CAPÍTULO 2

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El teléfono vibra en mi bolso mientras camino por las calles llenas de vida del barrio sur. Sonrío al ver el nombre de Clara en la pantalla y contesto con entusiasmo.

—¡Clara! —exclamo, sintiendo una calidez familiar al escuchar su voz.

—¡Yara! ¿Dónde estás? —pregunta, alegre y llena de energía.

—Voy de camino a casa. Acabo de salir de una exhibición de arte maravillosa. —admito, sintiendo que mis palabras no pueden captar del todo la magia del lugar.

—Cuéntame más —insiste, siempre ávida por detalles.

—Fue una experiencia increíble. —Me detengo un momento para tomar aire, mis pensamientos están llenos de las imágenes que agregaron más color a mi día—. Había una mezcla de estilos, desde lo más clásico hasta lo más moderno. Me encontré perdida en cada pintura, cada escultura. Era como si cada pieza tuviera su propia historia que contar.

Mientras camino, una flor que ha crecido entre las grietas de la acera llama mi atención. Su color vibrante contrasta con el gris del cemento, una pequeña rebelión de vida en medio de la monotonía. Sigo hablando con Clara, describiendo cada obra con detalle, desde los trazos delicados de un retrato renacentista hasta las formas abstractas de una escultura contemporánea.

—¿Te acuerdas de aquel artista del que hablamos? —continúo, mi voz vibra con emoción—. Pues tenía una instalación impresionante. Era una mezcla de luces y sombras, y al caminar por ella, sentías como si estuvieras en otro mundo.

Llego a la puerta de mi casa, una enorme mansión que parece más un museo que un hogar. Abro la puerta y entro, mi voz se suaviza un poco al adentrarme en la solemnidad del lugar.

—Acabo de llegar —informo a Clara—. Luego te llamo para darte más detalles.

—No puedo esperar. ¡Hasta luego! —se despide antes de colgar.

Guardo mi teléfono y me adentro en la casa. Mis pasos resuenan en el mármol del vestíbulo. La casa está decorada con un lujo opulento que, a menudo, me hace sentir más una prisionera que una habitante. Mientras me dirijo a mi habitación, oigo voces procedentes del salón. Al acercarme, distingo la voz de mi madre.

—¿Dónde has estado? —cuestiona mi madre con frialdad. Es evidente que critica mi apariencia, pues sus gestos lo revelan.

Me detengo en el umbral de la puerta, adoptando una postura relajada.

—Fui a una exhibición de arte —respondo con indiferencia.

Mi madre frunce el ceño, haciendo que su expresión se endurezca aún más.

—¿En qué galería? —pregunta, más cortante.

—En una galería en el barrio sur. —Sé que esto desencadenará una reacción. Lleva la mano a la boca, un gesto que denota su sorpresa e indignación.

—¡¿Qué estabas haciendo en esa parte de la ciudad?! —exclama, llamando la atención de mi padre, que entra en la habitación con una expresión de desagrado.

—¿Qué está pasando aquí? —inquiere.

Me cruzo de brazos, adoptando una postura desafiante.

—Fui a ver arte, papá. Necesitaba un poco de libertad —mis palabras están cargadas de un tono sarcástico.

Mi padre me observa con dureza. Miento, con desaprobación.

—Esa parte de la ciudad no es adecuada para ti —dice, su voz baja pero llena de autoridad—. Tienes responsabilidades aquí, Yara. No puedes andar por ahí como si fueras una persona común.

VIDAS CRUZADAS | #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora