CAPÍTULO 8

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La noche se despliega lentamente sobre la mansión, envolviendo cada rincón en una tranquilidad que parece casi irreal después del tumulto del día. Me encuentro frente al espejo del tocador, deshaciendo con cuidado los broches que sujetan mi cabello. Los rizos caen en cascada sobre mis hombros, y por un momento, me detengo para observar mi reflejo. Las suaves luces de la lámpara de noche bañan mi rostro con un resplandor cálido, ocultando en parte el cansancio que siento en lo más profundo de mi ser.

Mi mano se desliza lentamente hacia el borde de la bata de seda que llevo puesta. Es una prenda que Rocco me compró en una de sus visitas, insistiendo en que debía tener solo lo mejor. El tacto de la tela es suave contra mi piel, pero su ligereza no logra disipar la sensación de pesadez que me rodea. Me siento atrapada entre lo que debo hacer y lo que realmente siento, entre lo que se espera de mí y lo que deseo en lo más íntimo.

Rocco ya está en la cama, su figura alta y atlética se recorta contra las almohadas blancas. Lo observo se acomoda en la cabecera, con la espalda recta y los ojos clavados en mí. Hay algo en su mirada esta noche que me resulta desconcertante, una mezcla de serenidad y expectativa que no sé cómo interpretar. Es como si hubiera dejado de lado la máscara de control y dominación que siempre lleva puesta, como si me estuviera mostrando un lado de él que raramente se deja ver.

Me tomo un momento para ajustar el cinturón de la bata, haciendo un nudo flojo, y luego me acerco lentamente a la cama. Cada paso que doy parece resonar en el silencio de la habitación, y aunque mi exterior refleja calma, mi interior está lleno de dudas. Siento que algo ha cambiado entre nosotros, algo intangible pero real, y no sé si debo estar aliviada o preocupada.

Cuando llego a la cama, extiende una mano hacia mí, una invitación silenciosa que no puedo rechazar. Hay una ternura en su gesto que me sorprende, y por un instante, la tensión en mi pecho se afloja ligeramente. Tomo su mano, y él me guía suavemente hacia su lado, haciéndome espacio en la cama.

Me recuesto junto a él, mi cuerpo se acomoda naturalmente en la curva de su brazo. Puedo sentir el calor que emana de él, y por un momento, me dejo llevar por la familiaridad de su contacto. Pero en el fondo, sigo alerta, esperando el momento en que la tensión habitual regrese, en que Rocco vuelva a ser el hombre que siempre ha sido.

—Estás hermosa esta noche —habla con apenas un murmullo en la penumbra de la habitación.

Levanto la vista para encontrarme con sus ojos, y lo que veo me desconcierta aún más. No hay rastro de la dureza habitual, de la frialdad que a menudo se oculta tras sus palabras. En su lugar, veo un brillo suave, casi cariñoso, como si estuviera viendo algo en mí que nunca antes había notado.

—Gracias —respondo, aunque mi voz tiembla ligeramente. No estoy acostumbrada a este tipo de intimidad con él, a este tipo de vulnerabilidad.

Rocco acaricia mi mejilla con el dorso de su mano, un gesto que me toma por sorpresa. Su tacto es suave, casi reverente, como si temiera romperme. Me quedo inmóvil, observando cada uno de sus movimientos, tratando de entender qué es lo que ha cambiado en él.

—Quiero que sepas que te aprecio más de lo que te he dicho —admite, su voz es más baja, como si estuviera compartiendo un secreto que ha guardado durante mucho tiempo—. A veces, siento que no lo demuestro lo suficiente, que te hago sentir que no eres importante para mí. Pero no es así, Yara. Eres lo más valioso que tengo.

Las palabras me golpean con una fuerza inesperada, y por un momento, no sé cómo responder. Siempre he sabido que Rocco me valora, pero no de esta manera, no con esta sinceridad casi desarmante. Lo miro, buscando señales de la volubilidad que a menudo acompaña sus declaraciones, pero solo encuentro honestidad en sus ojos, una honestidad que parece tan extraña como reconfortante.

VIDAS CRUZADAS | #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora