Capítulo 36.

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- Deberían considerarse afortunados - dijo alguien oculto desde las sombras - no todos sobreviven - sonríe - ni mucho menos los dejo vivir - camina al rededor de los tres individuos que se hayanban de pie colgando de sus manos, sin camisa y llenos de sangre - me decepcionas Kurogiri - estampa en la espalda del mencionado un latigo con púas en la punta - lo espere de todos menos de ti.

- Lo siento señor - musitó bajito, callando el quejido de dolor al recibir otro latigazo - no volverá a suceder.

- Por supuesto - el personaje que se escondía apareció frente al contrario, encapuchado y apenas visible para su cansada mirada - observa - se acerca a su derecha y toma por los cabellos a la mujer inconsciente que rendía su cuerpo a las ataduras en sus manos - Toga le encanta la sangre - muestra el rostro hinchado de ella - pero no cuando se trata de su propia sangre - presiona con fuerza una cortada en su hombro izquierdo, causando un quejido - y Dabi - camino a la izquierda - tiene un extraño fetichismo por incendiar a sus victimas al final - poso su mano en la mejilla derecha apretándola con fuerza, causando que la quemadura que portaba sangrara - pero - lo soltó - tu no tienes gustos por la sangre o quemar seres vivos, te consideraba perfecto - se acerca hasta quedar justo a su frente - y sin embargo, fallaste, cuando los otros dos inv*siles jamás lo habían echo ¡A pesar de sus enfermas mentes! - golpeó su estómago con un bate que cargaba en su cintura.

Los golpes no pararon, aún cuando las quejas despertaron a los otros dos el encapuchado no se detuvo.

- Me has decepcionado - exclama cansado, golpear a alguien requería de mucho esfuerzo - incluso consideré permitirte reclamar a ese Omega - comenta al aire, provocando que el contrario lo viese - perdonaré tu vida - lo ve, y sonríe travieso - si recuperas al mocoso y me entregas al bastardo bueno para nada ¡Que logro vencerte! - lo golpea en el rostro, logrando que su víctima escupiera sangre - aún así podrás reclamarlo luego de que cada Alfa y Beta del clan lo haya probado.

Oboro no pudo replicar, tampoco se atrevió a quejarse, pero, asintió, causando un bufido por parte de Dabi y una risa escandalosa de Toga.

- Bien - dijo el hombre libre presionando un botón en el control que tenía en su diestra - cuando se liberen, vienen a mi y me dicen su plan - los otros cayeron al suelo , pues el interruptor bajo las cadenas, pero no libero sus manos - no se demoren, saben que odio esperar - y sin más, salio de aquella habitación.

El primero en salir fue Dabi, quien dislocó sus pulgares para liberar sus muñecas de los grilletes. Y aunque Oboro era el segundo más ágil fue el último en liberarse al no tener suficiente fuerza. La tortura que recibió en las dos semanas lo dejaron cansado.

- ¿Y bien? - cuestionó el encapuchado sentado en su oficina al ver llegar al contrario.

- Tengo una idea.

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¡Estaba harto!

Noches en velas y llenas de pesadillas, golpes e insultos disfrazados en gestos de amor y palabras de cariño.

Era demasiado para un niño de 5 años.

Kasui estaba cansado, tenía miedo de solo salir de la cama, el hambre se hiba en cuanto veía a su madre y las pesadillas llegaban tan pronto cerraba los ojos.

Sus abuelos lo consolaban cuando podían y su padre comía con el cuando correspondía. Y aún así, no era suficiente.

Era de noche y el infante esperaba que fuese bastante tarde. Aferrado a su almohada bajo de la cama y camino a la puerta de su habitación, asomo sus ojos y salió confiado en cuanto no vio a nadie.

Camino despacio para no tropezar en los oscuros pasillos y se dirigió a la oficina de su padre, suspirando tranquilo al verla vacía. El menor se dirigió al escritorio y con sumo cuidado busco una llave en específica. La reconocería enseguida, pues su aspecto antiguo y de gran tamaño la delataba fácilmente. Luego de buscarla por un rato y encontrarla en una caja a un costado de la habitación camino rumbo a la primera planta.

Kasui tenía una leve sospecha de dónde podría estar el peliverde, así que una vez en el primer piso fue hacia la cocina, escondiéndose en las esquinas oscuras y apretando contra su pecho ka almohada cuando veía pasar a un empleado.

Se aproximó a la puerta que daba al patio de un costado de la casa y salió con algo de dificultad por la puerta para mascotas, era, entre todas las entradas que no tenía seguro ni mucho menos contaba con una alarma de seguridad. Esa también había sido su salida cuando escapó de casa.

Entre hurtadillas y silencio se aproximó a lo que daba a la vista un cobertizo. Kasui sabía que ese no era un simple cobertizo. Con algo de dificultad quito las cadenas que tapaban la puerta y entro. Justo en el centro del vacío lugar, introdujo la llave en la trampilla que había, abriéndola.

Ñick - Kasui se detuvo en cuanto la vieja puerta chillo en protesta, sin embargo, al no oir nada de afuera siguió en su misión. Bajo las escaleras arrastrando la almohada una vez trabó la puerta, encendió la luz con algo de dificultad debido a la altura y trago grueso ante la tétrica imagen que le brindaba el lugar.

Era una pasillo oscuro y sucio lleno de puertas enormes de acero puro, la humedad era palpable en el aire y el frio se alojaba en sus huesos sin tregua alguna.

El pequeño niño quería llorar ¿Su madre estaba en ese deplorable lugar? Si el tenía miedo no quería pensar en lo que sentiría el Omega pecoso.

Vio las puertas con algo de pavor, viendo que casi todas estaban abiertas, y dice casi porque la tercera a la izquierda estaba cerrada.

Con pasos vacilantes y temblores en sus pequeñas manos se aproxima a la dicha y espera con todas sus fuerzas que la llave sea la correcta.

Click - resuena en todo el lugar cuando la cerradura es abierta y abre la puerta.

- ¿Zuku...? - llama quedito, la luz es muy poca y apenas distingue el bulto de aquella colchoneta.

- ¿Kasui? - pregunta el contrario entre sorprendido y preocupado.

- ¡Izuku! - grita el niño feliz y triste por sus propias emociones, soltando la almohada y lanzándose al frente. Es cuando se encuentra entre los cálidos y delgados brazos ajenos que su llanto explota y sus ruegos llora.

- Tenía... Tenía tanto miedo - lloriquea restregando sus mejillas en el pecho contrario - no po-odía dormir *hip* por las pesadillas *hip* y *hip* y ta-tampoco podía comer *hip* - llora y el peliverde no duda en abrazarlo con fuerza, esperando que sus brazos sean suficiente consuelo.

- Sh... - acaricia los cabellos castaños con algo de dificultad - tranquilo - arrullo, acomodandose con cuidado hasta terminar recostado - tranquilo, duerme - lo abrazo mientras algunas lágrimas se le escapan - yo estoy aquí - y luego decir eso, ambos caen dormidos.

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Haré una apuesta, si logran llegar a los 1.000 comentarios (máximo 25 por persona), 150 estrellas y 200 vistos en los próximos tres días les prometo una actualización al final del 3er día.

¿Que tal?

Sigamos con los retos.

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Las Casualidades No Existen. Todo Es Producto Del Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora