11: Si yo no te quiero

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Los ojos ensoñadores de Hermione lo decían todo… miraba como tonta a la ventana, mientras se acordaba de los besos que le había dado y sentía la necesidad de verlo de nuevo, de meterse en su piel y sentirlo cerca…

-¡Te necesito Draco, te quiero conmigo ahora! – Gemía en silencio cerrando los ojos y procurando respirar su aroma… no pudo dormir, toda la noche pensando en el… preguntándose si esa necesidad se terminaría alguna vez.

Al día siguiente, muy temprano se levantó, se puso guapa y estuvo esperando que el se apareciera, rondándolo, tenía que verlo a como diera lugar… su espera fue recompensada cuando lo vio pasar solo, al parecer su noviecita no madrugaba…

Ella corrió hacia el y lo jaló por la túnica…

-¡Granger! – Gritó - ¿Qué haces?

Pero ella lo agarró con fuerza por la corbata, lo jaló hacia ella y le dio un beso en sus labios con una fuerza impresionante… Draco maldijo que lo agarrara de sorpresa…

-¡Te espero cerca del bosque a las cuatro de la tarde! – le susurró y luego se alejó del rubio, corriendo hacia el gran comedor para desayunar…

Draco se quedo perplejo…

-¡Está loca si cree que iré! – Gruñó limpiándose los labios con fuerza… Pero… el caso es que en el resto del día no pudo olvidarse de ninguno de los besos que le había dado ni de la cita…

¿Qué le estaba pasando?

Y lo mismo se preguntaba Harry…

Alessa no le hablaba para nada durante las clases o cuando estaban los demás, ni para dirigirle un insulto a sus lentes o a sus “ciempiés” eso lo mataba… le daban ganas de ir y reclamarle delante de Draco los besos que ella le daba…

Pero la sangre se agolpaba en su cerebro cuando recordaba el sabor de sus besos y el olor de su perfume ¡Era tan incitante! Que parecía que se descontrolaría…

No tuvo muchas ganas de ir a clase de defensa y subió a su habitación, de hecho, le daban ganas de mandar todo al demonio e irse a casa en Grimmauld Place y encerrarse para siempre… pero McGonagall no lo dejaba…

Y esos ojos castaños tampoco lo dejaban, es más, se adelantó a sus planes… ¿Es que acaso esa mañana el deseo y la lujuria estaban desatados? Porque se metió a la habitación del moreno y se escondió entre las otras camas.

Pero Harry se la pasaba la mayor parte del día encerrado en su habitación, solo… bueno… no esa mañana, porque el chico subió y se deshizo del uniforme… hizo un gesto y se acarició su pierna, el frío que hacía le calaban los huesos…

Se quitó los pantalones y se untó un ungüento en su pierna… las cicatrices poco a poco se desbalagaba pero, el dolor no se quitaba, estaba cansado de subir y bajar tantas escaleras… le decían que era un buen ejercicio, pero nadie entendía del dolor…

De repente, escuchó un ruido… Ella… se había resbalado y se había dado un golpe en seco y Harry se quedo quieto ¿Qué había sido eso? Miró a todos lados fijando la vista en la cama de sus compañeros.

-¿Dean, Seamus?

-¡Maldición! – pensó Alessa y sonrió…

Tenia que ponerse en pie… Harry no se iría y ella tenía que salir

-¿Quién esta ahí?

-Yo…

Harry estaba absorto, enmudecido… Alessa estaba ahí, escondida entre las camas de los otros chicos… y lo miraba fijamente, por un momento no supo que decirle… la habitación estaba sola, el había subido porque no aguantaba el dolor de su pierna y su rodilla izquierda, y además, la visibilidad de su ojo derecho estaba cansada…

El TalismánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora