CAPÍTULO 10

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El mes que hemos pasado en la casa de mis padres ha sido una extraña clase de rutina y tensión constante. Desde el día en que Rocco llegó de Marruecos, la atmósfera en la mansión ha estado cargada de expectativas y silencios que hablan más que las palabras. Mis padres, siempre controlados y medidos en sus emociones, han estado supervisando cada uno de nuestros movimientos, como si nuestras vidas fueran una extensión de sus planes y ambiciones.

Cada día comienza de la misma manera: el sol se filtra a través de las pesadas cortinas de nuestra habitación, llenando el espacio con una luz suave que parece más fría de lo que debería. Rocco se levanta temprano, su disciplina es inquebrantable, y mientras él se prepara para el día, yo permanezco en la cama unos minutos más, tratando de reunir la energía para afrontar otra jornada en esta casa que, aunque familiar, se siente cada vez más ajena.

Durante este mes, las conversaciones han girado en torno a los negocios, a la cadena de hoteles que mi familia está construyendo con tanto esfuerzo. Las reuniones con socios potenciales, los informes financieros, las discusiones estratégicas, todo se desarrolla en una cadencia que no permite espacio para errores ni sentimientos. Rocco ha estado involucrado en cada decisión, su opinión es valorada tanto por mi padre como por los futuros socios. Es evidente que su presencia impone respeto, y aunque a veces no estoy de acuerdo con sus métodos, no puedo negar que tiene un control absoluto sobre la situación.

A pesar de la fachada de normalidad, hay una tensión subterránea que no puedo ignorar. Es como si la casa misma respirara con dificultad, atrapada entre las paredes de una estructura rígida que no permite que nada cambie. Las cenas, en particular, han sido un campo de batalla sutil, donde cada comentario es una estrategia, y cada gesto es cuidadosamente calculado para mantener el equilibrio de poder.

Hoy, mientras me preparo para otra de esas cenas formales, me doy cuenta de lo cansada que estoy de este ciclo. No es solo la agitación física; es el peso emocional de mantener una fachada, de pretender que todo está bajo control cuando en realidad, siento que estoy caminando sobre una cuerda floja. Mi relación con Rocco ha cambiado durante este mes. Aunque ha habido momentos de cercanía, también ha habido distanciamiento, un espacio entre nosotros que parece crecer con cada día que pasa en esta casa.

El silencio entre nosotros a menudo se llena de la voz de mi padre y de sus instrucciones. Rocco lo escucha con atención, lo respeta, pero también notó un cierto grado de descontento en su mirada, como si estuviera cansado de jugar un juego que no es completamente suyo. Pero él, al igual que yo, sigue adelante, porque no hacerlo significaría fallar, y ninguno de los dos está dispuesto a permitirlo.

Esta noche, el comedor está preparado con una elegancia que roza lo opulento. Los candelabros de cristal cuelgan sobre la mesa, reflejando la luz de las velas en las copas de vino y en la fina porcelana. Los sirvientes se mueven con precisión, colocando los últimos detalles antes de que los invitados lleguen.

Me miro en el espejo mientras termino de arreglarme. El vestido que he elegido es uno que Rocco me compró en una de nuestras visitas a la ciudad. Es elegante, ajustado, el tipo de vestido que transmite poder sin necesidad de palabras. Justo cuando estoy por salir de la habitación, escucho un golpe en la puerta. Mi padre entra, como siempre, sin esperar una respuesta, su presencia llena la habitación con una autoridad que es imposible ignorar. Su expresión es seria, aunque no hay sorpresa en ello; he llegado a esperar esta expresión en él.

—Yara, quiero que tú y Rocco se queden después de la cena —anuncia, sus palabras son más una orden que una petición—. Necesito que Rocco participe en la discusión sobre los futuros socios. Su opinión será crucial para asegurar que este acuerdo beneficie a la familia.

Asiento en silencio, aunque por dentro siento una oleada de ansiedad. Las cenas ya son bastante tensas, pero la idea de quedarnos más tiempo, de prolongar las discusiones sobre negocios, solo aumenta mi agotamiento. Sin embargo, sé que no tengo otra opción. Mi padre no está sugiriendo; está ordenando, y Rocco, por supuesto, estará de acuerdo.

VIDAS CRUZADAS | #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora