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"Y todo pareció frenarse"
Corriste por el bosque, esquivando ramas y raíces mientras te dirigías a la cabaña del misterio.
El caos en el pueblo apenas era visible a través del denso follaje, pero los gritos y sonidos extraños no dejaban de perseguirte. Todo había comenzado normal (si normal se decía a encontrarse con ñomos en tu jardín intentando robar las semillas de los pájaros) pero de la nada, todo el pueblo empezó a temblar y tu mente solo se posó en un solo pensamiento: Stanford.
Había pasado bastante tiempo, tanto que creíste que este momento nunca iba a llegar. Pero aquí estabas; saltando y esquivando rocas y troncos caídos por las extrañas faltas de gravedad.
Cuando por fin llegaste a la cabaña, notaste la presencia de agentes del gobierno merodeando. Desde que recuperaron la cabaña del misterio habían estado investigando a todos en el lugar: A Stanley, los gemelos y claramente a ti. Eras visitante regular en ese lugar. Obviamente que sabías de las intenciones de aquellos hombres. Por eso decidiste seguirlos de cerca sin que ellos se dieran cuenta. Y así estuviste por bastante tiempo.
Con tu conocimiento del lugar y tus habilidades para escabullirte, entraste sin ser vista. Avanzaste rápidamente por la cabaña hasta el sótano secreto, un lugar que conocías bien gracias a Stanley.
Al bajar por las escaleras, pudiste notar que había bastante polvo y olor agrio a quemado. Y cuando por fin pudiste ir al centro, dónde estaba el portal, los viste. Aquella máquina estaba destruida. En sus alrededores se encontraban pequeñas llamas de fuego que deterioraban lo poco que quedaba del portal. Nerviosa, miraste por todos lados, revelando la figura de Stanley, los gemelos y Soos.
¿Que hacía Soos aquí? Bueno. Decidiste ignorar.
Sin embargo, tu mirada se fijó en otra figura. Al principio, solo lo miraste de reojo, pero cuando tus ojos se encontraron, el tiempo pareció detenerse.
-Stanford-. Susurraste, sin poder creer lo que veías.
Los recuerdos de él y de ti en la cabaña en aquellas tardes de invierno inundaron tu mente. Recordaste las cosas que Ford solía contarte con emoción en sus ojos, recordaste cuando te hablaba de las cosas raras y desquiciadas que tenía este maldito pueblo loco. Y por último, recordaste las noches de desvelo debido a su desaparición.
