Capítulo 29

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El sol golpeó directamente su rostro, perezoso, lento mientras ascendía al cielo, sin embargo, no podía importarle menos. Katsuki corría con apuro, hiba por la mitad de su residencia, maldiciendo a su vieja por haber puesto la entra tan lejos.

Vio al frente y divisó sin demora el enorme portón negro, tan sombrío, tan duro, y entre sus barrotes, pudo ver lo que aceleró más su corazón, sintió como su bombeo aumentó, su respiración de un segundo a otros se volvió más pesada, pudo contemplar la pequeña figura de su hijo. Aunque un pensamiento motivó que su paso se aflojara un poco, estaba cerca de la reja y fue distancia suficiente para ver la sangre impregnada en la prenda que tenía su hijo.

Sintió su lobo rugir furioso, mataría y encontraría a quien se atrevió dañar su cachorro. Porque nadie se metía con el, NADIE se metía con SU hijo y salía impune. Pronto la preocupación también lo acompaño en su fiel carrera, el podía trepar la reja sin mucha dificultad, pero si su hijo estaba lastimado no podía arriesgarse a lastimarlo más.

- ¡Katsuki! - escuchó el rubio el llamado desde atrás - ¡Apresúrate con un carajo, yo tengo las llaves! - informo su madre.

¡Maldición! – maldijo en su mente, tanto ajetreo lo hizo olvidarse de ese importante detalle.

Incremento el paso, no por el grito de su vieja, ni por los ladridos intranquilos de su lobo, fue ver cómo la pequeña figura de su hijo se desplomaba entre los barrotes lo que lo llevó a aumentar su paso.

- ¡Kasui! - llamo exaltado, viendo como su pequeño alzaba el rostro.

.

Su cuerpo temblaba y no precisamente por el frío mañanero.

- Ayuda... - murmuró perdido en sus pensamientos, tenía tanto miedo, estaba cerca del portón, pidiendo ayuda a su padre débilmente mientras divagaba en su mente.

Y es que no podía quitar la vista de sus manos, las mangas del suéter que portaba dejaron su color y vislumbraba en rojo, en SANGRE.

*La sangre de Izuku* - pensó quedito, sintiendo como sus lágrimas fluían sin parar, no quería perderlo, no soportaría perderlo, el Omega peliverde fue lo más cercano a una madre que tuvo y se negaba dejarlo ir.

Ir...

El se podía ir, esa idea hizo detener su mundo.

Si el se iba...

No, no podía.

Se desplomó, temblando, asustado, sin consuelo.

El no podía perder a su madre.

- ¡Kasui! - escucho la voz de su padre, alterado alzó la vista y a unos 50 metros lo vio correr hacia él.

Lejos de sentir miedo, un suspiro de alivio escapó de el.

- ¡Ayuda! - gritó apurado, poniéndose en pie y corriendo de vuelta hacia donde el Omega peliverde.

Katsuki frunció el seño por la acción de su hijo, verlo correr lejos de los barrotes lo hizo alterar más.

Estando cerca de la reja no se detuvo y con gran agilidad la escaló si ninguna dificultad, dando un giro en el aire por en sima de la reja para aterrizar de rodillas del otro lado, viendo como a lo lejos su hijos se alejaba cada vez más.

Sin duda ni demora siguió con su carrera, pues no espero que su mocoso se fuera otra vez, y por un c*arajo que lo permitirá de nuevo.

Sus pasos eran más veloces que los del infante, no habían avanzado ni los 50 metros cuando ya estaba a unos pasos de alcanzarlo.

- ¡Kasui detente! - exigió mientras extendía su mano para tomar por lo menos la capucha que tenía su hijo.

- ¡No, ayúdame! - gritó esquivado el agarre de su padre.

- ¡Kasui por un c*arajo! - gritó enojado, tomando de un brazo al menor y deteniendo su paso - ¿Pero que te pasa? - pregunto exaltado alzando al castaño en brazos, luchando por la repentina lombriz en la que se transformó su hijo.

- ¡No!

- ¡Basta! - exigió sacudiendo brusco a su hijo y encarando lo aún en brazos, sintiendo como sus movimientos se detenían y alzaba su mirar.

- N-no - tartamudeo intranquilo, sintiendo sus lágrimas picar sus ojos, sorprendiendo al mayor - ayúdame - suplicó asustado.

- Eso intento...

- Ayúdalo - terminó, temblando y bajando su mirada - papá, ayúdalo, por favor...

Katsuki enmudeció por la súplica escuchada.

¿Ayudar?

¿Ayudar a quien?

Vio a su alrededor buscando lógica al pedido de su hijo y a unos 60 metro divisó un cuerpo en el camino.

Su instinto asesino se activo.

¿Quien c*rajos era ese que estaba en su territorio y por quién su cachorro pedía ayuda?

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Las Casualidades No Existen. Todo Es Producto Del Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora