CAPÍTULO 24

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El bullicio del aeropuerto es como un zumbido constante, un torbellino de sonidos y movimientos que parece engullirlo todo. Las voces entrelazadas de los anuncios, el murmullo de las conversaciones, y el ruido metálico de las maletas rodando sobre el suelo pulido crean un ambiente que, de alguna manera, me hace sentir más viva que nunca. Camino entre la multitud, mis ojos escanean el espacio, buscando una figura familiar.

Mi corazón late con fuerza, un pulso rápido que no había sentido en mucho tiempo. Las dudas y el miedo que usualmente nublan mi mente han quedado atrás, reemplazados por una emoción vibrante que no puedo contener. Finalmente, lo veo. Max está allí, apoyado contra una columna, con esa postura desenfadada que parece ser tan natural para él. Lleva gafas de sol, y aunque su rostro está parcialmente oculto, puedo sentir que sus ojos están fijos en mí.

En el momento en que me ve, Max se quita las gafas con un movimiento fluido, revelando una sonrisa amplia y brillante. Es una sonrisa que irradia confianza, una que parece decirme que todo estará bien, que este es solo el comienzo de algo más grande.

Sin pensarlo, corro hacia él, sintiendo cómo el mundo a mi alrededor se desvanece. Es como si todo lo que importara en este instante fuera llegar a su lado, sentir esa seguridad que su presencia me ofrece. Cuando finalmente llego, me lanzo a sus brazos, y él me recibe con una risa que resuena en mi pecho, envolviéndome con calidez.

—Vaya, alguien está de buen humor hoy —comenta mientras me levanta del suelo con facilidad.

Me siento liviana, como si todas las cargas que había estado cargando se hubieran esfumado. La risa brota de mis labios de forma natural, como si fuera algo que he estado conteniendo durante demasiado tiempo. Me gira en el aire, y por un instante, me siento como una niña, libre de preocupaciones, de miedos.

—¡Max! —exclamo entre risas, mientras él sigue girando, su fuerza y energía son contagiosas.

Finalmente, me baja al suelo, pero no me suelta de inmediato. Sus manos permanecen en mi cintura, sus ojos fijos en los míos, como si quisiera asegurarse de que este momento es real, de que ambos estamos aquí, compartiendo algo que va más allá de las palabras.

—Vaya, no puedo recordar la última vez que te vi tan feliz —su tono es seductor, pero hay una sinceridad en su mirada que no puedo ignorar.

Ruedo los ojos, aunque no puedo evitar sonreír.

—No empieces —le respondo, intentando restarle importancia, pero mi corazón late con fuerza, sabiendo que hay algo más en sus palabras, algo que él no necesita decir en voz alta.

Max ríe, una risa que parece llenarlo todo, y finalmente suelta mi cintura, aunque sus manos permanecen cerca, como si estuviera listo para atraparme de nuevo si fuera necesario.

—Es difícil no coquetear contigo cuando estás así —continúa, con esa mezcla de carisma y descaro que es tan suya.

Siento cómo mis mejillas se calientan, pero me obligo a no apartar la mirada.

—Tienes un problema, ¿lo sabías? —le respondo con sarcasmo, mientras comienzo a caminar hacia la puerta de embarque.

—Lo sé —dice, siguiéndome de cerca—. Pero al menos es un problema divertido.

Su tono ligero contrasta con la intensidad de lo que acabamos de compartir, pero en el fondo, ambos sabemos que este momento significa más de lo que dejamos ver. Mientras caminamos juntos, siento cómo la ansiedad que había tenido al llegar al aeropuerto comienza a disiparse, reemplazada por una emoción que no había experimentado en mucho tiempo.

La gente a nuestro alrededor sigue con sus vidas, ajenos a lo que estamos sintiendo. Pero para mí, este es un momento de triunfo, una pequeña victoria en medio de un campo de batalla que ha sido mi vida. Y mientras me dirijo hacia el avión, con Max a mi lado, no puedo evitar pensar que quizás, solo quizás, las cosas están comenzando a cambiar.

VIDAS CRUZADAS | #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora