Capítulo 27

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Los veloces autos pasaban a su lado, sin frenos ni miedo, las luces al principio lo cegaban, pero ahora solo le guían el camino. Llevaba toda la noche caminando, había salido de la ciudad a media noche y ahora caminaba por la infinita carretera, no le importa, si es por el bien de Kasui caminaría eso y más, pero la herida en su costado hace un rato empezó a sangrar.

Podía intuir que estaba cerca del amanecer, el aire frío mañanero lo estaba recibiendo y en la lejanía del cielo podía empezar a apreciar los tonos naranjas de la salida del sol. El pequeño en sus brazos se restregaba con sueño, evito soltar un gemido de dolor, sería más fácil si el infante caminara, pero no podía, no quería, no tenía por qué sentir la angustia de ser perseguido, ni el temor de huir, era un niño, no tenía porqué.

Recién a unos 20 metros, al borde de la carretera donde empezaban las hileras de árboles, pudo ver un desvío, sonrió aliviado, faltaba subir solo media montaña para llegar al hogar del castaño.

Rodeo la cerca que había, fue difícil, pues el terreno al lado del pavimento era muy irregular, pero lo logró, tomó bien a Kasui, y se sostuvo un momento de la cerca, pues un mareo revoltoso lo azotó, el camino por unos segundos le pareció que danzaba a la par que los árboles, inhaló y exhaló el aire que chocaba en sus pulmones, agudizó su vista y siguió con su camino, no tenía tiempo de sentirse mal, pronto amanecería y Kasui despertaría, no quería escucharlo llorar, rogar por volver, ahora que sabía que el pequeño corría peligro en la calle estaba seguro que con su padre estaría más seguro, a pesar de que el mismo fuera un mafioso, no dudaba en que sería protegido.

La pendiente se veía eterna, en cada curva veía solo un nuevo tramo infinito, el sol empezó a abrazar las copas de los árboles, el frío del aire empezaba a calentarse.

Con cada paso que daba su mente se sentía más nublada, los mareos y la sensación de vomitar le eran más frecuentes, sudaba a montones, a pesar que aún se sentía gélido su alrededor, su costado derecho hace un rato dejo de doler, pero la sensación de humedad pronto llegó incluso a su pecho.

El pequeño en su pecho empezó a removerse, estaba despertando, causando espasmo en su cuerpo repletos de dolor. Alzó su mirada y aunos 100 metro divisó una reja, negra, enorme, había llegado.

Tenía que caminar un poco más, debía hacerlo, su mente se lo exigía, pero su cuerpo en total desacuerdo empezó a caer, en un tropiezo que sus pies provocaron cayó de rodillas, despertando Kasui por completo.

- ¿Izuku? - pregunto aturdido y confundido ¿Que sucedía? ¿Dónde estaban? - pero sentir como el peli verde lo recostaba con cuidado en el suelo seguido de él lo preocupó - ¿Que pasa? - preguntó angustiado.

Verlo en el piso con la vista perdida lo hizo querer llorar ¿Por qué estaba así? ¿Que le sucedía?

Intento sarandearlo tomándolo de su pecho, pero al poner sus pequeñas manitos en la tela negra la humedad se apoderó de ellas. Kasui vio sus manos y entro en pánico. El tono carmín que se empeñaba en consumirlas lo hizo alertar.

- ¡Izuku! - llamo asustado, desesperado.

El contrario abrió sus ojos y al divisar las avellanas del infante sonrió, provocando que tosiera y un hilo de sangre se escurriera por su boca.

- Estás a salvó - dijo en un susurro muy suave.

- ¿Cómo puedo estarlo? - pregunto alarmado, con perlas brillosas que amenazan con escapar de sus ojos - Izuku no te duermas - era en vano, sus mejillas se empaparon con sus lágrimas saladas - te n-necesito.

- T-odo va estar bien - tosió, salpicando con unas gotas de sangre el rostro ajeno - Es-tas en... Casa - y con eso dicho se rindió al sueño.

Kasui no entendió, gritó y lloró aferrándose al pecoso, exigiéndole que despertara, que no podía dejarlo solo, hasta que en su inútil intento de levantarlo su vista a lo lejos divisó su casa.

Por un segundo entro en pánico, pero al escuchar como la respiración de Izuku se alentaba no lo pensó mucho, corrió con fuerza, corrió lo más rápido que sus piecitos le permitían, corrió a pesar de la fatiga por no haber comido desde la noche anterior, corrió porque temía perder a Izuku.

Llegó agitado a la reja, estaba cerrada, se aproximó al costado con prisa tocando el intercomunicador, lo tocaba con ansias, sin paciencia, viendo de ves en cuando hacía atrás, llorando más al no poder ver debido a la distancia el pequeño cuerpo de Izuku.

- ¿Quien...?

- ¡Ayuda! - grito a pleno pulmón, importandole poco desgarrar su garganta - A-ayudame - suplicó, dejando escuchar sus sollozos.

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Las Casualidades No Existen. Todo Es Producto Del Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora