◦❀──────────❀◦ "...Te amo. Y aunque el tiempo y la memoria conspiren para borrar cada trazo de tu existencia en mí, sé que mi alma, por instinto, encontraría el camino de regreso a ti” ◦❀──────────❀◦
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El sol se filtraba entre los altos pinos del bosque, creando juegos de luces y sombras en el suelo cubierto de musgo.
Hoy habían salido al aire libre para, como decía Ford, "rastrear" nuevas criaturas para añadir a su diario.
Estaba sentado en una roca, con su diario abierto sobre las rodillas, la pluma en la mano, intentando capturar en palabras el misterio que lo rodeaba. Anotaba minuciosamente cada detalle del entorno, pero sentía que le faltaba algo, una chispa que diera vida a sus observaciones.
De pronto, una suave risa rompió la quietud del bosque. Ford levantó la vista, buscando el origen de ese sonido que lo había sacado de su concentración.
A unos metros de él, te encontró de pie, con una sonrisa luminosa en el rostro mientras observabas una mariposa posada delicadamente en tu dedo anular.
El brillo del sol tocaba tu cabello, dándote un halo de luz que te hacía parecer una aparición etérea en medio de aquel paisaje natural.
Ford se quedó contemplando la escena con su mente completamente en blanco, como si todo lo demás hubiera perdido importancia. El diario resbaló ligeramente de sus manos mientras te miraba, atrapado entre la necesidad de memorizar cada detalle de ese momento y el deseo de inmortalizarlo en palabras.
Su corazón latía más rápido, y por un instante, todos los misterios del universo parecieron insignificantes frente a la simple belleza de lo que tenía frente a él.
En ese instante, tomó nuevamente su pluma y empezó a trazar líneas delicadas. Su intención era hacer un simple dibujo de ti, pero terminó detallando cada rasgo de tu rostro: tus ojos, tu sonrisa, todo. Luego de eso, colocó un título a la hoja que escribía: "Mi ángel" y empezó a escribir una especie de poema sobre ti.
Pero antes de que pudiera seguir escribiendo, un escalofrío recorrió su espalda. Un zumbido casi imperceptible vibró en su oído, seguido de una risa aguda que solo él podía escuchar.
—¡Oh, Stanford, qué patético te ves!—. La voz de Bill Cipher se deslizó en su mente con ese tono burlón característico—. ¿De verdad vas a dejarte distraer por algo tan banal? ¡Vamos, Fordsy, sabes que hay cosas más importantes en juego! Yo, por ejemplo.
Ford no necesitaba mirar para saber que Bill había aparecido a su lado, visible solo para él, como siempre. Apretó los labios, esforzándose por mantener la calma mientras su mirada se mantenía fija en ti y en su diario.
