Pasaron días desde que Alex se fue a Los Ángeles, y cada día nos comunicábamos por videollamada, siendo ese el momento que más disfrutaba.
— ¿Prefieres tu hamburguesa normal o picante? — pregunta Ari, pero ella estaba sumida en su conversación por chat con Alex, sin percatarse de lo que sucede a su alrededor.
Repentinamente, siente un almohadazo.
— Que le hagas caso a mi novia, chingada madre — reclama Juan.
Sin pensarlo dos veces, la castaña toma otra almohada y se la devuelve a Juan, desencadenando así una pequeña pelea entre ambos.
— ¡Si rompen algo, ustedes lo pagarán! — advierte Ari alzando la voz.
— Dile a tu novio que se calme — dejo la almohada en su sitio.
— Estabas tan perdida en el teléfono — dice Juan — ¿De qué hablaban con Alex?
— Cosas que no te incumben — respondo.
— Voy sonar como una señora, pero recuerdo cuando Juan y yo solíamos hablar por videollamadas o chat cuando él vivía en Colombia — comenta Ari — Así que te entiendo perfectamente.
Juan sonríe y se acerca a darle un beso a Ari, la castaña los mira con un pequeño gesto de desagrado.
— Así eres tú con Alex — comenta Juan después de separarse.
— Todavía es demasiado pronto — respondo.
—¡No mames! Si casi te lo estabas comiendo en la terraza — dice Ari entre risas.
— ¿Y Rivers va a venir o no? — cambio de tema.
— Está con Felix — dice Ari.
— Esa es otra, se hace la que no y bien que le da unos besotes a su novio — comenta Juan.
— Yo nunca los he visto besándose — dije.
— Ni yo — concuerda Ari.
Después de pasar un rato con Ari y Juan, me despedí y me dirigí a casa. Había pedido una semana de vacaciones en el trabajo y ahora me encontraba libre y sin planes concretos. La universidad ocupaba parte de mi tiempo, pero quería aprovechar esta pausa para hacer algo significativo.
En cuanto a mi madre, me reconfortaba verla mejor estos días, aunque siempre había un temor latente de que volviera a recaer nuevamente.
Era una lucha constante, como la que muchos enfrentamos en algún momento de nuestras vidas. Intentar superar esos momentos difíciles requiere un esfuerzo considerable, pero era necesario mantener la esperanza y seguir.Saque mis audífonos y puse mi playlist, recorrí todas las calles, tiendas y centros comerciales. A esta hora, Alex debía estar en clases, por lo que preferí no molestarlo.
Ya de camino a casa, al pasar por el parque, noté a muchas personas amontonadas en una zona específica. Sentí curiosidad y me acerqué para ver qué estaba pasando. Vi carteles y jaulas, y rápidamente deduje que se trataba de una adopción de perros.
De niña, siempre quise tener un perro, pero nunca me permitieron tener uno en casa. Me acerqué para acariciar a algunos de los cachorros. Uno en particular captó mi atención: era blanco, con ojos redondos y brillantes, y algunas manchas.
— Él es el más tranquilo de todos — me dijo la chica a cargo de las adopciones.
— ¿De verdad? — pregunté, intrigada.
— Sí, aunque no es muy sociable con otros perros o personas que han venido aquí, parece que le agradas— dijo la chica, sonriendo mientras acariciaba al cachorro.