CAPÍTULO 59 - EL PASADO (PARTE 4)

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EN EL CAPÍTULO ANTERIOR:

A medida que pasaron las semanas, Keigo y Toya parecían destinados a pasar tiempo juntos, ya que constantemente se les asignaban trabajos en pareja. Aunque el temperamento de Toya seguía siendo problemático y causaba conflictos, Keigo encontraba consuelo en su compañía, pues le ayudaba a evadirse de sus problemas familiares. En una de sus reuniones en la biblioteca, Toya intentó provocarlo haciendo comentarios sobre su experiencia amorosa y su orientación sexual. A pesar de las burlas, Keigo no dudó en enfrentarlo, revelando que también era gay y ofreciendo su apoyo. Justo cuando la conversación tomaba un tono más personal, una voz femenina interrumpió la escena, llamando la atención de ambos hacia la llegada de alguien inesperado.

 Justo cuando la conversación tomaba un tono más personal, una voz femenina interrumpió la escena, llamando la atención de ambos hacia la llegada de alguien inesperado

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Toya y Keigo miraron en dirección a la voz femenina que había llamado al pelinegro. Keigo pudo ver a una chica, no mucho más alta que ellos, de cabello blanco con mechones rojos. Vestía ropa casual y cargaba un pequeño bolso. La mirada de la chica era tranquila, pero Keigo pudo apreciar ciertas ojeras.

El pelinegro miró a la chica primero con sorpresa, pero rápidamente su expresión mutó a una parecida a la culpa.

—Toya...

La chica se acercó, pero el pelinegro se apartó.

—¿Qué quieres, Fuyumi? —preguntó, cruzándose de brazos.

—Toya, llevas días sin aparecer por casa... Natsuo y Shoto están preocupados.

Keigo miró a los dos y pudo ver enseguida cierto parecido. Intuyó por la conversación que debía ser algún familiar.

—No me importa; mientras ese cabrón siga en casa, no pienso volver.

—Toya...

Fuyumi iba a continuar, pero se percató de la presencia de Keigo, lo miró y parpadeó varias veces.

—Oh, hola...

—Hola —saludó el rubio—. Ehm...

Dabi agarró a Keigo de la muñeca y lo apartó de ella.

—Déjame en paz, y no me sigas —dijo, mientras arrastraba a Keigo hasta alejarse de la chica que miraba a su hermano con preocupación.

Tras unos metros, donde Keigo no había dicho nada y se había dejado arrastrar, vio que Toya se detenía y miraba al suelo, soltando su muñeca. Keigo lo miró; estaba de espaldas, pero podía ver en la caída de sus hombros que algo le pasaba.

—Dabi...

Keigo se detuvo en seco al oír unos sollozos suaves. La mano que había extendido para tocar el hombro del pelinegro la retrajo al escuchar aquellos sollozos, impactado, pues nunca hubiese pensado que lo vería llorar.

Toya lo había intentado, pero al final las lágrimas salieron en el peor momento, delante del rubio. Al oír que lo llamaba, lo miró, y pudo ver en la cara de Keigo la sorpresa de verlo llorando, al ver cómo las lágrimas desdibujaban los tatuajes de su rostro, emborronándolo.

—Dabi...

—¿¡Qué?! ¿Te vas a reír de mí, no? —soltó Toya, perdiendo un poco los nervios al verse vulnerable delante de ese chico—. Claro que lo harás... te reirás... y luego...

Antes de que pudiera seguir, Keigo avanzó y lo envolvió en un abrazo, lo que hizo que Toya se callase de golpe, sintiendo el calor de Keigo, sus brazos rodeando su espalda. Quiso apartarlo, pero en el fondo necesitaba eso, así que, sin devolver el abrazo, dejó caer su cabeza en el hombro del rubio, y ambos se quedaron en silencio unos segundos.

Keigo no entendía todo aún, pero sin duda su necesidad de ayudar a los demás se activó, y desde ese momento quiso ayudar a Dabi, o más bien, a Toya.

Minutos después, fue el propio Toya quien habló.

—Oye... virgen... —Keigo se apartó y lo miró rodando los ojos. Toya rió, pero no con maldad, sino de otra forma—. Lo siento, lo siento...

El rubio resopló y se apartó.

—Veo que estás mejor.

Toya suspiró y se rascó la nuca.

—Sí...

Iba a seguir, pero Keigo le ofreció una toallita húmeda. Toya la tomó y miró al rubio, confundido.

—Para que te laves la cara... estás hecho un desastre.

Toya buscó una superficie que reflejase para verse, y al observar su rostro lleno de tinta de los tatuajes, se sobresaltó y rápidamente se limpió la cara.

Keigo resopló, pero no pudo evitar sonreír al verlo; parecía que Toya, en el fondo, no era tan desagradable. Al poco, Toya tocó la espalda de Keigo, y al voltearse, el rubio casi se cayó al suelo, pues por primera vez pudo ver el rostro de Toya sin los tatuajes, descubriendo una gran belleza que lo hizo ruborizarse y apartar la mirada.

—Gracias.

—Sí... bueno... —Keigo estaba bloqueado en ese momento, no sabía qué decir—. No es nada...

Toya suspiró y se alejó mirando al cielo, poniendo las manos en sus propias caderas, dejando que el silencio se alargase un poco más, hasta que, tras un momento, el cual a Keigo le vino bien para calmarse, Toya habló.

—Imagino que querrás saber quién era esa y lo que ha dicho, ¿verdad?

Keigo lo miró algo asombrado, realmente no esperaba una explicación y menos que saliese de los labios de Toya por su propia voluntad.

—Bueno... es verdad que tengo curiosidad, pero si no me lo quieres contar, no tienes por qué hacerlo...

Toya chasqueó la lengua.

—¿No me dijiste que si necesitaba hablar que fuese contigo...?

Keigo se sorprendió por eso; no pensaba que tomaría en serio sus palabras.

—Sí, lo dije...

—Pues eso... venga... vamos a algún konbini a por algo de comer y beber, y te lo cuento todo... creo que me vendrá bien contarle esto a alguien.

Poco después, tras comprar unas latas de refresco y algunos aperitivos, los dos fueron a un pequeño parque y se sentaron en una de las mesas de picnic que había en uno de los extremos.

—Bueno... esa chica es mi hermana, se llama Fuyumi... es la segunda.

Keigo lo miraba mientras daba un sorbo a su refresco.

—Yo soy el mayor de mis hermanos; somos cuatro. Tras Fuyumi está Natsuo, y el pequeño es Shoto.

—Qué bueno... yo no tengo hermanos...

—A veces yo tampoco quisiera tenerlos...

Keigo lo miró algo contrariado.

—No me entiendas mal... yo los quiero... pero sin ellos... todo sería más fácil y no sufrirían por mi culpa... o la de mi padre.

Keigo sintió una alerta al escuchar la mención de su padre; no era ajeno a lo que puede ser un padre problemático. Miró al pelinegro; tal vez, después de esta conversación, él también podría hablar con Toya sobre su propio padre...

—Lo que te voy a contar no se lo he dicho a nadie —dijo Toya—. Eres el primero en saberlo...

—Puedes confiar en mí...

Toya suspiró, dio un sorbo a su bebida, tomó uno de sus dangos y se limpió los restos con una servilleta.

—Mi padre... nos maltrata a mis hermanos y a mí.





CONTINUARÁ

EL LUNES 18 DE NOVIEMBRE

Porque Te Fuiste (Dabihawks)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora