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Mi primera vista al despertar fue el fondo del salón. Sentía el cuerpo pesado y sin energía, típico de cuando me paso con el alcohol. Busqué mi teléfono con la mirada y lo encontré en el suelo. Lo agarré para ver la hora: eran las tres de la tarde.

— Sí, me dormí un buen rato — musite.

Apagué el teléfono y lo dejé de lado. Quisiera pensar que lo de ayer fue solo un sueño, pero estando en este lugar, que no era mi casa, me quedó claro que no fue así.

— Hey — Roier caminó hasta el sofá donde yo estaba acostada. — ¿Cómo estás? ¿Tienes resaca?

— Un poco — respondí, mi voz apagada.

— Vente — extendió sus brazos. — Salúdame bien, niña.

Me levanté para sentarme en el sillón, y él se inclinó para darme un abrazo. Siempre pensé que era un mito eso de que, cuando una persona se siente mal, necesita un abrazo. Ahora puedo confirmar que es real, y creo que necesito mucho más que este abrazo.

— Sebastián... — dije, rompiendo el abrazo y mirándolo seriamente.

— Oye, ya te dije que no me gusta que me llames por ese nombre. Siento que voy a salir regañado o algo peor — bromeó, haciendo un puchero.

Negué con la cabeza. — Solo quiero que me confirmes si lo de ayer fue verdad — lo miré fijamente a los ojos.

Roier pareció pensarlo por unos segundos antes de asentir. La expresión en el rostro de su amiga se tornó afligida. No le gustaba verla así, no después de lo que había pasado antes, cuando descubrió la traición de Diego.

— ¿Por qué? Si hace unas semanas todo iba bien — murmuré, buscando una explicación que no llegaba.

— A veces la gente, cuando está pasada de copas, hace cosas sin...

— No justifiques el alcohol — lo interrumpí. — Él ya estaba raro.

La imagen de Alex besándose con su ex compañera de trabajo seguía repitiéndose en su mente. Ni siquiera pudo confrontarlo; su primer instinto fue huir de allí.

— Te está llamando — señaló mi teléfono, que vibraba en la mesa, mostrando su nombre en la pantalla — lleva así desde la madrugada.

— No quiero hablar con él. Tampoco quiero volver al depa — suspiré, cerrando los ojos, tratando de no sentirme tan nerviosa.

— Sabes que en algún momento tendrás que confrontarlo, ¿no? — preguntó con suavidad. — ¡Wey, hasta tienen un perro juntos!

— ¿Y eso qué? — suspiré. — Mira, ahora lo que menos quiero es verlo, pero tampoco puedo quedarme aquí todo el día. — Sabía que todas mis cosas estaban en el departamento, pero ya había decidido que ni de chiste iba a pasar por ahí.

Roier me miró por unos segundos, luego, con cuidado, pasó su pulgar por debajo de mi ojo, limpiando el rastro de maquillaje corrido.

— Por lo mientras, toma una ducha. Te puedo prestar algo para que uses — sugirió con un tono suave.

— Está bien — respondí, levantándome. Lo seguí mientras me prestaba una toalla.

La espina de preocupación seguía clavada en mí. Mi psicóloga siempre decía que era malo sobrepensar las cosas, pero no podía sacarme de la cabeza todo lo que había pasado ayer. Tenía tantas dudas. ¿Ana lo había forzado a besarse o fue Alex quien dio el primer paso? Todo era muy confuso, pero lo peor era que, de cualquier forma, ambos habían seguido con el beso.

Me dirigí al baño, cerré la puerta tras de mí y me quedé un momento frente al espejo, tratando de calmar mis pensamientos. Pero por más que intentara, la imagen de Alex y Ana no dejaba de repetirse en mi mente. Sentí una mezcla de enojo y tristeza, y no sabía cómo manejarlo.

𝐕𝐚𝐩𝐞 𝐆𝐢𝐫𝐥 | 𝐐𝐮𝐚𝐜𝐤𝐢𝐭𝐲 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora