CAPÍTULO 19

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La puerta de la habitación se abre con un chirrido agudo. Me giro con la poca energía que me queda, sabiendo perfectamente quién está detrás de ella. Rocco entra con pasos firmes, su sombra se extiende por la habitación como una amenaza tangible. Lleva una expresión que combina frialdad con algo que podría ser remordimiento, pero no me engaño. He aprendido a no confiar en esos matices en su rostro.

No levanto la vista de inmediato, el miedo y el odio se entrelazan en mi pecho, un nudo de emociones que apenas puedo soportar. El ambiente se carga de tensión, una tensión que él lleva consigo a donde quiera que vaya. Sé que está esperando que reaccione, que lo reconozca, pero no le concedo ese poder. Me mantengo inmóvil, mirando un punto fijo en la pared, luchando contra la opresión que siento en mi garganta.

—Arregla tus cosas —su voz corta el silencio como un cuchillo. No hay suavidad en sus palabras, solo la frialdad de una orden que no admite réplica—. Cúbrete las marcas.

El desprecio en su tono me golpea como una bofetada, pero no me permito reaccionar. Lentamente, giro la cabeza para mirarlo. Sus ojos me observan con una mezcla de impaciencia y control. Es como si mi existencia misma fuera una molestia que él debe manejar.

—¿Para qué? —mi voz sale baja, casi ahogada, pero cargada de una amargura que no intento disimular.

Da un paso hacia mí, su sombra se alarga sobre el suelo, absorbiendo la poca luz que entra por la ventana. Sus labios se curvan en una sonrisa que no alcanza sus ojos, una mueca de superioridad que me revuelve el estómago.

—Vamos de compras —responde con un tono que pretende ser casual, pero está impregnado de un machismo que lo delata—. No quiero que salgas así. Quiero que te veas presentable.

Las palabras se clavan en mi mente, una tras otra, encadenándome más fuerte a este lugar. Siento cómo el odio hacia él crece dentro de mí, alimentado por cada gesto, cada palabra que pronuncia. Me levanto de la cama con lentitud, cada movimiento es un acto de resistencia silenciosa. Camino hacia el pequeño espejo que cuelga en la pared, roto en un rincón, pero suficiente para que vea el reflejo de lo que él ha hecho conmigo.

Me observo en el espejo, y lo que veo me duele más que cualquier golpe que me haya dado. Los moretones en mi mejilla y mi cuello son oscuros, marcas de su violencia, de su necesidad de control. Pero son las cicatrices invisibles las que más pesan, las que me hacen sentir como una sombra de la persona que solía ser.

Tomo el maquillaje con manos temblorosas, intentando cubrir las marcas con una capa espesa. Cada trazo de la brocha sobre mi piel es un recordatorio de la farsa que debo mantener, de la mentira que debo vivir para evitar su ira. Veo cómo las marcas físicas desaparecen bajo el maquillaje, pero la sensación de estar atrapada no se desvanece. Mis manos siguen temblando, no por el miedo a él, sino por el odio profundo que siento, un odio que es difícil de controlar.

—Apresúrate —ordena desde la puerta, su tono es más cortante que antes—. No quiero perder todo el día aquí.

Cierro el estuche de maquillaje y lo dejo sobre la mesa con un golpe seco, un gesto que me permite liberar algo de la tensión acumulada. Sin mirarlo, camino hacia él, sintiendo su mirada recorrerme de arriba abajo, evaluando mi apariencia como si fuera un objeto, una posesión que debe ser mantenida a su gusto.

Me toma del brazo, no con fuerza, pero con una firmeza que me deja claro que no tengo opción. Su mano en mi espalda baja me guía fuera de la habitación, y aunque mis pies caminan hacia la puerta, mi mente está en otra parte, buscando desesperadamente una salida, una forma de escapar de esta vida que él ha construido para mí.

Mientras caminamos hacia el coche, el silencio entre nosotros es opresivo. Cada paso resuena en mi mente como un eco, recordándome que, aunque pueda parecer libre en este momento, sigo siendo su prisionera. Pero en mi interior, la llama del rencor arde con más fuerza, alimentada por cada palabra que me obliga a tragar, por cada orden que me lanza sin pensar.

VIDAS CRUZADAS | #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora