CAPÍTULO 3 - EL PRECIO DEL PASADO

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Era finales de verano, las clases empezarían en dos semanas, por lo que, durante ese periodo de tiempo, Toya, debido a que Jin no permitía la entrada a los niños debía buscar a alguien que cuidase a Shoto, pues una vez empezasen las clases sería mas fácil. Toya entraría a la universidad por las mañanas, por lo que trabajaría por las tardes, y podía llevar a Shoto a las clases extraescolares, así estaría vigilado y aprovecharía ese tiempo.

Pero debido a lo repentino de todo esto, Toya no sabía que hacer, apenas conocía a nadie, y aunque no desconfiaba de sus vecinos, era cierto que no quería dejar a Shoto con ellos, tampoco le hacía gracia la idea de contratar a una cuidadora, pero confiaba mas en un profesional que en sus vecinos, esos que años atrás hicieron la vista gorda con los abusos de su padre.

La mañana fue insatisfactoria, pues recorrió varios establecimientos buscando carteles donde se ofreciesen servicios de cuidadores de niños, pero no tuvo suerte, hasta que finalmente, caminando sin saber muy bien donde ir, llegó al Konbini donde trabajaba Keigo. Al darse cuenta se quedó estático, por un momento pensó que sería incómodo, y mas tras lo que pasó el día anterior, por lo que en un principio se negó a entrar, aunque nuevamente, Shoto era mas importante que su orgullo o su sentimiento de culpa.

Tomó aire y tras suspirar, entró al lugar, la musiquita de la entrada empezó a sonar cuando la voz de Keigo resonó al final.

—Bienvenido...

Toya tragó saliva, pues era claro que no había visto quien era, había un par de personas comprando, por lo que no sería tan raro, agarró una botella de agua por llevar algo y tener la excusa de acercarse al mostrador sin que pareciese raro, y cuando Keigo lo vio, como el día anterior se quedó petrificado, con los ojos muy abiertos, en su cara estaba reflejada la incomodidad y algo de molestia.

Toya tragó saliva tratando de ignorar la mirada de Keigo, esa mirada que hace unos años lo miraban con brillo y ahora parecían dos bolas de hielo.

—Cóbrame esto, por favor... —dijo con voz suave.

Keigo se le quedó mirando un momento, pensado en lo que habló con Rumi la noche anterior y era verdad que había decidido hablar con él, pero no tenía pensado que fuese tan pronto, no estaba preparado emocionalmente.

Keigo agarró la botella y pasó el escáner.

—Son trescientos cincuenta yenes.

Toya sacó el dinero y lo dejó en la bandeja.

—Gracias, vuelva otro día —dijo Keigo de forma casi robótica.

—Perdona... —el pelirrojo habló con cierto temblor en la voz, Keigo miró a Toya a los ojos —¿tenéis un lugar donde dejan anuncios o algo así?

Keigo se quedó algo atontado por esa pregunta tan rara, pero con calma se repuso.

—Al lado de la comida enlatada.

—Gracias...

Toya se fue hasta el lugar, y mientras otra persona esperaba para pagar, Keigo lo siguió con la mirada y mientras hacía su trabajo observaba sus movimientos.

Toya llegó a una pizarra de corcho, donde había varios carteles y anuncios pegados, en ellos personas ofrecían servicios, de enseñanza privada, clases particulares, limpieza y demás. Toya miró todos buscando alguna cuidadora, pero no parecía haber ninguna. Suspiró, y algo decaído se quedó un momento frente a la pizarra, tratando de hallar alguna solución para el problema de Shoto.

Keigo, que no había perdido ojo de los gestos de Toya, se quedó pensativo, verlo tan decaído le dejó algo preocupado, pues el Toya que el recordaba no era para nada así. Seguía molesto por todo, pero Keigo no podía resistir a ayudar a los demás, un pequeño defecto que tenía el rubio desde muy pequeño.

Porque Te Fuiste (Dabihawks)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora