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Todo marchaba con una calma inquietante en la casa, como si una sombra invisible lo cubriera todo. Taehyung y Jungkook seguían compartiendo la misma habitación, un espacio donde el silencio se volvía cada vez más pesado. Jeon bajaba a comer solo cuando el rizado lo permitía, y sus conversaciones, siempre breves y cargadas de tensiones no expresadas, se desvanecían rápidamente en el aire. Sin embargo, el tiempo compartido en silencio no era desagradable, algo que, incluso si Jungkook no lo admitía, comenzaba a acostumbrarse a la presencia de Kim.

Desde el fatídico encuentro con Yoongi, Jungkook había dejado de hablar sobre él. No quería saber nada del hombre que había matado a sus amigos, y Kim, por supuesto, no tenía interés en tocar ese tema. Lo único que realmente le importaba era mantener a Jungkook para él, como una posesión que no quería soltar. Hasta ahora, no había vuelto a dañarlo físicamente, pero eso no significaba que sus planes estuvieran detenidos.

Taehyung era un asesino, pero mucho más que eso, era un psicópata. Un hombre que disfrutaba con la mente de su víctima tanto como con la carne. Sabía que debía cumplir con lo que le había prometido a Jeon; que tendría que estar en el sótano cada vez que él tuviera una nueva víctima.

Y el rizado, siempre que podía, salía a cazar, como ese día en el que había salido junto a Yoongi, regresando con las manos llenas de lo que buscaban. Aunque esa vez no había matado a nadie en el bosque, traían a dos presas, que, al igual que las otras, terminarían siendo el lienzo sobre el que darían rienda suelta a sus oscuros deseos. Una vez en casa, el ritual de muerte comenzaría.

Ya en el sótano, los hermanos comenzaban su macabra labor. Los gritos de una víctima agonizante retumbaban en las paredes frías del sótano. Yoongi se encargaba de la primera, su victimario favorito. El sonido del fuego lo excitaba, el chirrido de la piel al ser quemada le provocaba una satisfacción enfermiza, y los gritos de la presa solo aumentaban su deleite. Después de unos minutos, el cuerpo dejó de moverse. El hermano mayor había terminado su tarea.

—Agust, cuando termines, te pediré que me dejes solo. Tengo algunas cosas que hacer con esta víctima —dijo Taehyung, su voz tan tranquila que contrastaba con la brutalidad de lo que acababa de presenciar.

—¿Estás seguro? —preguntó Yoongi, levantando las cejas y fingiendo un tono triste, aunque en su mirada brillaba la curiosidad— Yo quería quedarme a ver.

—Ya tuviste tu turno —dijo Kim con una sonrisa fría, sin emoción en su rostro— Es mi turno ahora, y tengo planes especiales para esta víctima. Además, no quiero que interrumpas, sube a consolar a tu algodoncito y déjame hacer mi trabajo aquí —agregó, su tono calmado, pero por dentro, su mente ardía de ansiedad.

Yoongi no puso objeción. Al escuchar lo de su novio, se desvistió de su ropa de trabajo, abandonó el sótano y subió al primer piso. Aunque, en su interior, sentía una punzada de curiosidad, sabía que era la presa de su hermano y que no debía entrometerse en lo que fuera a hacer.

Taehyung, ahora solo, dirigió su mirada al cuerpo colgado de los pies en el centro del sótano. La víctima, un joven indefenso, se balanceaba levemente, luchando por liberarse, pero las cadenas que lo mantenían suspendido lo impedían. El paño que le cubría la boca evitaba que sus gritos se oyesen, pero su rostro estaba completamente rojo, acumulando la sangre en su cabeza. Era un espectáculo grotesco, y el rizado lo observaba con una calma casi perturbadora. Su respiración se volvía más pesada al anticipar lo que venía.

Con paso decidido, se dio media vuelta y fue en busca de Jungkook. Al llegar a la habitación, lo encontró mirando por la ventana, aparentemente en paz, como si el mundo exterior fuera el único que le ofrecía consuelo. Esa calma, sin embargo, no duraría mucho.

Cacería [Kookv]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora