CAPÍTULO 3

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El sol apenas comienza a filtrarse por las cortinas cuando me despierto, sintiendo una extraña pesadez en el pecho. Me levanto lentamente, tratando de no hacer ruido. Me gusta empezar el día temprano, especialmente cuando puedo ayudar a las sirvientas con el desayuno. Es una de las pocas cosas que me hacen sentir útil y conectada con la realidad fuera de las opulentas paredes de mi hogar.

Bajo las escaleras en puntillas, casi como si fuera un secreto. Al llegar a la cocina, encuentro a Marta, la jefa de las sirvientas, ya ocupada batiendo huevos.

—Buenos días—saludo, tomando un delantal de un gancho en la pared.

—¡Señorita Yara! —Marta me mira con sorpresa, pero su rostro se suaviza en una sonrisa—. No esperaba verte tan temprano.

—Me gusta ayudar —respondo, empezando a picar algunas verduras—. Además, hoy es un día importante, ¿verdad?

—Sí, hoy tenemos la cena con los nuevos socios de tu padre. Hay mucho que preparar —Sus manos se mueven con la destreza de años de práctica.

Nos sumimos en el trabajo, disfrutando de la tranquila camaradería. Me relaja, me hace sentir normal, como cualquier otra persona que disfruta de pequeñas tareas cotidianas. La cocina se llena de aromas deliciosos y del sonido familiar del aceite chisporroteando en la sartén.

Justo cuando terminamos de preparar el desayuno, escucho pasos firmes acercándose. Mi corazón se acelera al reconocer la silueta de mi padre en la puerta.

—Yara, ¿qué estás haciendo aquí? —pregunta, desaprobando que esté abajo en pijama.

Me enderezo de inmediato, quitándome el delantal con manos temblorosas.

—Solo estaba ayudando —respondo, tratando de mantener la calma.

—Te necesito presentable hoy. Vamos a tener una cena importante. —Me mira con severidad, como si mi simple presencia en la cocina fuera un error imperdonable—. Tienes que comportarte. Los nuevos socios llegarán esta noche y quiero que todo salga perfecto.

—Lo haré, papá —respondo, sabiendo que cualquier intento de discutir sería inútil.

Asiente, satisfecho por mi sumisión, y se marcha. Dejo escapar un suspiro, sintiendo la tensión abandonar mi cuerpo mientras observo a Marta, quien me lanza una mirada de compasión.

—Será mejor que vaya a prepararme —digo, dándole una sonrisa forzada antes de dirigirme a mi habitación.

Paso el día preparándome para la cena, seleccionando cuidadosamente mi vestuario y asegurándome de que todo esté en perfecto orden. No es solo una cena, es una presentación, un desfile donde mi familia muestra su poder y riqueza. Nuestra cadena de hoteles ha sido el orgullo de la familia durante generaciones, una red de lujo que se extiende por varias ciudades y países.

Mi padre siempre habla con orgullo de nuestros hoteles. Cada uno es una obra maestra, diseñada para ofrecer la máxima comodidad y exclusividad. No son simplemente lugares donde la gente se hospeda; son destinos en sí mismos, con spas de clase mundial, restaurantes con estrellas Michelin y suites decoradas con obras de arte originales.

La expansión de la cadena de hoteles ha sido un proyecto que mi padre ha impulsado con fervor. Comenzó con un solo hotel en el centro de la ciudad, un edificio histórico que fue restaurado y transformado en un símbolo de lujo y elegancia. Desde allí, la red creció, primero nacionalmente y luego internacionalmente, abriendo establecimientos en las ciudades más cosmopolitas del mundo. París, Nueva York, Tokio, Dubái. Cada nuevo hotel es una joya en la corona de nuestra familia.

Los hoteles no solo ofrecen alojamiento; son un sinónimo de experiencia. Los clientes pueden esperar un servicio impecable, una atención al detalle que roza la obsesión. Desde la selección de las sábanas de algodón egipcio hasta los menús diseñados por chefs de renombre mundial, todo está pensado para crear una estancia inolvidable. Mi padre insiste en que cada huésped debe sentirse como la persona más importante del mundo durante su estancia.

VIDAS CRUZADAS | #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora