La puerta se escuchó golpear tres veces, pero nadie respondió. La chica, impaciente, decidió abrirla de todas formas, sin importarle si su hermano se molestaba. Lo encontró en la cama, profundamente dormido. Parecía que ni moviéndolo lo iba a poder despertar.
—Alex, despierta —le dijo, dándole un empujón—. Dijiste que tenías que ir al bufet de abogados hoy, ¿no?
— oh, fuck... es cierto —musitó con su voz ronca, todavía adormilado.
—Levántate, dúchate o lo que sea, pero despierta ya —le ordenó su hermana antes de salir de la habitación.
Alex abrió los ojos poco a poco, sintiendo cómo el colchón a su lado se hundía. Al voltear la cabeza, vio a Tiger, mirándolo. Ya habían pasado dos semanas desde que él y _____ se dieron un tiempo. Ella fue la primera en dejar el departamento, llevándose a Tilín, y él tampoco quiso quedarse allí, así que terminó yéndose a casa de su familia.
Se levantó de la cama, sabiendo que, aunque estaba pasando por un complicado momento, no podía dejar de lado sus responsabilidades. Trataba de mantener su mente lejos de pensamientos negativos mientras se preparaba para el día.
—Alexis, ¿vendrás a comer hoy? —le preguntó su madre desde la cocina.
—Depende de lo que tenga que hacer —respondió mientras se ponía la chaqueta.
—Bien, de todas formas, te guardaré comida —dijo su madre, regresando la mirada para verlo por última vez antes de que se fuera.
—Gracias, te veré después —respondió él con una pequeña sonrisa, intentando mostrarle algo de tranquilidad.
Ambos se despidieron, y Alexis salió directo hacia su auto. Mientras conducía hacia las oficinas, su mente no podía evitar divagar. No solo tenía que lidiar con sus responsabilidades en el trabajo, sino que también estaba buscando un nuevo departamento. No se sentía bien estar de vuelta en casa de su madre después de haberse ido hacía tanto tiempo. Necesitaba su propio espacio nuevamente.
Mientras avanzaba por las calles, el sonido familiar de una canción comenzó a llenar el auto. Era esa melodía con la que ____ se había obsesionado últimamente. Al escucharla, no pudo evitar pensar en cómo, a esta hora, ella ya habría salido del departamento para pasear a Tilín. Una pequeña rutina que ahora parecía tan lejana, tan ajena. A veces, un solo error es suficiente para cambiarlo todo en un instante.
Llegó a las oficinas aún con la cabeza llena de pensamientos. Estacionó su auto y subió al edificio, intentando enfocarse en lo que tenía que hacer. Sabía que su mente no debía divagar, pero la rutina del trabajo siempre le ayudaba a despejarse, al menos por un rato.
Cuando entró en la sala principal, notó que varios de sus colegas ya estaban allí, enfrascados en conversaciones y revisando documentos. Saludó rápidamente, sin detenerse, y se dirigió a su oficina. Apenas tuvo tiempo de sentarse cuando el teléfono de su escritorio sonó.
—Alex, el jefe quiere verte en la sala de juntas —le informó la asistente con tono urgente.
—Voy para allá —respondió. No era común que lo llamaran tan temprano.
Al llegar a la sala de juntas, el jefe y dos socios más del bufete ya estaban allí, esperándolo. Se intercambiaron breves saludos antes de que uno de los socios tomara la palabra.
—Alexis, hay un caso que ha llegado y necesitamos a alguien de confianza para manejarlo —dijo con seriedad, mirando directamente a Alex—. Es un asunto delicado y de gran importancia para uno de nuestros clientes más importantes. De todas las personas en el equipo, creemos que tú eres el indicado para llevarlo adelante.