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Mis ojos se abrieron lentamente y lo primero que vi fue el techo blanco. Estiré el brazo hacia la mesita de noche y agarré mi celular para empezar a responder algunos mensajes pendientes. Después, me levanté y fui al baño, mirando mi reflejo en el espejo, tratando de arreglarme un poco.

Al salir de la habitación, me detuve frente a la ventana. La vista era hermosa: los primeros rayos de sol apenas asomaban en el horizonte, bañando todo con una luz cálida y suave. Se sentía diferente, más tranquilo, casi como si el día estuviera susurrando una promesa de algo nuevo.

— Quería despertarme antes que vos, pero te me adelantaste — dijo Iván desde el umbral, haciéndome girar para mirarlo.

— Ya sé, pero quería ver cómo amanecían las tierras argentinas — respondí con una sonrisa.

Alejarme quizá había sido la mejor decisión para sanar. Me acordé de todas esas películas de adolescentes en las que las protagonistas viajan para escapar de sus problemas, encontrando algo más de lo que buscaban. La única diferencia es que, en lugar de París, yo había elegido Argentina.

De repente, vi el reflejo de una sombra corriendo por la habitación. Me giré rápidamente y lo que encontré fue lo más adorable que podía haber visto.

— ¡Micha! — estiré la mano hacia la gatita, que se quedó mirándome con curiosidad.

— ¿Qué onda?— dijo Iván con una vocecita suave, esbozando una pequeña sonrisa mientras se acercaba para acariciarla.

Nos agachamos, dándole un buen momento de mimos a la pequeña felina, que ronroneaba contenta con tanta atención. Al principio no estaba muy convencida de quedarme aquí, pero después de varias insistencias y porque no logré alquilar un Airbnb.

— ¿Salimos a desayunar? Ninguno de los dos sabe cocinar — sugirió Iván.

— Hablarás por ti; yo sé hacer algunas cosas — respondí, aunque la verdad era que no tenía ganas de cocinar. — Pero te tomo la palabra.

— Después vamos a caminar por las calles para que conozcas un poco el lugar donde vivirás estos días — agregó.

Nos vestimos y nos preparamos para salir. Estábamos casi en la puerta cuando el teléfono de Iván sonó. Mientras él hablaba, jugueteaba con Micha.

— Tenía muchas ganas de conocerte — le dije a la gatita, sacudiendo un juguete por encima de ella. Micha trataba de atraparlo con sus garras, llena de energía.

Al poco tiempo, Iván terminó la llamada y volvió a mirarme, visiblemente frustrado.

— Estos pelotudos me llaman cuando se les da la gana — murmuró antes de darme una rápida mirada. — Tengo que ir al estudio a revisar unos asuntos. Perdón.

— No te preocupes, yo puedo ir a explorar sola — respondí, segura de que podría guiarme con Google Maps.

— No, vendrá alguien que estará contigo hasta que yo regrese — dijo, como si estuviera asegurándose de que estuviera bien.

— ¿Me contrataste una niñera? ¿Acaso es Carre? — bromeé, alzando una ceja.

— Carre lo mínimo que haría sería llevarle al obelisco — dijo — Es una persona de confianza, así que no te preocupes.

Mientras esperábamos, nos sentamos y platicamos un poco. Minutos después, tocaron la puerta. Cuando Iván abrió, vi a una chica castaña que entró con energía.

— ¿Dónde está mi mejor amiga? — empujó a Iván suavemente a un lado y, al verme, se acercó con una sonrisa. — Hola, _____, un placer conocerte.

𝐕𝐚𝐩𝐞 𝐆𝐢𝐫𝐥 | 𝐐𝐮𝐚𝐜𝐤𝐢𝐭𝐲 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora