Epílogo

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Un mes y medio después

El otoño ya había llegado y el frío cada vez iba más en aumento, por lo tanto, la gente se resguardaba más temprano en sus casas.

En una reserva nacional ubicada al lado sur de la gran ciudad, era donde iba mucha gente a distraerse y ver desde la cima la maravillosa vista que brindaba aquel lugar, desde ahí se podía ver las casas y edificios.

Ese mismo día en horas de la tarde era cuando las personas estaban comenzando a abandonar la zona, allí arriba era mucho más helado y el sol se ocultaba poco a poco.

A medida que iba quedando menos gente era cuando los cazadores estaban alistándose para el ataque, esperando como cualquier otro día; aunque en esta ocasión no iban tan seguido para no levantar sospechas.

Arriba no quedó más que una pareja disfrutando del atardecer pero su tranquilidad se vio interrumpida cuando de un lado apareció un hombre encapuchado y a su otro extremo vieron llegar otro, ¿Qué estaba pasando? Se preguntó aquella pareja, ¿sería una especie de broma?

—Si están bromeando le avisamos que no estamos para juegos, vayan a molestar a otra parte— habló el chico, seguidamente tomó la mano de su novia para irse del lugar.

Uno de los encapuchados sacó su arco que tenía colgado en la espalda y en un rápido movimiento lanzó una flecha hacia la chica, dando directamente en el corazón. El cuerpo cayó inmediatamente al suelo y el novio quedó impactado.

—¿Qué mierda acaban de hacer hijos de puta?— habló en voz muy alta aquel joven, quien observó a su novia viendo que ya estaba muerta y no le quedaba más opción que correr.

Comenzó a huir por el angosto camino que lo llevaría hasta abajo para pedir ayuda, aunque debería ser rápido si quería llegar vivo porque quedaba bastante lejos.

El mismo cazador que había lanzado la flecha empezó a correr para ir en busca de su víctima pero se sorprendió cuando su otro compañero pasó por al lado suyo a gran velocidad, siendo mucho más rápido que él.

Así que el segundo cazador que fue más veloz, siguió al chico que huía y se dio cuenta que aquel joven era muy rápido aunque él tampoco se quedaba atrás, con cada segundo que pasaba iba acortando más la distancia; si o si debía ser rápido para que no los descubrieran y para que la víctima no gritara.

Dio un par de pasos más y atrapó a la presa sosteniéndola del brazo, llevó su mano hasta la boca del chico para que no gritara y lo arrastró a la fuerza fuera del camino, intentando ocultarse entre la vegetación y no quedar tan expuesto. Pero el chico seguía forcejeando hasta que ambos cayeron a la tierra, así que aprovechó de sujetarlo con sus propias piernas y con una de sus manos.

—Te informo que yo no soy un hijo de puta— dijo de pronto el cazador, seguidamente con una de sus manos sacó un alambre galvanizado que llevaba en un bolsito, una vez que lo agarró lo pasó por el cuello del chico —y tendrás que pagar por haberme faltado el respeto a mí y al nombre de mi madre.

Ahora con ambas manos sostuvo cada extremo del alambre comenzando a ejercer presión sobre el cuello del chico, este se removía pero las piernas del asesino le impedían moverse y ahora que tenía su boca libre empezó a gritar.

—¡Ayúdenme!— gritó desesperadamente al sentir que el alambre se empezaba a incrustar en su piel —¡auxilió!— pero nadie lo escucharía porque todos se habían ido de aquella reserva, no quedaba más que él y los cazadores.

El cazador ejerció más fuerza para terminar lo antes posible, el alambre rápidamente se metió en la piel atravesando la carne dejando que la sangre saliera, aquel chico estaba siendo degollado y lo peor de todo es que sentía la forma en que el alambre entraba en su garganta. Ya no podía gritar y con las pocas fuerzas que le quedaba intento quitar las manos del cazador pero no pudo, pocos segundos después la sangre subió por su propia garganta hasta botarla por la boca, sus ojos se pusieron completamente blancos al estar perdiendo la vida; finalmente el alambre cortó cada capa de piel y carne hasta que llegó a la tráquea.

Cacería [Kookv]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora