CAPÍTULO 17

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Han pasado días desde la noche en que descubrí la verdad, días en los que el dolor se ha asentado en mi pecho como una piedra pesada, imposibilitando cada respiración. La casa está sumida en un silencio que no es más que un reflejo de la tensión que nos envuelve. Rocco y yo hemos evitado cualquier confrontación directa, pero sé que esta tregua no puede durar. Sé que la tormenta está a punto de estallar.

Rocco me ha mantenido en cautiverio en nuestra habitación. La noche que descubrí todo decidí dejarlo, pero él me siguió hasta la mansión, encerrándome en nuestra habitación, teniendome como si fuera una esclava.

Es tarde cuando finalmente me decido. No puedo seguir aquí, no puedo seguir siendo su prisionera. Empiezo a empacar mis maletas, mis manos se mueven con rapidez, casi mecánicamente, mientras intento ignorar el miedo que crece en mi interior. Cada prenda que coloco en la maleta es un paso más hacia mi libertad, un pequeño acto de rebelión contra el hombre que me ha roto en mil pedazos.

Pero justo cuando cierro la primera maleta, la puerta de la habitación se abre de golpe. Rocco está allí, su silueta oscura se recorta contra la luz del pasillo, y su presencia inunda la habitación con una intensidad que me deja paralizada.

— ¿Qué crees que estás haciendo? —su voz es baja, peligrosa, un gruñido que hace que mi corazón se detenga por un segundo.

Me enderezo, tratando de mantener la calma, pero el terror se enrosca en mi estómago. No puedo permitir que me vea temerosa, no ahora.

—Me voy, Rocco. No puedo seguir aquí —respondo, intentando que mi voz suene firme, aunque tiembla ligeramente.

Él da un paso hacia adelante, cerrando la puerta tras de sí. Su mirada está fija en las maletas, y puedo ver cómo la furia crece en sus ojos, una furia que he visto antes, pero nunca con tanta intensidad.

—No, no te vas a ningún lado —escupe las palabras, cruzando la habitación en un par de zancadas hasta quedar frente a mí—. No te lo voy a permitir.

—Rocco... —intento razonar, pero él no me deja terminar.

Antes de que pueda reaccionar, su mano se lanza hacia adelante y agarra mi brazo con fuerza, casi levantándome del suelo. El dolor estalla en mi muñeca, pero no me atrevo a gritar. Su rostro está tan cerca del mío que puedo sentir su aliento caliente contra mi piel, y lo único que veo en sus ojos es odio.

—Te dije que mientras estemos casados, tú haces lo que yo digo —gruñe, su agarre se hace más fuerte, sus dedos se clavan en mi carne como garras—. ¿Entendido?

El miedo me atrapa, paralizando mi cuerpo, pero mi mente está llena de rabia y desesperación. No puedo dejar que él gane, no esta vez.

—Pensé que habías cambiado —respondo, con la voz ahogada, pero no dejo que el temor me detenga—. Cuando volviste de tu viaje, te expresabas diferente... Pensé que había esperanza. Pero me equivoqué, ¿verdad? ¿Qué pasó con eso?

Su expresión se oscurece aún más, y siento que su agarre en mi brazo se intensifica. Me lanza hacia la cama con un empujón violento, y caigo descontroladamente, golpeando mi costado contra el borde duro del colchón. El dolor atraviesa mi cuerpo, pero no puedo permitirme detenerme, no ahora.

—¿Esperanza? —se burla, su voz es un cuchillo que corta cualquier intento de defensa—. Creí que también podía cambiar. Pero la rutina, Yara, la rutina me hizo darme cuenta de que eso es imposible. No puedo ser diferente, porque esto es lo que soy. Esto es lo que estamos destinados a ser.

Me incorporo lentamente, el dolor en mi costado es agudo, pero el peor dolor es el que siento en mi corazón. Lo miro, buscando en su rostro algún vestigio del hombre que creía conocer, pero solo veo un extraño, un monstruo.

VIDAS CRUZADAS | #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora