CAPÍTULO 30

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Llevamos horas caminando por este laberinto de árboles y senderos que parecen no llevar a ninguna parte. Cada vez que creo que estamos a punto de encontrar el camino de regreso, Max se detiene, mira a su alrededor con una expresión de desconcierto y luego sigue caminando en una dirección diferente. Mi paciencia, que nunca ha sido mi punto fuerte, al menos no con él, se está agotando rápidamente.

Finalmente, llegamos a un pequeño claro, y Max sugiere que descansemos bajo un árbol robusto que parece haber estado aquí durante siglos. Sin decir una palabra, me dejo caer al suelo, recostando la espalda contra el tronco. Mi enojo burbujea justo debajo de la superficie, pero lo mantengo contenido, negándome a darle la satisfacción de saber lo molesta que estoy.

Max se sienta a mi lado, su habitual sonrisa despreocupada permanece en su rostro, aunque noto que lanza miradas furtivas en mi dirección. Sin decir nada, abro mi bolso y saco mi libreta de dibujo, una especie de válvula de escape que he utilizado durante años para mantenerme centrada. Sin embargo, en la oscuridad que nos rodea, apenas puedo ver las líneas que trazo en la página. Pero no me importa. Necesito hacer algo para no concentrarme en el hecho de que estamos perdidos, y dibujar, incluso sin sentido, me da una sensación de control que desesperadamente necesito.

Max mira de reojo, notando lo que hago, pero no puede evitar su curiosidad.

—¿Qué estás dibujando? —pregunta con su tono habitual, ese que siempre tiene una pizca de burla juguetona.

Me detengo por un segundo, mis dedos se aprietan alrededor del lápiz, pero no levanto la vista de la libreta.

—Nada que te importe —respondo con frialdad, manteniendo mi voz tan neutra como puedo. No quiero que se acerque más, no ahora.

Max levanta las manos en un gesto de rendición, aunque no parece ofendido. Me observa por un momento más antes de apoyarse contra el árbol, dejando que el silencio caiga entre nosotros.

Mi mano sigue moviéndose sobre el papel, pero no tiene ningún propósito real. Las líneas que trazo son caóticas, casi agresivas, y se mezclan en una maraña de formas que no tienen ningún sentido. Me doy cuenta de que mi respiración está entrecortada, y cada vez que mis pensamientos vuelven a nuestra situación actual, un nudo de frustración se forma en mi estómago.

Max suelta un suspiro, uno que parece ser más de resignación que de cansancio. Por el rabillo del ojo, lo veo mover la cabeza hacia atrás, apoyándola contra el tronco del árbol mientras mira hacia el cielo.

El silencio entre nosotros se alarga, y empiezo a pensar que tal vez simplemente nos quedaremos así, atrapados en esta tensión no resuelta. Pero entonces, habla de nuevo, su voz es más suave, más seria que antes.

—¿Sabes? —comienza, como si estuviera reflexionando más para sí mismo que para mí—. No siempre fui tan despreocupado.

La inesperada gravedad en su voz me hace detenerme. No levanto la vista de mi libreta, pero mis manos se apartan un poco del papel, mis dedos se aflojan ligeramente en el lápiz. Hay algo en su tono que me intriga.

—Tenía una hermana —continúa, con nostalgia—. Era mayor que yo, solo un par de años, pero siempre se comportaba como si fuera mucho más madura. Era carismática, alegre, y siempre me regañaba por ser tan despreocupado, por no tomarme las cosas en serio.

No puedo evitar levantar la vista en ese momento, la curiosidad y sorpresa me atraviesan. Es la primera vez que Max habla de su familia con tanta seriedad. Lo observo, viendo cómo su expresión ha cambiado, cómo la sombra de la tristeza ha reemplazado su habitual sonrisa.

—Un día, por cosas de negocios de la familia, se vio atrapada en un conflicto que no tenía nada que ver con ella —continúa, su voz se vuelve más baja, casi como si fuera doloroso hablar de ello—. Intentó protegerme, intentó mantenerme alejado de todo, pero no pudo... no pudimos. La perdí por culpa de esos negocios, de esa vida que ella nunca quiso para ninguno de nosotros.

VIDAS CRUZADAS | #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora