tranquilizarme un poco. No me había dado cuenta de lo mucho que estaba temblando hasta que Patrik apoyó sus manos sobre mis hombros. Me volteé a verlo y pude darme la libertad de derramar todas las lágrimas que había retenido. Él me llevó hacia el sofá y me abrazó hasta que pude respirar con normalidad.

-Rochel, ¿por qué no me lo dijiste antes?

-No quería que te preocuparas. No creí que fuera a empeorar tanto... Ella estaba bien.

Acomodó mi cabello por detrás de mi oreja y arropó mis manos con las suyas para que dejara de temblar.

-Todo lo que te afecte me importa, Rochel. Eres muy fuerte. Decir tus problemas no te hace menos. -Dejó un beso sobre mi frente mientras limpiaba una lágrima-. Estamos en esto juntos, nunca lo olvides.

Traté de sonreír, aunque ver la puerta cerrada del cuarto de mi abuela en frente mío me lo impedía.

Patrik y yo nos quedamos abrazados por media hora hasta que Selina salió con unos guantes en ambas manos y un estetoscopio alrededor de su cuello. No supe descifrar su mirada. Tampoco quise hacerlo. Tenía miedo de cualquier cosa que pudiera decir respecto al estado de mi abuela.

Se acercó a nosotros y me tendió una receta médica.

-Berit, quisiera que hoy te tomaras un descanso. Mañana podremos tener una conversación más detallada sobre su diagnóstico.

Accedí porque no me sentía apta para afrontarlo en aquel momento.

-Te lo agradezco demasiado -dije de corazón.

-No hay de qué, Berit.

-Selina, te llevaré a casa y compraré los medicamentos en alguna farmacia.

Le di a Patrik la hoja que Selina me había entregado y los vi desaparecer por la puerta. Me lavé el rostro y limpié las manchas de sangre en el comedor mientras esperaba a Patrik. Jenell se había quedado dormida, y solo me quedaba superar la terrible experiencia de alguna forma.

El día que el amor se marchite Pt. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora