CAPÍTULO 18

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El amanecer apenas insinúa su llegada cuando siento la presión de los labios de Rocco sobre mi piel. Al principio, creo que sigo soñando, que la suave caricia es parte de alguna fantasía que mi mente ha creado. Pero al abrir los ojos, la realidad me golpea con fuerza. La sensación de sus besos se vuelve cada vez más nítida, tangible, trayéndome de vuelta al presente con una rapidez inquietante.

inclinado sobre mí, deja un rastro de besos desde mi cuello hasta mi mejilla. Mi cuerpo se tensa bajo su contacto, mi piel se eriza, pero no es por placer, sino por el nerviosismo que siempre me acompaña en estos momentos. Me aparto ligeramente, intentando controlar mi respiración, forzándome a no mostrar mi incomodidad.

—Buenos días, amor —murmura, esbozando una sonrisa que no llega a sus ojos.

Esquivo su mirada al levantarme de la cama con torpeza, mis movimientos apresurados delatan mi deseo de poner distancia entre nosotros.

—Voy a preparar el desayuno —digo en un susurro, mientras me dirijo al baño.

Me observa alejarme, sus ojos entornados, notan cada gesto. Aunque su sonrisa persiste, la frialdad en su mirada es evidente. Se reclina en la cama, cruzando las manos detrás de la cabeza, como si reflexionara sobre algo importante, sin intención de compartirlo.

En la cocina, me muevo con rapidez, intentando concentrarme en la rutina. Los huevos chisporrotean en la sartén y el olor del café recién hecho llena el aire, pero mi mente vaga en mil direcciones, atrapada entre el presente y los recuerdos de lo que nunca pudo ser.

Han pasado dos meses desde el enfrentamiento. Dos meses desde que estoy en cautiverio, donde me ha obligado a hacer hasta lo inimaginable, solo para recordarme que él tiene poder sobre mí. Ha aumentado la seguridad de la casa, prohibiendome salir, pues esas son sus órdenes. No hay escapatoria.

—¿Qué tal dormiste? —pregunta, entrando en la cocina con un aire despreocupado.

—Bien —respondo, con voz apagada. De espaldas a él, cierro los ojos por un momento, reuniendo fuerzas para seguir.

Rocco se acerca, apoyándose en la isla de la cocina, sus ojos siguen cada uno de mis movimientos con una intensidad que me hace sentir expuesta. Sé que nota mi distanciamiento, pero nunca lo menciona directamente, prefiere mantener un control silencioso que me mantenga en constante alerta.

—El desayuno huele bien —comenta, con un tono que finge ser casual, pero que lleva un filo oculto.

Asiento, sin girarme. Sé que cualquier palabra podría volverse en mi contra más tarde. Coloco el plato frente a él y retrocedo, como si la mesa pudiera ser una barrera entre nosotros.

—¿Qué pasa, mi amor? ¿Por qué estás tan callada? —Su tono es suave, casi dulce, pero hay una amenaza velada en sus palabras.

—Nada. —Mis manos tiemblan ligeramente mientras trato de ocuparlas con cualquier cosa.

Se inclina hacia adelante, apoyando los codos en la mesa. Deja la pregunta en el aire, como una acusación sin fundamento.

—Solo estoy cansada, Rocco. Nada más. —Trago saliva, luchando por mantener la compostura.

Él se reclina en su silla, observándome con detenimiento, como si intentara descifrar un enigma.

—Cansada... —repite, arrastrando la palabra con sarcasmo—. Espero que eso no afecte tu capacidad para hacer las cosas bien.

—No lo hará —aseguro, sin atreverme a mirarlo.

El silencio que sigue es denso, cargado de tensiones no expresadas y miedos reprimidos. Recojo los platos vacíos, limpiando con movimientos automáticos. Mientras lavo los platos, mis pensamientos se vuelven hacia las estrellas, hacia ese refugio donde puedo ser yo misma sin temor.

VIDAS CRUZADAS | #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora