CAPÍTULO 45 - ENTRE HELADOS Y DUDAS

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Era domingo, día de descanso tanto en la universidad como en su trabajo, y Toya tenía pensado pasarlo en casa, descansando. Estaba tumbado en la cama mirando la pantalla de su teléfono cuando alguien llamó a su puerta.
—¿Quién?
—Soy yo... —dijo Shoto en voz baja tras la puerta.

Toya se sentó en la cama mientras el niño entraba en la habitación y cerraba la puerta.
—Toya...

El pelirrojo lo miró. Aún se sentía culpable por lo que le había hecho el otro día, por lo que trató de ser lo más amable posible con él.
—Dime.
—¿Puedo ir a ver a Keigo? Estoy aburrido.

Toya lo miró parpadeando varias veces.
—Pero hoy no trabaja...
Shoto suspiró.
—¿No puedo ir a su casa?
—¿A su casa? —preguntó Toya algo intranquilo— No sé...
—Por favor... me portaré bien.

Toya sintió algo de ansiedad solo de pensar en ir a casa de Keigo, aunque una pequeña chispa de tranquilidad se instaló en su pecho una vez su mente se centró.
—Pero... no sé dónde vive... —mintió.
—Puedes llamarle y preguntarle... —respondió Shoto.

Toya se frotó la cara, agobiado, y tomó el teléfono, pues al final no tenía ninguna excusa para negarle eso a Shoto, y menos después de lo que le había hecho. Buscó el número de Keigo y rezó porque no estuviese en casa o algo así, pero casi como un rayo, Keigo contestó la llamada.
—¿Keigo?
—Sí, dime.
—Em... verás... Shoto quiere ir a verte...

Se formó un breve silencio, pero el rubio respondió:
—Claro, estoy solo en casa ahora, puede venir si quiere... ven tú también.

Toya tragó saliva al escuchar que estaba solo.
—Vale... ahora vamos.

Tras colgar, Shoto lo miró apurado.
—Toya, no le has preguntado dónde vive...
—Oh... ya recordé dónde era...

Shoto sonrió.
—¡Bien, vamos!

Toya se levantó y tras prepararse y avisar a Fuyumi que se iban, los dos hermanos salieron de la casa en dirección al apartamento de Keigo.



Mientras tanto, Nagant miraba a Aizawa de frente, ambos sentados en la terraza de una cafetería.
—Entonces, a ver si me entero... —dijo Nagant— de repente, ¿el novio de un alumno vino y te intentó agredir?

Aizawa, sin ni un rasguño, miraba a la mujer mientras tomaba un sorbo de su taza.
—Sí, yo estaba saliendo de las clases y vino a mí hecho una furia...
Nagant lo miró.
—¿Seguro que no hiciste nada?
—Te lo juro... por dios, Tsutsumi, que Shimura es un alumno... aunque sea mayor de edad, yo no hago eso con alumnos.
—Pues está claro que el novio se puso celoso por algo.
—Bueno, puede que Shimura malinterpretase alguno de mis gestos...
—No sería la primera vez —dijo la mujer—. Sinceramente, cada vez que hablas parece que estás intentando seducir a alguien, eres horrible —rió Nagant.
—No lo puedo evitar, yo hablo así.

Nagant tomó un sorbo de su café.
—¿Y entonces atacaste a ese chico?
—¿Y qué querías que hiciera? Vino a mí hecho una furia, traté de hablar, pero no hacía caso, así que tuve que defenderme, y él acabó bastante mal.
—Ya te vale, Shota.
—Es duro tener este atractivo —suspiró el pelinegro.
—Cuidado, a ver si vas a salir volando con ese ego.

Aizawa rió.
—Tranquila, pero este ego y mi tono seductor me han hecho ganar algunos juicios.
—Eso es lo que te salva, bandido.

Ambos rieron mientras que a unas calles de allí, Tenko caminaba como un alma en pena, cabizbajo, con ojeras y mirando al suelo. Con las manos en los bolsillos, pasó frente a esa cafetería, pero no se percató de ellos, ni ellos de él, por lo que siguió caminando en dirección al bar de Jin; necesitaba despejarse un poco y el alcohol siempre es una buena solución.



A unas calles de allí, Kai y Geten iban caminando, uno al lado del otro, pero sin estar muy juntos. Kai miraba de vez en cuando al peliblanco, deseando poder tomarle al menos de la mano, pero tenía que aguantar. Se llevó la mano a la mejilla, donde todavía tenía una leve raspadura de la pelea.
—Kai, ¿vamos a por unos helados?
—Vale.

Mientras veía a Geten alejarse hacia un puesto de helados cercano, suspiró. Aunque respetaba la petición de Geten, era cierto que cada vez le costaba más aguantar sin poder tocarlo, o simplemente darle la mano en la calle. Había momentos en que le resultaba insoportable ver parejas por todas partes, tomadas de la mano, besándose o simplemente pegadas, y él mismo no poder ni tocar la mano de su novio.
—Toma, de chocolate para ti.

Kai sonrió y lo tomó.
—Yo he pedido de fresa.

Caminaron un poco y llegaron al parque donde días atrás, tras salir de la comisaría, se abrazaron. Buscaron un banco y se sentaron allí. Kai lo miró y desvió la mirada alrededor suyo; no había nadie.
—¿Me das un poco del tuyo?
Geten sonrió.
—Claro, toma —se lo tendió.
—No, así no... quiero que me lo des tú... —dijo y abrió un poco la boca.
—Pe-pero, Kai...
—Vamos, no hay nadie, déjame este caprichito...

Geten se puso nervioso y miró alrededor varias veces. Tomó un poco de helado con la cucharita y lo acercó a la boca de Kai. En ese momento, un perro pasó por allí, Geten se asustó y acabó estampando el helado en la cara de Chisaki.
—¡Ah... lo-lo siento...!

Kai se limpió el helado de la cara y suspiró.
—No pasa nada...

Dijo y miró al frente, viendo como el perro aquel pasaba acompañado de un niño y su padre que iban caminando juntos. Kai volvió a suspirar. Sabía del problema que tenía Geten y su inseguridad instaurada por su familia. Él siempre le había apoyado, y posiblemente fuese una tontería, pero un poco de helado en su cara le hizo pensar en que, por mucho que él amase a Geten, si el mismo Geten no estaba cómodo, esa relación estaba abocada al fracaso, donde ambos sufrirían.

Porque Te Fuiste (Dabihawks)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora