CAPÍTULO 16

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El muelle se extiende ante mí, una franja de madera vieja y crujiente que se adentra en el agua oscura. El mar se mueve con lentitud, sus olas acarician suavemente los pilares que sostienen la estructura. El viento arrastra consigo el olor a salitre, mezclado con la humedad de la noche, creando una atmósfera densa y cargada de tensión. Miro a mi alrededor, tratando de percibir algún movimiento entre las sombras, pero no hay nada, solo el silencio profundo de la noche y la sensación de que algo está a punto de suceder.

Mis manos están vacías, y una sensación de vulnerabilidad se desliza por mi columna. No tengo nada con qué defenderme si algo sale mal, y eso solo incrementa mi nerviosismo. La oscuridad del lugar parece devorar cualquier vestigio de luz, y cada pequeño ruido —el crujido de la madera, el susurro del viento— me pone en alerta. La noche es fría, y la incertidumbre solo añade una capa más de frío que se instala en lo más profundo de mis huesos.

El reloj de la iglesia cercana marca las diez en punto, y el sonido de las campanadas se extiende por el aire, reverberando en el silencio. Contengo la respiración, esperando... algo. La ansiedad late en mi pecho, cada segundo que pasa sin que nada suceda parece alargar la tensión, haciéndola insoportable.

De repente, una voz se eleva desde la penumbra, rompiendo la quietud de la noche. Es una voz que reconozco de inmediato, y el alivio que debería sentir al escuchar un sonido familiar se convierte en una mezcla de confusión y enojo.

—No esperaba que llegaras tan puntual, Yara.

Miro en dirección a la voz, forzando mis ojos a adaptarse a la poca luz. Y allí, entre las sombras de las palmeras que rodean el muelle, aparece él. Su figura emerge de la oscuridad con una naturalidad inquietante, como si hubiera estado allí todo el tiempo, observando, esperando.

—¿Max? —mi voz suena más tensa de lo que esperaba, un reflejo de la ira y el desconcierto que hierve dentro de mí—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Él avanza con paso lento pero seguro, sus manos están enterradas en los bolsillos de su chaqueta, y la expresión en su rostro es la de alguien que está disfrutando de la situación mucho más de lo que debería. Su sonrisa, esa maldita sonrisa que siempre parece tener, juega en sus labios mientras me observa, como si fuera un juego más en su interminable lista de entretenimientos.

—Vaya, parece que no esperabas encontrarme, ¿verdad? —dice con un tono burlón que hace que la rabia se encienda aún más fuerte dentro de mí.

El sarcasmo en su voz es palpable, y no puedo evitar apretar los puños a mi lado, tratando de controlar el impulso de gritarle. Algo en esta situación me pone en alerta, algo que no puedo identificar del todo, pero que hace que mi piel se erice.

—No estoy aquí para tus juegos. ¿Qué estás haciendo en este lugar? —Intento mantener mi voz firme, pero incluso yo puedo sentir el temblor que la recorre.

Se detiene a pocos pasos de mí, su expresión es de una diversión maliciosa, como si encontrara todo esto terriblemente entretenido.

—No sabía que extrañabas tanto que alguien te calentara la cama —dice, y su tono es tan casual, tan despreocupado, que me golpea como una bofetada.

Por un momento, me quedo sin palabras. La insinuación es tan grosera, tan fuera de lugar, que no sé cómo responder de inmediato. Pero la rabia que he estado intentando contener explota antes de que pueda detenerla. Sin pensarlo, levanto mi mano y la estampo contra su rostro con toda la fuerza que puedo reunir.

El golpe resuena en el aire, y Max retrocede un paso, sorprendido, aunque la sorpresa se desvanece rápidamente para dar paso a una sonrisa aún más amplia. Frota su mejilla donde mi mano ha dejado una marca roja, pero no parece afectada en lo más mínimo. De hecho, parece que lo ha disfrutado.

VIDAS CRUZADAS | #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora