CAPÍTULO 28

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El sol apenas ha despuntado en el horizonte, y la luz de la mañana baña la habitación en un resplandor dorado. El sonido del mar llega lejano, casi apagado, como si incluso la naturaleza quisiera evitar perturbar la furia que ha tomado residencia en mi corazón desde que desperté.

Me levanto de la cama con un movimiento brusco, la cabeza aún zumbando con los ecos de mi sueño. Ese maldito sueño. Me siento furiosa, y la ira se mezcla con un dolor tan profundo que me cuesta respirar. Todo lo que experimenté mientras dormía sigue fresco en mi mente: la despedida de Kadir, sus palabras resonando en mi alma, haciéndome sentir como si algo dentro de mí se estuviera rompiendo en mil pedazos.

Camino hacia el espejo, mis pies descalzos hacen poco ruido sobre el frío suelo de mármol. Mi reflejo me devuelve la mirada, pero todo lo que veo es una mujer al borde de las lágrimas, una mujer que no quiere aceptar lo que el sueño le ha revelado. La idea de que Kadir ya no está, de que nunca volverá, es como un cuchillo clavado en mi pecho. Y, sin embargo, me obligó a enfrentar lo que más temía: la posibilidad de que sea hora de dejarlo ir.

Pero no puedo. No quiero.

—No lo voy a dejar ir tan fácil —murmuro al espejo, mis manos se tensan sobre el borde del tocador.

Con movimientos decididos, comienzo a prepararme para el día. Necesito algo que me haga sentir en control, algo que me recuerde que, aunque el destino me haya arrebatado a Kadir, todavía tengo poder sobre mi propia vida, sobre cómo me presento al mundo.

Escojo un vestido negro, ceñido, elegante, pero con un toque de seducción que nunca he mostrado abiertamente. El escote es pronunciado, y el corte se ajusta perfectamente a mis curvas, dejando claro que soy una mujer que sabe lo que quiere, y que no va a permitir que nada, ni nadie, la haga sentir débil. Mi cabello cae en ondas suaves sobre mis hombros, suelto y libre, como un reflejo de la furia contenida que hierve bajo la superficie.

El maquillaje que elijo es deliberado, con sombras oscuras que realzan la frialdad en mis ojos y un labial rojo que grita desafío. Hoy, más que nunca, necesito esta máscara. Necesito mantener la compostura, porque lo que está sucediendo dentro de mí es una guerra que no puedo dejar que otros vean.

—Estoy enojada —susurro mientras aplico el último toque de delineador—. Estoy furiosa.

La realidad es que no estoy molesta solo por la situación actual, por lo que se espera de mí en esta reunión. Mi ira tiene raíces más profundas, enraizadas en la forma en que Kadir se despidió de mí. Fue como si su figura se desvaneciera de mi vida para siempre, como si incluso en mis sueños, él me estuviera diciendo que debo seguir adelante, que debo encontrar la manera de vivir sin él. Pero, ¿cómo podría hacerlo? ¿Cómo podría seguir adelante cuando todo lo que soy está vinculado a su recuerdo?

Ajusto el vestido una vez más, observando mi reflejo con una mirada fría y calculadora. Hoy no puedo permitirme el lujo de la debilidad. Hoy tengo que ser fuerte, tengo que ser más que la mujer que perdió al amor de su vida. Tengo que ser la mujer que enfrenta el mundo con una sonrisa peligrosa y una mente afilada.

El sonido de unos golpes en la puerta me saca de mis pensamientos. Respiro hondo, apretando los dientes antes de girarme para abrirla. Sé quién está al otro lado, y la simple idea de enfrentarlo me llena de irritación. Hoy no estoy para juegos.

Abro la puerta, y allí está, con esa sonrisa encantadora, pero no hoy. Hoy, su encanto es como una piedra arrojada a un mar en tempestad.

Max se presenta en la puerta de mi habitación con su actitud despreocupada habitual. Está apoyado contra el marco de la puerta, una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo unas gafas de sol que cuelgan de su mano. La luz de la mañana ilumina su figura, dándole un aire relajado y confiado, todo lo contrario a mi estado de ánimo. Su sonrisa es la misma de siempre: encantadora, segura, y ligeramente provocadora.

VIDAS CRUZADAS | #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora